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Julia Figueroa, bronces rumbo a Tokio

Llevaba más de un año sin ganar una medalla. Como a la gran mayoría de los deportistas que aspiraban a estar en Tokio el pasado verano, Julia Figueroa (Córdoba, 1991) se encontraba en plena carrera, en una batalla de Grand Slam a Grand Slam sumando puntos en busca de objetivo. En la categoría de -48 kilos solo hay una plaza para el equipo español, y se la debaten ella misma y la madrileña Laura Martínez Abelenda. La diferencia entre ambas no era gigante, pero la clasificación parecía encarrilada. Y entonces se apagó la luz.

Si es difícil parar en seco para un deportista de élite, imaginen tener que cambiar el chip de forma brusca, aplazar un sueño hasta dentro de otro año, no saber cuándo vas a volver a competir y no saber qué va a ser de tu futuro. Para colmo, llegó una complicada lesión en el hombro izquierdo que le obligó a pasar por quirófano en verano.

Pero Figueroa, que cumplirá 30 años en abril, estaba lista para el enésimo desafío. A lo largo de su trayectoria ha encajado golpes severos, que hoy la han convertido en la persona que es. Su pasión por el judo arrancó en el colegio de su Córdoba natal, en el Torre Malmuerta, a la escasa edad de cuatro años (era una de las tres únicas actividades extraescolares disponibles junto a fútbol e inglés).  Tras pasar por el club Kodokán y cumplida la mayoría de edad, tomó una decisión que le cambió la vida: dejó su tierra para establecerse en Valencia, donde ha vivido los últimos 12 años. Alejarse de los suyos no fue fácil, pero la oportunidad que le esperaba a las orillas del Turia no podía dejarla escapar.

Fichó por el Valencia Club de judo, uno de los grandes referentes de nuestro país. “Siempre tuve claro que quería dedicarme a esto, vi cómo se entrenaba en Valencia y decidí venirme. Ahora estoy muy contenta y no lo cambiaría por nada”, contó en una entrevista con Yo soy Noticia. Es allí, de la mano de algunos de los mejores preparadores nacionales, donde se ha convertido en una de las principales judocas españolas. Sus grandes actuaciones le llevaron a ser campeona nacional sub17, sub 20 y sub23 (dos veces), además de varios éxitos internacionales que le llevaron a debutar en pruebas absolutas con apenas 20 años de edad. 

Tras un 2011 de constante progresión, llegaría el ciclo olímpico comprendido entre 2012 y 2016, con el objetivo primordial de estar en Río de Janeiro y disputar sus primeros Juegos, un sueño que tenía desde niña. En esos cuatro años fue la judoca que más medallas sumó para la delegación española en Grand Slams y Grand Prix, ya en el peso de -48kg. Solo una decepción en el Mundial de Astana de 2015 hizo temer sus opciones de estar en Brasil: una lesión que le mermó en su duelo de octavos de final ante la surcoreana Jeang Bo Keyeong y que pudo ser más grave de lo que finalmente fue. Con el susto superado, Julia acabó el ciclo en quinta posición del ránking mundial y con el billete para sus primeros Juegos Olímpicos más que sellado.

Fue allí donde se llevó el primer gran golpe de su carrera. La andaluza, una de las favoritas al metal, cayó a las primeras de cambio ante la cubana Dayaris Mestre. Se despidió del tatami entre lágrimas: «Era un combate duro, lo sabía, pero lo he dado todo y no ha salido. Creo que tengo nivel para estar en las medallas pero no ha podido ser», declaró Figueroa después de haber vivido un momento agridulce en su primer combate olímpico y tras cuatro años de incesante trabajo. Probablemente le condicionó un problema con el pesaje a dos días de competir, viéndose obligada a someterse a una rápida deshidratación y a perder un kilo y medio en apenas 24 horas.

Hace poco reconoció que fue la frustración del momento la que le hizo estallar de rabia, pero no le llegó a hundir anímicamente. “Fue una decepción, desde luego, pero de verdad, no me traumatizó especialmente. Es obvio que un evento olímpico tiene un simbolismo y una repercusión singulares; pero, en el fondo, es una competición más. Es decir, puedes caer en la primera ronda, lo que me ocurrió a mí. Lo asumí con naturalidad y sin obsesiones. Espero tener otra oportunidad dentro de un año en Tokio”.

Fue su objetivo a partir de entonces, aunque al año siguiente volvería a vivir un trago amargo con la rotura de ligamento cruzado durante un entrenamiento previo al Europeo de Polonia, en la misma rodilla que le hizo saltar las alarmas en Astaná. Estuvo diez meses sin competir y cayó hasta la 31ª plaza del ránking mundial. Aquello le hizo resurgir con fuerza, hasta el punto de firmar un año inolvidable en 2019 con la consecución de la medalla de bronce en el Europeo de Minsk, además de tres platas en Grand Slam y un oro y un bronce en Grand Prix. En Düsseldorf lograría de nuevo subir al podio antes de que la pandemia cayera sobre nosotros.

Superada la lesión de hombro, Julia reapareció en Doha casi un año después de su último combate y lo hizo con una actuación encomiable dadas las circunstancias, logrando una meritoria séptima plaza y luchando por un bronce que no se escapó en Tel Aviv tan solo cinco semanas después. Demostrando que las buenas sensaciones en Catar no fueron un espejismo, la cordobesa ganó la presea venciendo primero a las dos rivales por entrar en la repesca con un doble ippon, después a la serba Nikolic y por último a la lusa Catarina Costa, la misma a la que había ganado en el Europeo de Minsk en la lucha por el bronce y la misma que le había eliminado semanas antes en Catar.

Ganar su primera medalla después de un año ha sido un subidón para Julia, que ya supera en más de 1000 puntos a Laura Martínez y está virtualmente clasificada para Tokio pese a los Grand Slam que todavía quedan por disputarse antes del corte final previsto para el 28 de junio. Con el subcampeón mundial Sugoi Uriarte como entrenador y el proyecto FER a sus espaldas, está lista para volver a luchar por el gran objetivo de cualquier deportista: una medalla olímpica. Haremos fuerza.

Imagen de cabecera: SERGEI GAPON/AFP via Getty Images

Alicante, 1991. Mi madre siempre me decía: "No sé por qué lloras por el fútbol, sino te da de comer". Desde entonces lucho por ser periodista deportivo, para vivir de mis pasiones (y llevarle un poco la contraria).

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