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La gloria desvanecida

En el verano de 2009, Florentino Pérez acababa de retornar a la presidencia del Real Madrid. Se gastó 230 millones de euros para traer a algunos de los mejores jugadores del mundo en ese momento. Tres en especial: Cristiano Ronaldo, Kaka’ y Karim Benzema, además de Xabi Alonso, Raúl Albiol o Álvaro Arbeloa. Una auténtica revolución. A esa lista se pudo unir un hombre que, echando la vista atrás, sonará insólito para muchos lectores.

Gaetano D’Agostino nació en 1982, en Palermo. Aunque suena a desgraciado tópico, su padre, Giuseppe D’Agostino, tenía estrechas relaciones con la Cosa Nostra. En 1994, fue detenido en una trattoria de Milán junto a los hermanos Giuseppe y Filippo Graviano, capi de una familia mafiosa con gran poder tras la detención del boss Salvatore Riina un año antes. Ambos fueron responsables de varios atentados en 1993 y estuvieron implicados en el asesinato de los jueces Giovanni Falcone y Paolo Borsellino en 1992.

Según la investigación judicial, Giuseppe D’Agostino estaba allí para aprovechar el contacto de los hermanos Graviano con Marcello Dell’Utri, mano derecha de Silvio Berlusconi. Un favor. ¿El objetivo? Conseguir una prueba en el Milan para Gaetano, que entonces tenía 12 años y ya destacaba en los campos de Palermo. El test se realizó, pero Gaetano, no se sabe si por la detención o por razones técnicas, no entró en la cantera rossonera.

“Esta historia me condicionó mucho. Para sacarme de Palermo, mi padre hizo de todo, incluso estuvo en la cárcel, con dignidad. Era un vendedor ambulante con dos amores: el trabajo y el fútbol. Cometió un error: arruinarse la vida para salvar la mía. No quería que acabara como el resto de chicos de mi edad. Sin el fútbol, en el mejor de los casos habría acabado como vendedor en el mercado. En el peor… no lo sé”. Así hablaba Gaetano sobre su padre en una entrevista en La Repubblica hace un tiempo.

Con 16 años, D’Agostino salió de Palermo, pero con destino Roma. Allí se hizo futbolista, pero no llegó a triunfar, aunque jugó un partido el año del Scudetto. Se fue a Messina en 2005, donde por fin explotó como futbolista. Aprovechando su protagonismo y que compartía equipo con Giuseppe Sculli -cuyo abuelo era boss mafioso en Calabria-, el corresponsal en Italia Enric González escribió que Gaetano se fue a Roma por amenazas contra su vida, debido al arrepentimiento de su padre. Incluso que tenía que entrenar con escolta. D’Agostino siempre lo ha negado: “Nunca me ha amenazado nadie. En esa época, la Cosa Nostra era tan potente que no le hacía falta amenazar”.

De Messina a Udine. Gaetano entró en la élite del Calcio en el norte, especialmente tras su maravillosa temporada 2008/2009. Un mediocampista de puro talento, de aquellos que siempre tocan el balón con la cabeza alta, que utilizan la pierna izquierda con la precisión de una mano. Y eso llamó la atención del Real Madrid.

“Mi antiguo abogado todavía tiene la copia del precontrato con el Real Madrid y los billetes de avión. Me llamó Ernesto Bronzetti, el intermediario. Recuerdo que estaba jugando a la Play Station. La oportunidad de irme a la Juve se había esfumado poco antes”. En efecto, la Juventus también pudo ficharle ese verano. Sin embargo, las exigencias de Udinese fueron demasiado altas -“si hubiera estado Marotta y no Secco en la Juve, me habrían fichado”, recuerda en una entrevista en el portal de Gianluca Di Marzio-. Los bianconeri terminaron contratando a Felipe Melo por 25 millones, con catastróficas consecuencias.

“Estaba con un cigarro en la boca y el mando en las manos. Vi un número extraño en el teléfono y respondí. Me dijo quién era y lo que quería proponerme. El Real Madrid. Pensé que era una broma y colgué”. Bronzetti volvió a llamar. Gaetano dejó la Play se encendió un segundo cigarro, ansioso.

“Bronzetti me preguntó si estaba casado. Le dije que sí. Me respondió diciendo que era algo bueno, que Madrid era una ciudad de tentaciones. Volví a pensar que era una broma”. Estaba todo preparado. Billetes de avión a Madrid. Contrato de cinco años y sueldo de dos millones de euros más primas. Iba a firmar ese mismo día por el Real Madrid.

Y todo se esfumó. Nadie fue a buscarle a casa esa tarde. Udinese volvió a exigir demasiado: 20 millones de euros más dos jugadores de la cantera madridista. El Real Madrid optó por Xabi Alonso. También le quería el Napoli, que preparaba su asalto definitivo a la superélite. Tampoco salió adelante. D’Agostino se quedó en Udine. Rozó el cielo y terminó cayendo a las catacumbas del Calcio.

Ese mismo verano había debutado con 27 años con la selección italiana, destinado a ser el suplente de Pirlo. Jugó cinco partidos con la Nazionale, pero su temporada con Udinese, hundido anímicamente, no fue buena. Se rompió la rodilla en febrero y se perdió el Mundial de Sudáfrica 2010, de infausto recuerdo para Italia. “Lo perdí todo en poco tiempo”.

Se desvaneció poco a poco. Una temporada mediocre en Florencia. Dos años en la acera de enfrente en Siena, con un paréntesis en Pescara. En su último año en Serie B su calidad seguía marcando diferencias, pero su trotar triste sobre el Franchi denotaba que todo había acabado. También para el Siena, que desapareció ese mismo verano, ya en 2014. Terminó su carrera en ese fascinante mundo que rodea al infracalcio. Se refugió en Dios. Dos meses en la Fidelis Andria. Luego a Benevento. Pudo irse a Japón. Terminó en la Lupa Roma. Se retiró con 34 años.

Ahora entrena al Anzio, equipo de Serie D en una discreta ciudad a las afueras de Roma. Hace 15 años le llevaba los balones en los entrenamientos a Capello, Totti, Batistuta o Cafú. La gloria estuvo a una firma. Se desvaneció entre sus manos. Siempre con la cabeza alta, el apoyo de Dios y la nostalgia del pasado, continúa su camino.

Madrid, 1993. Oscense de adopción. Editor en @SpheraSports. Combino Calcio y ciclismo con todas las consecuencias.

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