Una gran remontada se cocina con variedad de ingredientes, algunos de ellos exquisitos, otros indeseables aunque a la par necesarios e inevitables. Luis Enrique se erigió anoche en jefe de cocina, organizando a la perfección a sus pupilos, convertidos en fantásticos ‘chefs’ comprometidos y convencidos de que la receta preparada por su superior sería la perfecta para lograr preparar un plato con resultado de ‘tres estrellas de buena cocina’.
Para conseguir plasmar a la perfección una receta, los ingredientes deben añadirse en perfecto orden y en su justa medida. Y precisamente ésto es lo que consiguieron dibujar los cocineros azulgranas sobre el terreno de juego en una noche mágica. No hay plato que se cocine sin encender los fogones, prendidos por aquellos que cambiaron anoche el delantal por su vestimenta blaugrana. A base de enormes dosis de fervor consiguieron avivar el fuego desde el inicio de la faena y, en algo inaudito en la cocina, contagiaron a los más de 96.000 comensales que asistían a la elaboración del banquete y que desde el minuto 3, con el gol de Luis Suárez, visualizaron y creyeron que la cena que se disponían a saborear sería exquisita.
En composiciones culinarias como la de ayer, la organización en la elaboración es necesaria, aunque no imprescindible. Pese a que a priori pudiese suponerse que podía ser éste, nada más lejos de la realidad. El siguiente elemento a añadir, con el objetivo de su cocción a fuego lento, desde el inicio hasta el final, no era otro que la convicción. El convencimiento interior del conjunto de que elaborar el guiso perfecto estaba al alcance de sus manos, en este caso, de sus pies. El Barcelona consiguió interiorizar el ingrediente fundamental y no lo expulsó hasta que el horno en que se convirtió el Camp Nou se apagó.
Con el convencimiento instaurado en el equipo, ahora sí, la organización, pese a no ser el ingrediente secreto de la receta, es como el perejil para Karlos Arguiñano. Siempre ha de estar presente, aunque en fórmulas complejas como ésta, la cantidad necesaria sea menor. Es imposible imaginar poder obtener un resultado perfecto sin establecer un mínimo orden en la elaboración. El cuarto condimiento de la obra maestra es innato, el talento de cada uno de los protagonistas encargados de llevar a cabo el prodigio. Lo complejo es lograr exponer dicha capacidad sobre el escenario en una tesitura y situación de tal magnitud y bajo un estado de presión que desafía a los límites. Aunque no fue la función de más completo acabado de la cuadrilla azulgrana, innegable resulta atribuir al cuarto ingrediente el valor que corresponde.
Hay un quinto elemento totalmente imprescindible para condimentar una remontada perfecta. La suerte juega un papel fundamental en el desarrollo y consecución de una creación sensacional como la gestada en el Camp Nou. Y ésta, indudablemente, gozó de una envergadura descomunal. En el primero, pero sobre todo en el segundo gol, anotado en su propia portería por parte de Kurzawa, se añadieron las primeras gotas de fortuna para la consecución de la gesta.
Perseverancia, fe, fortaleza mental, frescura física y psicológica, raza y coraje se fueron añadiendo a la olla presión en la que se cocinó el banquete imposible. Y lo hicieron en los momentos precisos, sin un orden definido, a impulsos desgarrados por aquellos que creyeron que sus pies, calzados con botas de fútbol, guardaban la maestría necesaria para modelar aquello que jamás nadie había conseguido. Factor clave también resulta que no se produzca prácticamente ninguna irrupción indeseada en la habitación en la que se cuece el guiso. Y ello debió entender el PSG, que apenas hizo acto de presencia en el Camp Nou y facilitó de esta forma la empresa iniciada por el equipo culé.
Una obra maestra como la que se gestó anoche en la cocina del Camp Nou no podía estar exenta de un último elemento, la polémica. Necedad sería obviar que los errores arbitrales alimentaron decisivamente las opciones del conjunto culé de hornear una hazaña sin precedentes. Aytekin no tuvo una empresa sencilla, sería un disparate negarlo. No obstante, al equipo de ‘chefs’ dirigido por Luis Enrique como perfecto jefe de cocina le terminaron favoreciendo también los errores cometidos por el juez de la contienda, lo cual igualmente sumó como un aliño añadido al ingreso del Barça en la ‘Guía Michelín’ con letras de oro.
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En definitiva, el proceso de elaboración de un plato ‘3 estrellas’ denominado ‘Lo imposible’ de resultado celestial requiere la disposición de los ingredientes necesarios, agregados en su medida perfecta, en el momento oportuno, que posibiliten que aquello que resulta inconcebible concluya siendo un sueño hecho realidad, una proeza al alcance de los elegidos. Un banquete preparado a conciencia con el toque final del gol de Sergi Roberto que hizo las delicias de los comensales que anoche se reunieron en un templo gastronómico exquisito denominado Camp Nou.
Vocación de periodista. Pasión por el fútbol, especialmente Segunda División Española. Escribo en @SpheraSports.
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