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Festina Lente

César Augusto fue el primer emperador romano y el más longevo. El que dio nombre al mes de agosto, al término Kaiser para los alemanes (de Káesar, que significa emperador), el que rescató la cultura griega y el que fundó la actual ciudad de Zaragoza (Caesaraugusta). Su grandeza es solo equiparable a la de su tío abuelo, el mismísimo Julio César.

Las claves del éxito de su reinado, marcado por una progresiva expansión territorial y la modificación a su antojo de las instituciones romanas, tienen que ver un proverbio que utilizaba como forma de vida: Festina Lente. Augusto adoraba esta frase latina, que traducida al castellano significa Apresúrate lentamente. Sabemos por escritores romanos de la época que el emperador usaba la cita con mucha frecuencia tanto en conversaciones y discursos como en la correspondencia. Era un hombre con las ideas claras, que no tomaba decisiones en caliente y que quería lo mismo para sus súbditos e incluso sus sirvientes, a los que les enseñaba que “mejor hacer algo un poco más lento y bien, que deprisa y mal”.

Grandes reyes y gobernantes han parafraseado a Augusto a lo largo de la historia, desde Napoleón hasta nuestro Fernando VII, según se rescata en los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós, aunque con una expresión más coloquial y que se convirtió en un dicho popular que perdura en nuestros días: «Vísteme despacio, que tengo prisa». Se diga como se diga, el refrán vale tanto para gobernar reinos como para quitar la nieve de la calle, por poner un ejemplo cercano. Y en el ámbito del deporte, sobre todo el juvenil, debería aplicarse más a menudo. Que se lo digan a Carlos Boluda, el joven tenista que compararon incesantemente con Nadal y que ha colgado la raqueta con tan solo 27 años (imperdible esta carta abierta en Eurosport). O la inmensa cantidad de “diamantes en bruto” que viajan desde Latinoamérica con promesas que en la mayoría de casos nunca se cumplen, fruto de un capitalismo descontrolado que retrata muy bien Juan Pablo Meneses en su libro ‘Niños Futbolistas’.

En España ocurre con más reiteración de la que debería, sobre todo en el deporte rey. No hay un solo culpable. El padre que presiona a su hijo para que sea la estrella que él no fue, el entrenador que ve la oportunidad de llamarse “el descubridor de Fulano”, la prensa rebosante de ensalzar un reclamo mediático en tiempos de crisis o el club que busca justificar de cualquier modo los 45 millones de euros que se gastó en un jugador que ni siquiera ha debutado en la élite. Cuando Vinicius se estrenó a sus 16 años con el Flamengo, tiritaba de los nervios. Prácticamente no le salió nada bien y todo porque cada uno de sus movimientos fue observado con lupa por miles de ojos. «Marcelo me lo advirtió: aquí, un día eres Pelé y al otro no juegas nada», dijo en una entrevista en MARCA. Hoy el brasileño vive en el ostracismo tras sumar 21 minutos en las últimas cinco jornadas. Pero tiene 20 años y toda una carrera por delante.

No hacemos ningún favor añadiendo una responsabilidad en las espaldas de quien no debe soportar ese peso. Lo mismo se puede decir de Rodrygo, Ansu Fati (hará tres partidos malos después de su lesión y le compararán con Jesé), Yunus Mensah, Ander Barrenetxea, Kang-in Lee, Bryan Gil o la reciente camada de debutantes en el Villarreal, empezando por Yéremi Pino. No todos están hechos de la pasta de Pedri, que a sus 18 años juega, habla y actúa dentro y fuera del campo con una madurez impropia. La última víctima de este círculo vicioso que se repite una y otra vez (no aprendemos) es Takefusa Kubo. En este caso añadimos un componente adicional: su país de origen. Japón es un objetivo por explotar en la Liga y allí están locos con él. España, Japón, la Liga y el propio Real Madrid saben el beneficio que puede suponer que el joven nipón se convierta en una absoluta estrella.

Pero Kubo tiene 19 años. A pesar de su notable segunda vuelta con el Real Mallorca, donde ya dejó destellos de su tremendo potencial, lo peor que se puede hacer con él es tener prisa. El Villarreal parecía el escalón perfecto para su progresión, pero se topó con un hueso. Unai Emery es ese tipo de entrenador que no cede pese a que le lleguen mensajes tales como “el Madrid se molesta porque Kubo no juega”. En el ambicioso proyecto amarillo se han juntado futbolistas de primer nivel que le han cerrado la puerta, desde Moi Gómez a Chukwueze pasando por el ya mencionado Yéremi Pino. A pesar de todo disputó 19 partidos y tuvo oportunidades de sobra para ganarse un hueco en el once titular. No lo consiguió y es lo más normal del mundo. El Villarreal no pelea por no descender. Aspira a estar en puestos de Champions League. Y Emery no puede permitirse alinear por decreto. Lo explicó muy bien en una entrevista en AS con Javi Mata.

“Kubo es un gran chaval, es un chico que quiere crecer y que tiene muchas ganas de hacerlo. Él es consciente de que tiene un reto, el de ser el primer jugador japonés que llegue al máximo nivel, y hay mucha gente que desea que eso sea así y que quiere acelerar los procesos. Pero esa aceleración no es buena, debe adaptarse y debe crecer para competir en todas las opciones y posiciones. Puede jugar en tres posiciones, en el puesto de siete es su mejor puesto, pero ahí tiene competencia alta. Por el centro trabaja para mejorar y en la izquierda debe crecer más, por lo que estamos en ese proceso. Entiendo el ruido mediático, es una estrella fuera del campo, pero debe serlo dentro. Nuestra obligación es que lo haga de la mejor manera posible y cuidar de él para que pueda alcanzar ese objetivo. Yo no le he dicho a ningún jugador que tiene asegurado jugar, ni que seremos Champions contando con él, es algo que no haría. Para alcanzar un objetivo es algo de todos, de todo el equipo, no por un solo jugador por más bueno que sea”.

La decisión de acabar su cesión en el Villarreal y marcharse al Getafe puede tener dos lecturas que además pueden ser complementarias: la de un joven jugador que ha preferido la vía fácil en lugar del esfuerzo que supone abrirse camino en el exigente vestuario amarillo, y la del producto mediático que todos necesitan colocar en el escaparate para que de sus réditos. La operación seguro que puede ser buena para todas las partes: Kubo maravilló en Elche saliendo desde el banquillo y creando las jugadas que propiciaron los dos tantos que dieron la victoria al conjunto azulón. No se crean que lo hacía mal en Castellón, pues además de actuaciones desapercibidas dejó ráfagas de crack, del que puede ser muy bueno en esto. Pero Emery priorizó el colectivo, y dio a Kubo unas pautas que no logró asimilar del todo. Ojo porque ha cambiado al técnico vasco por nada menos que José Bordalás. Otro que no se casa con nadie.

En un Getafe que se ha visto peleando por la salvación tras temporadas rondando los primeros puestos Kubo puede tener los minutos que él y su entorno deseaban, incluso en un sistema donde futbolistas de su corte no suelen comenzar los partidos. Pero que no se equivoque: si quiere triunfar algún día y alcanzar las gigantescas expectativas creadas en la tierra del sol naciente y aplicadas también en Valdebebas, deberá sujetarse cada día al proverbio con el que el emperador César Augusto llegó a la cima para quedarse. Festina Lente.

Imagen de cabecera: DOUGLAS MAGNO/AFP via Getty Images

Alicante, 1991. Mi madre siempre me decía: "No sé por qué lloras por el fútbol, sino te da de comer". Desde entonces lucho por ser periodista deportivo, para vivir de mis pasiones (y llevarle un poco la contraria).

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