Hay dos tipos de jugadores que el Bernabéu adora: los canteranos y los que llegan muy jóvenes al primer equipo (Ramos, Marcelo, Isco son ejemplos de la actual plantilla). El público se identifica con ellos: podría haber sido yo. Jesé Rodríguez forma parte del primer grupo, porque llegó al Real Madrid con 14 años, en 2007. Desde muy pronto demostró que tenía un talento superior y sobresalió en las categorías inferiores del club. Julio César Iglesias, el mítico periodista que bautizó a la Quinta del Buitre y un experto en la cantera blanca, me decía en más de una ocasión: «Fíjate en Jesé, va a ser el próximo Cristiano Ronaldo, lo tiene todo para triunfar».
No se equivocaba. Jesé tenía calidad, velocidad, descaro y gol. Con la llegada de Ancelotti y su paso al primer equipo, empezó a aprovechar las oportunidades que le daba el italiano. Acaparaba portadas y hasta se pedía su llegada a la selección. Entonces llegó la lesión contra el Schalke y nunca más ha vuelto a brillar a ese nivel. Primero, por falta de continuidad. Y segundo, porque Jesé se asemeja a Guti, el talento no lo es todo. Se ha visto superado por Lucas y Morata, que hace dos años tuvo que hacer las maletas hacia Turín porque Jesé estaba por delante de él. Ahora es el canario el que vuela del nido rumbo a París.
Sin embargo, hay diferencias entre Jesé y otros canteranos como los que acabo de citar. Mientras aquéllos son o aparentan ser discretos, buenos chicos, sabedores de que tienen que correr mucho para llegar a ser ídolos de la grada, Jesé se ha vestido de estrella desde sus inicios. Sus filtreos con el reggaeton le acercan más a la excentricidad de Benzema y eso no es lo que esperan los aficionados de un canterano, que prefieren el perfil Lucas, en la eterna ilusión del público de sentirse futbolista, de encontrar un espejo en el que reflejar el sueño de su niñez.
