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La Copa de Virginia

Venció el Atlético, y apenas quedó Supercopa. La final, vista para sentencia en apenas media hora de un partido que duró 90 minutos pero que tuvo sus highlights tras el pitido final. Amanda, capitana y puro Atleti, subió al palco mientras sus compañeras aguardaban en el césped que la ‘10’ levantara el título. Y ahí apareció la sorpresa. Virginia Torrecilla alzó el trofeo a medias con su compañera, con su amiga o, como ellas mismas se han referido de manera recíproca, con su hermana.

Porque el éxtasis del triunfo rápido se convirtió en lágrimas. Las hubo de alegría, las hubo por simpatía, las hubo de agradecimiento y las hubo de presión liberada tras tanto sufrimiento. Porque por un momento se olvidó la Copa y quedó el abrazo. Esa fusión entre la ‘10’ y la ‘14’ que demostró que el fútbol no es solo fútbol, en este caso mucho más que 22 mujeres pegándole patadas a un balón, y que levantar el título era la cosa menos importante de las más importantes que había en liza en esa simbiosis.

Porque a esa imagen de las dos fundidas en una le acompañó otra superior. Virginia y Amanda saltaron al césped y se unieron a toda la plantilla, esperando por fin poder acariciar el trofeo y también tocar a una Torrecilla que no podía ser más que un mar de lágrimas. Aguantó estoico y respetuoso el Levante, triste por la derrota, pero atónito por la victoria de la vida en ese buen rollo que transmite todo el fútbol femenino, donde todas forman una gran familia para seguir asomando la cabeza entre quienes siguen ninguneándolas.

Porque el partido se jugó, aunque el Atleti nunca quiso que hubiera disputa real. En apenas media hora, las chicas de Sánchez Vera dejaron resuelto el duelo para que el Atlético agrandara su palmarés con el título que no pudo lograr el año pasado. El nuevo viejo técnico rojiblanco ha llegado para cargar las pilas a un equipo que caminaba dubitativo y lo ha hecho con un golpe encima de la mesa. Victoria ante el Barcelona, en penaltis, y triunfo definitivo ante el Levante en la final. Seis partidos sumaban las rojiblancas sin imponerse a las culé y ahora esa estadística ya es historia.

Deyna abrió la lata tras una buena jugada de Ajara. La venezolana es quizás la futbolista con más calidad de la plantilla y en sus botas está marcar la diferencia para la ascensión del equipo. La propia Ajara sentenció con dos buenos remates tras sendas jugadas de Ludmila en lo que se aventura como una nueva sociedad ofensiva temible. Eléctricas, explosivas, dieron sensación de ser imparables sobre el tapete almeriense. Era su primer partido juntas y parecía que se conocían desde la cuna. La camerunesa, prácticamente una desconocida, no pudo tener mejor debut y maniató a un rival en la final como los atléticos no recordaban desde Falcao.

Y ya no hubo más. Eva Navarro, Irene y Esther lo intentaron sin éxito. Nunca pusieron en apuros a Lindahl, quizás porque Laia Alexandri se multiplicó para estar en todos lados y hacerse con el MVP de la final. Con el partido sentenciado, el Atlético se limitó a no cometer errores y el Levante fue un completo quiero y no puedo ante un Atlético al que la victoria en la semifinal le había dado una marcha más y que tenía en la grada un motivo extramotivacional para salir Supercampeón de España. La Copa de Virginia.

Imagen de cabecera: Atlético de Madrid femenino

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