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Fútbol sudamericano

Ezequiel Unsain, la muralla para recuperar la grandeza

“¡Newell’s carajo, Newell’s!”, gritaba enfervorizado Marcelo Bielsa mientras agitaba una bufanda con los colores de la entidad en el estadio de Ferrocarril Oeste el 22 de diciembre de 1990. Los rosarinos acababan de ganar el pulso que mantenían con River Plate y el entusiasta gesto de su carismático técnico permanece intacto en el imaginario colectivo ‘leproso’, que volvió a estallar de felicidad cuando bajo su tutela celebraron el entorchado en el Clausura 1992. Una sensación de júbilo reeditada en 2004 con el ‘Tolo’ Gallego a las riendas del equipo y experimentada por última vez en 2013, cuando a las órdenes del ‘Tata’ Martino los rojinegros reinaron en Argentina y se abrieron paso hasta la semifinales de la Copa Libertadores. Días de gloria que poco se asemejan a las sensaciones experimentadas en la última campaña, en la que siempre estuvieron alejados de los primeros puestos y superados por su vecino y eterno rival, Rosario Central.

“Sabemos que ni la gente ni nosotros queremos ver a Newell’s así. Tenemos que pelear el torneo y tratar de meternos en las copas. Hay que devolver al club al lugar que merece”, exponía recientemente en una entrevista concedida al diario La Capital Luis Ezequel Unsain, una de las escasas buenas noticias en la parte rojinegra de Rosario esta temporada. La irrupción de este guardameta de 20 años fue una de las grandes apuestas de Lucas Bernardi, que, tras reemplazar al ‘Tolo’ Gallego, le hizo pasar de tercer portero a titular en apenas dos meses. Descontento por el rendimiento ofrecido por Ustari, el excentrocampista confió su portería al canterano el 17 de agosto en el duelo disputado en el estadio Marcelo Bielsa frente a Temperley.

“El partido fue muy tranquilo, prácticamente no entré en juego. Así que me fui disconforme, necesitaba tener más participación para poder demostrar que estaba capacitado para ocupar el arco de Newell’s”, revelaba al recordar su estreno el cancerbero, que apenas tuvo que intervenir para dejar su puerta a cero. Solamente pudo insinuar su buen juego de pies, uno de los rasgos que definen su estilo. “Me gusta mucho jugar con las dos piernas”, expone un joven firme bajo palos que, aunque confiesa que no le agrada valorarse, se considera “un portero que intenta adaptarse a la modernización del puesto”. “En este último tiempo se han dado una serie de cambios. Unos cambios que implicaron una modificación en el desempeño de nuestro papel dentro del campo. La tranquilidad puede ser una virtud que traigo de mis inicios”, abunda.

Esa calma que él mismo destaca fue la mostrada durante los cuatro duelos que encadenó con su marco imbatido. Una serie que inauguró durante su primera prueba de fuego, el clásico ante Rosario Central en el Gigante de Arroyito, y culminó con el revés más duro de su breve trayectoria profesional, el 0-5 que le endosó Nueva Chicago. “En los goles el arquero siempre tiene algo para hacer, por eso vi el resumen del partido para corregir los errores que cometí. No me fijo en si las críticas son buenas o malas, trato de ser yo el que corrija mis errores o potencias mis virtudes”, expuso en un alarde de autocrítica cuando las críticas arreciaban sobre el endeble funcionamiento defensivo de su equipo.

 

Unas maduras declaraciones que son intrínsecas a su carácter como posteriormente reconoció. “Me considero muy autoexigente”, desveló acerca de una intransigencia con su rendimiento que considera como un arma de doble filo. “En lo negativo, no valoro lo bueno que hago, pero también me juega a favor porque siempre voy en busca de más”, describe sobre un espíritu de superación que le ayudará a pulir sus dudas en los envíos aéreos cruzados, el lunar que se ha apreciado en sus primeras apariciones junto a las carencias de velocidad en carrera mostrada en las salidas, un déficit subsanado por su valentía a la hora de achicar espacios.

A la portería por influencia paterna

“En una escuelita que reunía a varias localidades comencé mi sueño futbolístico. No lo empecé de arquero, fue de número nueve porque siempre me había gustado jugar en esa posición”, evoca el joven nacido el 9 de marzo de 1995 en Villa Alcaraz, una localidad de Entre Ríos. Allí comenzaba a inquietar a zagueros rivales hasta que su padre le persuadió para que diese un vuelco radical a su manera de entender el fútbol. “Mi viejo había sido arquero en su adolescencia y me impulsó a que yo también lo fuese. Hacía bastantes goles, pero cuando empecé a entrenar con él en la portería fue lo que más me gustó y pensé que ya no me movía de ahí”, explica el entrerriano. “Además, no me gustaba correr”, explicó en su primera comparecencia en la sala de prensa del club cuando fue preguntado por sus inicios.

“Muchos dicen que es el puesto más ingrato, pero para mí es el más lindo”, indica este meta de gran agilidad y excelentes reflejos, con frialdad para asumir el desafío desde los once metros. Tras la estela de su padre, se vio obligado a adquirir sus primeras enseñanzas bajo palos compitiendo con compañeros y adversarios que le superaban en edad. “No había las inferiores que hay aquí en Rosario. Teniendo trece o catorce años jugaba con chicos de diecisiete, por eso tuve pocos partidos, pero mi sirvió para dar el salto”. Un salto que se fraguó en 2008, cuando destacó en un amistoso entre un centro de alto rendimiento de Entre Ríos y Newell’s. Unsain destacó y Almirón, coordinador de la cantera ‘leprosa’, decidió incorporarle a las categorías inferiores del club.

Una incorporación con cierto suspense, ya que los cambios a nivel institucional sufridos por la entidad a final de aquel año, le obligaron a someterse a una prueba para que los nuevos dirigentes diesen el visto bueno que finalmente obtuvo. Ya en Rosario, solamente los infortunios físicos le restaron velocidad a su escalada en la cantera rojinegra. En 2013 llegó a la Reserva, la antesala del primer equipo, con el que realizó la pretemporada al año siguiente, el mismo en el que vivió una experiencia a nivel internacional defendiendo los intereses de la albiceleste en el Torneo Internacional del Cotif en L’Alcudia.

Modernidad y tradición

Con aspecto de cantante de boy band, las únicas estridencias de Ezequiel llegan con el balón en los pies y a petición de su técnico. “Bernardi me pide que tome riesgos”, indica el joven guardameta antes de confirmar que se siente “muy cómodo. Es mi estilo y la forma en la que  me gusta jugar”. Fundamentos modernos sin olvidar los principios tradicionales de la escuela argentina, con ese aguante denominado ‘a pie firme’ para no vencerse y dificultar la labor al atacante en el uno contra uno. Ingredientes para cocinar recetas de grandes actuaciones frente a Atlético Rafaela, ante Huracán, cuando sostuvo a su equipo con un hombre menos y ante Estudiantes de La Plata, rival que sufrió su magnífica exhibición de acierto y personalidad con Martino en la grada siguiendo su evolución.

 

El seleccionador le tiene en mente para los Juegos Olímpicos de este verano en Río de Janeiro, aunque todo apunta a que la titularidad está destinada a Rulli, que ocuparía una de las plazas para mayores de 23 años para otorgarle experiencia al equipo. “Uno se esfuerza todos los días para acercarse a la perfección, que no existe, pero siempre se trata de acercarse a los más grandes del fútbol”, sostiene el candado ‘leproso’, que saldó la temporada de su bautismo en la élite con 11 goles encajados en 12 choques disputados. “Creo que el peor error de un jugador es confiarse, porque los demás compañeros también tienen ganas de jugar y trabajan para eso. Por ello me esfuerzo al máximo para poder seguir como el año pasado”, afirma con la nueva temporada en Argentina a la vuelta de la esquina.

Admirador de Nahuel Guzmán, con el que compartió unos meses de entrenamiento en las instalaciones rojinegras, y de Manuel Neuer, aunque asegura no sentirse dueño de la meta en su club, sabe que Martino le tiene en su radar. “Cuando el ‘Tata’ dirigía a Newell’s iba a ver las inferiores y me conoce de esa época, peor uno siempre tiene que revalidar las condiciones y superarse día a día”, desvela el cancerbero, quien como cualquier joven futbolista argentino sueña con llegar al combinado nacional absoluto: “Siempre me pongo metas grandes y me encantaría llegar a la selección mayor”.

Propósitos lejanos por alcanzar de un imberbe que todavía da algunas muestras de su juventud cuando se sitúa junto a un micrófono. “Dejame que mande un saludo para toda mi familia y la gente de Alcaraz que siempre me apoya”, señaló en una muestra de espontaneidad tras finalizar la entrevista que el periodista le había de televisión le había realizado tras ser designado como mejor jugador del partido. “Entendemos que la gente exige más regularidad y más éxitos, pero también sabemos de la calidad y la jerarquía que tiene la plantilla. Estamos convencidos de que el 2016 puede ser un gran año para todos”, expresa con mayor madurez cuando habla de los objetivos colectivos a cumplir. Recuperar la competitividad extrema es el reto de un Newell’s que confía en un veinteañero para fortificar su muralla.

Orgulloso asturiano que observa con pasión el fútbol en cualquier parte del planeta. De los que intentan quedarse boquiabiertos con un jugador antes de que lo haga el resto del mundo. El éxito sin honor es el mayor de los fracasos.

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