Hay un nombre que, a tenor de su
sobresaliente rendimiento, de su gran proyección y del compendio de virtudes
que muestra y demuestra en cada partido, tiene que estar necesariamente encima
de la mesa de todas las secretarías técnicas de equipos con claras aspiraciones
europeas o con firmes hechuras continentales que estén buscando portero de cara
al próximo verano. Y ese nombre es el de Rui Silva. El guardameta del Granada
está siendo uno de los principales protagonistas de la alta
competitividad que está mostrando el equipo de Diego Martínez a lo largo de
la temporada y empieza a ser muy difícil entender por qué aún no ha recibido ni
siquiera una convocatoria por parte de Fernando Santos para integrar la nómina
de la selección absoluta portuguesa.
Rui Silva es un portero muy
completo. No especialmente ducho con los pies (52.2% acierto), aunque el dato
es un poco engañoso, ya que se desenvuelve bastante bien en el juego en corto
en fase de inicio, pero en todo lo demás, es decir, en lo que realmente
concierne a la custodia de los tres palos, el portugués es un resumen
canónico de todo lo que hay que hacer y transmitir para ejercer su profesión.
Tiene una técnica muy pulida, mezcla a la perfección envergadura y agilidad,
despeja siempre hacia los lados para no conceder rechaces, es un valor seguro
por alto, un blocador como pocos y hace de su templanza un gran atributo. Nunca
tiene un ademán o una acción que denote agitación o falta de control, lo que
redunda en una transmisión de seguridad para todo el balance defensivo de la
que este se sirve como motor y certeza.
El portero del Granada es el
tercero de toda La Liga que más paradas realiza por partido (3.2) entre
aquellos que han disputado al menos la mitad de los encuentros como titulares,
tan solo por detrás de Aitor Fernández (Levante) y de Manolo Reina (Mallorca),
aunque el luso lo hace en un equipo mucho más sólido defensivamente a nivel
colectivo y de los que menos errores cometen atrás, por lo que su significación
no se debe tanto al volumen de remates claros en contra y resulta un poco más
“realista” en ese sentido. Y tampoco es que lo haga excesivamente abrigado por
un sistema marcadamente replegado, ya que los de Diego Martínez intentan evitar
parapetarse en un bloque demasiado bajo y poblado, ya que prefieren defenderse
siempre por medio de una notoria agresividad hacia delante.
Tras pasar una temporada y media
prácticamente en blanco en la plantilla nazarí a la sombra primero de ‘Memo’
Ochoa y luego de Javi Varas, Rui Silva se está destapando como una de las
grandes relevaciones de la temporada en La Liga. A sus 26 años, está
dibujando una progresión magnífica para entrar de lleno en sus años óptimos de
rendimiento con todo a favor para formar parte de la élite de la demarcación,
a la que por condiciones debería sin duda pertenecer. Tan solo le falta
sostener con continuidad la demostración del nivel al que está rayando
actualmente cada fin de semana a lo largo del paso de las temporadas con
actuaciones tan brillantes como la que dejó en San Mamés en la ida de las
semifinales de la Copa del Rey.
El portero del Granada fue el
principal responsable de que su equipo siga vivo en la eliminatoria con tres o
cuatro paradas de mucho mérito, siendo decisivo en los momentos más críticos
del partido y permitiendo sobrevivir a los suyos a través de esa sensación de
seguridad en cada intervención que lo define, en una noche donde lo normal
hubiese sido caer goleados ante un Athletic muy superior. Un dominio que, con
Roberto Soldado constantemente superado por cualquiera de los tres centrales
locales para poder poner de cara, esperar y juntar arriba al equipo con sus
apoyos y descargas, apenas dio réplica en campo rival, por lo que el nivel de concentración
de Rui Silva se vio mucho más exigido por la continuidad del trabajo, aunque
sin resquebrajarse en ningún momento pese a que el equipo tuvo que vivir esta
vez muy abajo, sin estar acostumbrado a hacerlo.
Tan superado se vio el Granada en La Catedral que lo mejor que pudo rescatar del partido fue el resultado y esa sufrida derrota por la mínima que en absoluto derriba sus esperanzas, labrados sobre la valiosa capacidad de supervivencia que poseen y que están desarrollando más si cabe los de Diego Martínez para agarrarse al marcador incluso cuando son tan inferiores futbolísticamente a su rival como lo fueron en Bilbao. Una resiliencia, aderezada por el talento que su técnico dejó patente una vez más para cambiar situaciones y ajustar tácticamente su estructura con el partido en marcha, que puede marcar absolutamente las diferencias y que se asentó, especialmente durante la primera mitad, sobre su excelente portero y su excelso estado de forma.
Con él bajo palos, el Granada aún
conserva sus posibilidades de acceder a la final de Copa intactas, aunque la
balanza se haya desequilibrado en su contra. Si Rui Silva continúa
respondiendo a este nivel, los de Diego Martínez saben que siempre van a tener
encima de la mesa la posibilidad de encontrar el gol que iguale la
contienda o que ponga bocabajo el campo a su favor en un momento dado de la
eliminatoria, incluso si el Athletic logra dominar la vuelta en Los Cármenes
como hizo en su feudo. Saben que van a poder encontrar el escenario durante
alguna fase del choque para aprovechar una o dos ocasiones arriba, aunque su
generación de peligro vuelva a ser discontinua e incluso escasa. Y todo porque
su portería la ocupa Rui Silva. Hay portero y a partir de ahí, todo puede
terminar llegando.