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Eufemismos

19 de Marzo de 2017. No habían transcurrido más que veinticuatro
horas desde que Quique Setién, en una rueda de prensa tristemente inolvidable
para muchos, anunciaba el cierre de las negociaciones de renovación con la
Unión Deportiva. Un periodista del programa El Larguero, tratando de arrojar
luz sobre el asunto, interpelaba a Miguel Ángel Ramírez:

-P: ¿Cree que la Unión
Deportiva Las Palmas va a seguir teniendo éxito sin Quique Setién?
-M.A.R.: Hombre, yo creo que eso sí
que lo podemos decir con rotundidad. No hay nadie imprescindible en una
organización. La U.D. Las Palmas existía antes de Quique Setién, existía antes
de que llegara yo, seguirá existiendo esté quien esté (…).

Unos minutos después, el periodista le pregunta si una de las causas de la
ruptura es que Quique Setién demandaba más poder.

-M.A.R.: Sí, por
decirlo de alguna manera. Nosotros tenemos una manera de hacer las cosas, a él
le rescatamos del paro (…) y eso son decisiones arriesgadas que tiene que tomar
una dirección deportiva.

Tan sólo dos días más tarde, el 21 de Marzo, el presidente
amarillo acudía a Territorio UD (Canarias En Hora) y aseguraba lo siguiente:

Yo creo
que no es la filosofía de Quique Setién, es la filosofía de la UD Las Palmas,
porque tiene un perfil de jugadores que hacen posible esa manera de jugar.
Además, ya lo hacían hace mucho tiempo. Es cierto que Quique ha recuperado esa
manera de hacer las cosas, por eso le trajimos. Buscamos un entrenador que se
acoplara y se adaptase a lo que queríamos y lo conseguimos. No dudo que el
próximo que venga reúna el perfil que el que se va. El modelo es el de la UD, y
para eso hemos configurado a un equipo y retenido a grandes valores. Queremos
consolidar un estilo de juego y que perdure en el tiempo

El tiempo no entiende de eufemismos ni subterfugios. Algunos
recursos lingüísticos ayudan a camuflar las verdades, a suavizar la dura
realidad con el único objetivo de confundir al receptor del mensaje e invitarle
a dudar. Poco le importa eso al tiempo. Su propio transcurso arranca de cuajo
máscaras y deshace artificios, tarde o temprano acaba mostrando la realidad de
una manera tan cruda, arroja tanta luz sobre el escenario que ni el mejor
histrión sale airoso del engaño. Una cosa es embaucarnos a nosotros, huesos y
barro, y otra bien distinta es timar a Chronos y Ananké, las fuerzas del tiempo
y el destino. Alguien apuntó demasiado alto.

Poco
más de un año después de aquello, cada uno disfruta de los réditos de su
trabajo. Mientras que el Betis lidera el grupo de los mortales, quinto
clasificado y con tres puntos de ventaja sobre el resto de equipos que aspiran a
Europa, nuestra Unión Deportiva se hunde inevitablemente en el fango de la peor
de las maneras: anticipadamente y sin rastros del estilo que, según el presidente
amarillo, “es de la UD, no de Setién.
Caprichoso el azar, que ha querido que este año el Betis juegue como los
ángeles y los amarillos cambien de partitura cada vez que vira el viento.

La comisión deportiva que sacó del paro a
Quique
, esa que se atribuyó los éxitos de forma pretenciosa y que cayó en
el narcisismo más grosero, es la misma que llegó a un acuerdo con el italiano
De Zerbi para, a última hora, darle el timón a Manolo Márquez. Pero tan solo se
lo dieron a medias, pues amarraron una cuerda a su extremo para poder guiarle
el rumbo e indicarles quiénes debían de jugar y quiénes no estaban preparados
para hacerlo (Fabio no está listo, dijeron, pero Aquilani sí). Manolo, un tipo
honrado donde los haya, dio un paso al costado, lo justo para que Juanito
susurrara al oído de Ramírez la solución a todos los males: Ayestarán. A esas
alturas el tarro de las vergüenzas amarillas estaba más que destapado, una
alternancia de vergüenzas deportivas y chismosas informaciones de malas praxis
dentro del vestuario. Eso es lo que se supo, imaginen todo lo que no llegó a
trascender. Cuando la opinión pública se había desgañitado exigiendo un
entrenador a la altura de la categoría, la comisión deportiva decidió que
tocaba otro espectáculo sobrecogedor. El entreacto entre la salida de Pako, la
corta gestión del interino Paquito y la llegada de Paco Jémez nos regaló un
nuevo baile de técnicos. Jorge Almirón fue el elegido, un De Zerbi de Diciembre que terminó siendo rechazado por la
Federación y dejando vía libre a Jémez, que seguía las evoluciones desde casa
con un trozo de turrón blando en la mano y el bolígrafo para firmar en la otra.
Esta última etapa, salpicada de tintes marciales, titulares amarillistas,
salidas de tono y más decisiones desastrosas -como la opaca venta de Viera o el
vergonzoso fichaje de Emenike-, concluye a día de hoy con el equipo a diez
puntos de la salvación cuando quedan veintiuno por disputarse. Tan solo un
milagro por partida doble (debacle de un Levante en alza y resurgir de una UD
en caída libre) sería capaz de mantener al club amarillo otro año más en
Primera. Ya nadie cree en él, ni los más optimistas tuiteros -cuya fe es
admirable- se atreven a apelar a la gesta a estas alturas.

El sentido común señala que el descenso se certificará pronto. La misma afición
que hace solo un año soñaba con grandes gestas y tardes de buen fútbol, tendrá
que encajar el hecho de que un cúmulo de decisiones nefastas por parte de los
gestores del club le devuelve a aquel lugar del que tanto le costó salir. Regresan
a Segunda después de sacrificar dinero, tiempo y sueños en un proyecto que les
vendieron como un éxito rotundo. Desde luego que rotundidad ha habido, pero en
otro sentido.
Es fácil intuir lo que vendrá a continuación: señalarán a quien que no tenga
temor a criticar –los traidores-, recordarán que una vez hubo
un héroe que salvó al club de la desaparición y henchirán el pecho con la buena
salud financiera. Lo que se haya hecho desde la Concursal, los tejemanejes y
las desvergüenzas, las actitudes de patio de colegio premiadas con una tarta y
los vaivenes de un proyecto instalado en la improvisación, para otro día. Hoy lo
que corresponde es seguir dando las gracias por salvar al club de la quiebra
años atrás. Como Setién, que debió de rendir pleitesía por habérsele rescatado
del paro. A la afición amarilla sólo le queda confiar en que aparezca alguien
que libere al club de su salvador, finalice
esta etapa gris y frene el desgaste que está sufriendo el escudo. O,
recurriendo a un eufemismo, que cesen los
daños colaterales de este proyecto.

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