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Fútbol sudamericano

La dificultad de ser Landon Donovan

Landon Donovan (Ontario, 1982) fue el primer jugador norteamericano verdaderamente reconocible en el mundo del fútbol. El primero que marcó 57 goles con la camiseta de Estados Unidos. El primero que se retiró y continuó en boca de todos. El hueco que dejó en la MLS, en los Ángeles Galaxy y, sobre todo, en la selección dirigida por Klinsmann, es casi imposible de llenar.

Y decimos ‘casi’ porque hay un jugador que, lejos de ser un delantero o un ariete, se ha convertido con los años en el verdadero emblema de los yanquis. Poco a poco, está dando pasos que Donovan nunca dio y ahora tiene la oportunidad de dar el más importante: ganar la Copa América en su país.

 

Clint Dempsey, solo un año más joven que Donovan, lleva siendo el mejor jugador estadounidense en el último lustro. Sus números en Premier League (57 goles y 21 asistencias en 218 partidos) le convierten en el futbolista de USA que más ha brillado en Europa.  Hace dos años que decidió volver a la MLS, a ejercer de jugador franquicia e impulsar la competición desde dentro, a los mandos del Seattle Sounders.

Pero es en la selección donde más ha dejado su sello. Campeón de dos Copas de Oro entre 2005 y 2007 y máximo goleador de la última edición, en 2015; y firmó dos goles en el último Mundial (uno de ellos fue uno de los más rápidos de la historia del torneo).

 

Sin Donovan, y sin ser un delantero, ha actuado como la principal arma goleadora del cuadro de Klinsmann en cada uno de los torneos disputados. Recibió críticas en el primer partido ante Colombia («Dempsey no es el adecuado para conducir el ataque de Estados Unidos, presenta una total falta de acoplamiento con sus compañeros») pero se desquitó con un gol y dos asistencias ante Costa Rica y con otro gol, decisivo, llegando desde segunda línea, ante Paraguay. Estados Unidos pasó de dejar de muchas dudas en su primer partido a acabar la fase de grupos como líder. Gracias, precisamente, a un líder que tiene que hacer de Dempsey y de Donovan. Por muy difícil que sea.

Alicante, 1991. Mi madre siempre me decía: "No sé por qué lloras por el fútbol, sino te da de comer". Desde entonces lucho por ser periodista deportivo, para vivir de mis pasiones (y llevarle un poco la contraria).

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