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Gordon Ainsleigh; el jinete sin caballo

Todas y cada una de las modalidades deportivas que existen o que han existido, incluyendo las más populares, fueron completamente desconocidas hasta el instante en que su creador decidió presentarlas en sociedad para que la gente pudiera ponerlas en práctica. Años atrás, hace mucho mucho tiempo, a alguien se le ocurrió chutar un balón para hacerlo pasar entre dos palos, o lanzarlo con las manos con la intención de encestarlo en un aro, aportando una nueva práctica deportiva sin ser demasiado consciente del descubrimiento que acababa de realizar. El Trail Running, especialidad atlética que consiste en correr por todo tipo de senderos, bosques y montañas, no podía ser menos, y de la misma manera que los demás deportes también tiene su fecha de nacimiento marcada en el calendario.

Al igual que otras muchas especialidades deportivas, el Trail Running vio la luz gracias a las casualidades. Su creador, a pesar de que en un primer momento no fue consciente de que estaba dando vida a una nueva modalidad de carrera, fue el norteamericano Gordon Ainsleigh. Nacido en California en 1947, Ainsleigh tuvo una infancia marcada por la separación de sus padres, este hecho provocó una serie de alteraciones en el pequeño que lo convirtieron en un niño extremadamente sensible. De carácter reservado y poco amigable, aprovechaba los recreos en el colegio para correr hasta su casa para ser abrazado por su abuela, para posteriormente volver a toda velocidad antes de que sus compañeros volvieran a las aulas, dando comienzo de esta manera a un bonito idilio entre el pequeño Gordon y las carreras.

Durante su adolescencia fue un chico problemático, fue acusado de varios hurtos menores obligando a su madre a tomar la decisión de mudarse ante las habladurías de los vecinos. Intentó formar parte del equipo de atletismo de su instituto, pero tras realizar las pruebas fue finalmente rechazado por lento.

Tras intentar ingresar sin éxito en la Universidad de Berkeley inició sus estudios en la Universidad de Santa Bárbara, realizando un descubrimiento vital para que posteriormente las casualidades lo llevaran a recorrer gran cantidad de kilómetros corriendo a través de bosques y montañas. La universidad disponía de establos, lugar donde Gordon mostró un gran interés por los caballos y donde montó uno por primera vez. Tras años practicando consiguió tener su propio caballo, un bonito ejemplar llamado Rebel con el cual realizó grandes cabalgadas y con el que, tras ver un folleto en que se anunciaba la Western State 100 millas, intentó participar en dicha carrera.

En su primera tentativa para disputar la prueba le fue denegada la participación, sin embargo un año más tarde tuvo la oportunidad de tomar la salida. Pero la experiencia no fue todo lo positiva que él hubiera deseado, dado que tras recorrer tan solo 29 millas Rebel comenzó a cojear, obligando a Gordon Ainsleigh a abandonar la competición.

Poco tiempo después de la decepción que aquello supuso, nuestro protagonista se hizo con un nuevo caballo, un robusto ejemplar con el cual entrenó a conciencia durante varios meses. Al mismo tiempo Ainsleigh inició una tormentosa relación con una joven de su localidad, un noviazgo con múltiples idas y venidas que a la postre también acabaría resultando esencial para que el jinete norteamericano descubriera su afán por correr.

 Poco tiempo antes de participar en la edición de aquel año de la Western State 100 millas, Gordon decidió regalarle a su pareja su caballo como muestra de amor incondicional, un sentimiento pasional que terminó con sus aspiraciones, puesto que días después la chica decidió poner fin a la relación llevándose consigo al animal. En su biografía el propio Gordon reconoce que regalar su purasangre a una joven inmadura fue un error: “Le regalé mi caballo aun sabiendo que ella me iba a dejar, por lo que realmente fue una estupidez hacer lo que hice”.

La testarudez de Ainsleigh entró en escena, donde la gran mayoría hubiera tirado la toalla él sacó a relucir su espíritu competitivo, un afán de superación que se avivó con los comentarios de algunos de sus compañeros de prueba, quienes tras averiguar lo sucedido le animaron en tono burlesco a que participara en la carrera a pie.

Desde ese mismo instante Gordon inició un exhaustivo plan de entrenamiento con un único propósito, ser el primer hombre capaz de terminar una prueba de tal exigencia como la Western State 100 millas con la única ayuda de sus piernas. Tras un enorme sufrimiento logró completar varias sesiones en las que corrió distancias cercanas a las 40 millas (64,300 km), presentándose finalmente el 4 de agosto de 1974 en la línea de salida de una carrera de caballos sin la compañía de ningún animal.

A sus 27 años y con un aspecto minimalista compuesto por una frondosa barba, una larga melena y la ausencia de camiseta alguna, un estilo con el que se identifican varios ultrafondistas en la actualidad, Gordon tomó la salida. A lo largo de las primeras 15 millas el jinete sin caballo consiguió aguantar el ritmo de aquellos que iban sentados en sus sillas de montar, para posteriormente iniciar un largo descenso donde la ausencia de sombra provocó una importante deshidratación en el atleta.

Después de encontrar en el camino diversos caballos fallecidos debido al calor y al agotamiento, Ainsleigh alcanzó el ecuador de la carrera completamente exhausto. La idea de abandonar comenzó a rondar su cabeza, una mente igual de maltrecha que sus piernas ante el titánico esfuerzo realizado. En lo alto de una colina, decidido a tirar la toalla justo cuando finalizara el descenso, pero justo en ese instante se topó con dos jinetes que no podían seguir adelante debido al cansancio acumulado de sus caballos. Uno de ellos, un anciano de la zona, ofreció a Gordon agua y algunas tabletas de sales, además de unas palabras de aliento que lograron que el atleta fuera consciente de la proeza que estaba realizando, continuando con su cometido a pesar de encontrarse enormemente fatigado. 

Con la testarudez por bandera consiguió alcanzar el punto de Michigan Bluff, a unas 20 millas de la llegada, donde pidió a una joven amazona que lo acompañara hasta la línea de meta, temía no ser capaz de lograrlo, necesitaba sentirse acompañado para poder hacer historia. Menos de 24h después de que Gordon Ainsleigh tomara la salida entre las risas de muchos de los participantes, aquel joven jinete sin caballo alcanzaba la llegada entre las miradas de asombro de los allí presentes, algunos de ellos decidieron emularle en siguientes ediciones de la prueba, convirtiendo la Western State 100 millas en una de las carreras a pie más prestigiosas de toda Norteamérica. 

Las casualidades y la testarudez de Gordon Ainsleigh aportaron al mundo un deporte que al practicarlo se convierte automáticamente en un modo de vida, una modalidad que gana adeptos al mismo ritmo que sus devotos recorren todo tipo de parajes bellos e inhóspitos. Un 4 de agosto de 1974 un joven californiano realizó un descubrimiento que cada vez más personas agradecen a día de hoy: el Trail Running.

Imagen de cabecera: Imago

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