Síguenos de cerca

Otros

Excitación de las grandes noches europeas

Dispuestos sobre una hilera de
mesas, generalmente en las últimas filas, o alzando la voz en medio de un
círculo imperfecto sobre un patio alborotado. Jugábamos a ser entrenadores,
discutíamos acerca de lo mejor para el equipo y destacábamos, con énfasis de
experto analista, las excelsas virtudes de un jugador rival del que habíamos
oído hablar apenas unos días antes. Cuando llegaba un día de Champions, de gran
partido europeo, en el colegio las horas se sumaban de otra forma. Incluso
dentro de clase departíamos en voz baja sobre el fútbol que veríamos unas horas
después. Hojas de cuaderno hacían de porras improvisadas. Perdíamos comba
académica pero nos anestesiaba de felicidad.

Todavía hoy, muchos años después, las
semanas orbitan en torno a las grandes noches europeas. Las que suceden a esa
fase de grupos que solo sirve para engañar al estómago y si acaso preparar al
corazón. Son grandes noches europeas las que llegan en febrero, cuando la luz
empieza ya a estirarse, ganando horas a la noche con timidez, y en las tardes
se disfruta de una frescura sin hostilidad, precursora del renacimiento
primaveral. El mes en el que a algunos locos nos dio por aparecer en este
mundo, espoleados quizás por las voces multilingües de un himno sonando a
rebato en la megafonía de cualquier estadio europeo.

Son esas grandes noches de febrero,
de octavos de final, el tránsito de un camino iniciático corto pero de una
intensidad abrasante. Noches en las que ya durante la siempre inestable
adolescencia sentías que todo se parapetaba. Los grandes males de esa época, el
fracaso de un examen, el rechazo de un amor, los fallos de una amistad,
mitigados por el sabor de una noche de Champions. Si es verdad aquello de que
el tiempo lo cura todo, aquella hora y media se antojaban suficientes para
fortalecer la fragilidad existencial.

Entre diciembre y febrero
transcurre un periodo temporal expuesto a todas las inclemencias imaginables.
Durante esos dos meses el Real Madrid se ha ido desplomando alevosamente en la
Liga, hasta abrir una brecha histórica frente al Barcelona, y ha caído contra
el Leganés en Copa. Excesivo castigo en tan poco tiempo y sin el respaldo
enérgico de un martes/miércoles europeo, competición transformadora para el
club blanco.

Quizás por eso vimos ayer en el
Bernabéu a un equipo que, durante la primera parte, demostró un fulgor
competitivo y un derroche técnico-físico al que nos tenía acostumbrado. Se
produjo una comunión entre jugadores y afición a cuatro días de iniciar esa
guerra a doble batalla contra el PSG en Champions. Como soy poco aficionado a
las casualidades, atribuyo este cambio anímico a la cercanía de la gran noche
europea, en la que el Madrid se asoma con la presión de jugarse la temporada en
180 minutos.

Ahora toca demostrar si lo visto
hasta ahora es un anticipo de lo que vendrá durante estas dos semanas o si
vuelve a derrumbarse el castillo de naipes, sostenido a base de ilusiones
fugaces. Una cosa sí está clara: de nada servirán las excusas. No hay un escenario
mejor. No hay una competición hecha más a medida. No hay ningún obstáculo que
impida a los jugadores del Real Madrid salir al campo a entregarse a la petit
mort
, esa construcción francesa (fíjense qué paradoja) con la que se
denomina al momento culminante después de una larga y frenética excitación
sexual. Para los aficionados del Madrid, el deseo libidinoso de estas noches va
camino de los tres meses de penurias y desgracias. Toca rematar la faena.

Periodismo en la UCM por vocación, pasión y convicción. Me dejan escribir en @MadridSportsEs y @SpheraSports. Librópata y curioso por defecto.

Comparte la notícia

Comentar la noticia

You must be logged in to post a comment Login

Leave a Reply

No te lo pierdas

Más sobre Otros