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Jordy Clasie y cómo encontrarse a uno mismo

Hace apenas seis años, un jovencito que apenas acababa de cumplir la veintena estaba en boca de toda Europa por su buen hacer en sus primeros envites en un equipo de tanta historia y tanto lustre como el Feyenoord. Portando una camiseta de tanto peso, un imberbe y menudo Jordy Clasie se hizo capitán general de la medular en De Kuip y rápido se postuló como uno de los favoritos de la grada. Porque el chico, que no llegaba al 1’70m, encerraba en su pequeña carrocería un derroche, un pundonor y un arrojo que hacían sentirse identificados con ellos mismos a los hinchas locales. Jordy Clasie era uno de ellos. Era el motor del equipo que todos soñaron ser alguna vez.

Pronto surgieron las comparaciones, que tan de moda están y a veces tanto daño hacen y el joven holandés fue equiparado a Xavi Hernández, quizás por deseo oranje, porque el del Barcelona era el máximo exponente entonces de un jugador de la parcela ancha del campo, y con Sneijder, por referente interno, por ser el relevo generacional de ese líder que ya había dado sus mejores años de servicio a la camiseta nacional. Huelga decir, eso sí, que aquel Clasie tenía mucho más del segundo que del primero, que sí portaba cositas de los dos, aunque no era totalmente comparable a ninguno. Surgieron entonces los mil y un rumores, las ofertas de renovación, las novias por toda Europa y los cheques en blanco. La carrera por hacerse con el nuevo niño bonito del fútbol europeo incipiente que una vez sonó para los equipos más potentes del continente y hoy trata de renacer su juego en el fútbol belga.

Porque a Jordy Clasie nunca nadie le regaló nada, salvo sus primeras botas de fútbol. Empezó a jugar con un balón a temprana edad, en Harleem, su ciudad natal, muy cerca de Ámsterdam. Haciendo campos improvisados en las plazas del pueblo, su gran arrojo cuando apenas era algo más grande del balón enamoró a Willem van Hanegem, un amigo de la familia, ex estrella del Feyenoord y de la Selección y que entonces era entrenador del equipo de Rotterdam. Cosas de la vida, Willem no sabía que el pequeño de los Clasie se manejaba con tanta calidad antes de ser siquiera un benjamín. Fue él quien le obsequió con sus primeras armas.

Clasie jugó para el HVV DSK y el HFC EDO, clubes amateur cercanos a su casa, antes de ser ojeado y reclutado por el equipo de su vida, el Feyenoord. Entonces tenía 9 años y su gran papel en un torneo local hizo que el equipo de Rotterdam, que había mandado allí a sus mejores scouters, le ofreciera al muchacho la oportunidad de su vida. Tras un entrenamiento de prueba, no hubo dudas. 

Separados por más de una hora de transporte público y por hora y media en coche, Jordy Clasie tenía que hacer el recorrido entre Harleem y Rotterdam casi a diario para entrenar. Su padre no siempre podía llevarle en el coche familiar, por lo que las tardes las completaba yendo y viniendo en trenes cargados de pasajeros hasta los topes. Rápido se convirtió en el líder de cada una de las plantillas que iba integrando aquel chico con desparpajo y con un cuajo tal capaz de que cuando le pidió una foto a Robin van Persie, entonces estrella del equipo, el punta ya intuía que aquella podría valer millones en un futuro no muy lejano.

El debut en la Eredivisie le llegó en 2010, con apenas 19 años recién cumplidos, a la vez que le llegaba la llamada de la Sub21. Clasie, hombre capital en todas las categorías de la oranje hasta entonces, acababa de dar el paso inmediatamente anterior al éxito. Como venía acostumbrando, los galones los cogió sin miedo en ambos planteles, demostró estar hecho de otra pasta y se volvió el capitán general de la plantilla y líder indiscutible de la selección. Tanto, que a los 21 años y con la salida de Ron Vlaar, heredó una capitanía que le venía escrita en el ADN.

En febrero de 2012, Marwijk le incluyó en la preconvocatoria para acudir a la Eurocopa. Con solo 21 años, el chico tenía madera y estaba llamado a ser el líder de un futuro relevo generacional. No entró en la lista de 23 finalmente, pero su nombre ya empezaba a resonar por toda Europa. Bajito, jugando en el pivote, con una gran capacidad para cortar el juego rival y dar una primera salida limpia de balón, con un gran manejo de pies y una buena capacidad de rotación sobre su mismo eje, surgió la comparación con un chico un año menor que él y que parecía tener más nombre y más lustre. Un Marco Verratti que acabaría fichando por el PSG. La decisión del holandés de no marcharse de su equipo quizás acabó por estancar su progresión y esas comparaciones con sus iguales y referentes. 

Porque Clasie era entonces un jugador muy parecido a lo que hoy se conoce de Lucas Torreira, por posición, por fisionomía, por cualidades y por juego en general. Y quizás fue ese retraso de su llegada a un fútbol mayor lo que propició un estancamiento que se empezó a vislumbrar a finales de 2014, cuando siendo uno de los mejores jugadores de la Eredivisie, que se le quedaba pequeña por todos lados, no fue titular en el Mundial 2014 y salvo en semifinales y la lucha por el tercer y cuarto puesto no dispuso de minutos. Tras cuatro años en la primera plantilla del equipo y 15 formando parte del club, Clasie hizo las maletas y se marchó al Southampton, que dejó en las arcas de De Kuip 12 millones de euros.

En la Premier nunca encontró su sitio. Su falta de altura la privó de la titularidad en detrimento de un Oriol Romeu mucho más corpulento que él y que entraba más en los planes del técnico del Soton y durante dos años se estuvo consumiendo poco a poco entre los banquillos ingleses. Ante los rumores de una posible venta, el Tottenham, el Manchester United y el Arsenal llamaron a su puerta (cartel no le faltaba), pero el Southampton, sabedor de que aquel mozo tenía y tiene potencial, prefirió cederle a una liga menor, la belga, donde podría encontrar algo más parecido a sus raíces y a la Eredivisie donde tanto había despuntado.

Clasie aterrizó en el Brujas este verano falto de confianza y con la moral por los suelos. A los 26 años había pasado de ser un líder de raza a un jugador vulnerable y sin autoestima. Tanto que incluso en una liga como la belga le costó encontrar su sitio. Pasó unos primeros meses realmente duros, con una lesión de rodilla incluida, sin ser indiscutible en un Brujas que siempre se mantuvo en el liderato y en el que no había que tocar lo que entonces funcionaba. Con todo, este 2018 parece haber cambiado para él de manera radical. Lleva unos tres meses recordando lo que fue una vez, siendo capital en las victorias de su equipo y llamando nuevamente a las puertas de una Selección, la holandesa, que está en horas muy bajas y a la que él no acude desde hace más de un año.

Jordy Clasie, que una vez fue Xavi, Sneijder, Verratti, y una mezcla de todos ellos, ha tenido que bajar varios niveles en la escala para encontrarse a sí mismo. Tiene 26 años, es año de Mundial y no es demasiado tarde para él, aunque sí puede ser su último gran tren. Necesita volver a una Liga de primer nivel, aunque quizás cambiar de aires y probar una Liga donde los pequeños pueden rendir sin miedo en la medular (Italia) o un equipo donde no haya tantos prejuicios en tanto en cuanto a lo físico. Porque condiciones no le faltan. Solo algo de confianza en su juego y continuidad.

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