Cecilia Lagos | Santiago de Chile | La crisis actual del fútbol chileno no tiene antecedentes. Y eso que crisis hemos tenido, de todo tipo además: futbolísticas, económicas e institucionales, pero creo que nunca todas juntas en una así de grande. Menos aún con un ex-presidente fugándose del país por ser parte del crimen organizado internacional.
La Asociación Nacional de Fútbol Profesional (ANFP) se desmorona y son los mismos que miraron hacia el lado cuando se estaba minando el campo, los que ahora quieren salvarla en las próximas elecciones. Los mismos que dicen no haber sabido ni visto absolutamente nada de los delitos, la corrupción y las turbiedades que ejecutaron el ex-presidente Sergio Jadue y el ex-secretario Nibaldo Jaque, junto a otros que aún no sabemos, en sus propias narices. Los mismos que votaron por Jadue dos veces, para dos presidencias consecutivas. Pero ni siquiera para ese salvataje pueden ponerse de acuerdo, probablemente porque ni siquiera saben bien qué es lo que quieren.
Hasta el momento hay dos listas, dos grupos en pugna por quedarse con la presidencia y directorio vacantes de la ANFP, pero sin expresar claramente cuáles son sus ideas ni qué los diferencia de la otra propuesta. Lo que uno percibe desde afuera es que, antes de pensar en soluciones y medidas para ofrecer en este momento casi terminal, ellos se agrupan en bandos según la defensa de los intereses propios que puedan tener en común. Y eso lo disfrazan de bien superior. Al final, nada nuevo. No es salvar ni ponerse al servicio del fútbol, o su transparencia y orden institucional, sino salvarse a sí mismos. Aunque quiero desmarcar de esa apreciación a Arturo Salah, quien va como postulante a presidente de una de las listas, y a Ricardo Abumohor. Los dos me parecen hombres de fútbol, respetables en acción e intención y con manejos transparentes en las experiencias que han tenido como DT y expresidente de Blanco y Negro (Colo Colo), en el caso de Salah, y como presidente de O’Higgins de Rancagua y expresidente de la ANFP, en el caso de Abumohor. Este último además siempre fue opositor a Jadue y venía advirtiendo hace rato al resto de los clubes que la historia no estaba destinada a terminar bien, pero el consejo de presidentes no lo quiso escuchar.
La destrucción y los escombros que han dejado Jadue y compañía, son inmensos. El terremoto acaba de terminar y no se sabe aún cuánto de lo poco que ha quedado en pie se puede restaurar y cuánto hay que demoler definitivamente. Nosotros sabemos que después de un terremoto siguen las réplicas, noche y día, por un buen tiempo. La sacudida fue la renuncia y la escapada de Jadue a Miami para colaborar con el FBI como acusado en el caso de corrupción FIFA. Las réplicas han sido descubrir uno por uno todos los abusos de poder y financieros que cometieron Jadue y sus cómplices aquí: Caos en las cuentas de Copa América 2015; préstamos millonarios fuera de reglamento a clubes; dineros locales e internacionales, entrantes y salientes, transferidos sin declaración ni respaldo; contratos y compromisos económicos millonarios adquiridos con Sampaoli que deberán ser revisados legalmente; patrimonios personales aumentados sin justificación; pagos ilegales de sueldos a la directiva… lo que quieran. Cada día nuevas vergüenzas e indignaciones.
Lo peor de todo es que nadie colabora. Hay pactos de silencio. Uno más que caiga y la cadena llegará no sabemos hasta dónde. No hay responsables. Nadie vio nada, nadie imaginó nada. La justicia chilena y el Servicio de Impuestos Internos le han caído encima a la ANFP también. ¿Y la pelotita? Ahí, sufriendo. El campeonato local en nivel paupérrimo; clubes empobrecidos; sistemas de clasificación absurdos a copas internacionales y cero competitividad en éstas; unificación aún más absurda de nuestro calendario con la temporada europea; programación improvisada; bajas históricas de asistencia a los partidos; violencia sin castigo ni control en los estadios, etc. Y todo esto, cinco meses después de haber obtenido nuestro máximo logro deportivo, nuestra primera Copa América, que no fue más que el pretexto perfecto para armar una maquinaria de billetes y robarse nuestro fútbol. Pero esto tenía que saberse. La podredumbre no podía seguir escondida y debe limpiarse. El problema es que no sabemos cómo o hasta dónde les conviene limpiarla. El hincha autoexiliado de las canchas clama por confianza y transparencia totales, pero no hay certeza de ello. Aún peor, no se espera mucho de lo que pueda suceder el 4 de enero en las próximas elecciones. Y ahí estamos, encerrados. A oscuras. Indefinidamente. Al final de la luz, un túnel.