La primera parte de España era un calco de los últimos años. Claro dominio. El rival sólo perseguía sombras. La superioridad de España era aplastante en algunas facetas del juego, o en la mayoría para ser exactos. Sin embargo, en el resultado no. Liechtenstein se atrincheraba atrás. Le bastaba para no sufrir. Los de Lopetegui movían la pelota pero de forma poco vertical. Sólo una jugada a balón parado había roto a la defensa rival. La parsimonia en el juego se iba apoderando de los futbolistas españoles. Todo demasiado sosegado. Sin ritmo frenético. Sin acciones desequilibrantes. Los malos augurios volvían a hacer acto de presencia. Thiago, Busquets, Silva y Koke no lograban batir las líneas defensivas contrarias. Diego Costa y Vitolo se aislaban o abusaban acciones individuales.
Un cambio táctico demoledor
En la segunda parte, Lopetegui se mostró. Los más incrédulos comenzaron a ver a un entrenador con dotes de mando. Sorprendió a todos, pero sobre todo a Liechtenstein. Un simple cambio táctico arruinó sus esperanzas. El 1-4-3-3 dio paso al 1-3-5-2. Un dibujo muy asimétrico, sobre todo por la parte izquierda del terreno de juego. Sergio Ramos en la derecha, Piqué en el centro y Jordi Alba en la izquierda. Vitolo y Nolito actuando prácticamente de extremos. Busquets guardando la espalda a la batería de jugones que tenía por delante de él. Silva, Koke y Sergi Roberto por delante, descolgándose y asociándose. Arriba un eficaz Costa.
España comenzó a moverse con velocidad, tanto con balón como sin balón. La presión tras perdida recordó a esa selección que parecía ser imbatible. El dinamismo espantó a la parsimonia. Sergio Roberto, Vitolo, Silva y Costa pusieron el cinco a cero. Tan sólo se había disputado un cuarto de hora de la segunda mitad. Morata se sumó a la fiesta con dos goles exprés. Silva cerró la cuenta. Ocho a cero.
Es sólo el comienzo, pero España promete
Una obra pictórica breve pero intensa. Siete goles en 45′. Unas pinceladas de Lopetegui que bastaron para mandar un claro mensaje. El encerrarse y atrincherarse ya no va a servir ante esta España. La selección está capacitada para manejar diferentes tesituras y esquemas del juego. Bastaba con trabajarlos y probarlos. Quizás en el pasado no se había hecho. La fidelidad a un estilo y esquema puede acabar desembarcando en una obsesiva y perjudicial creencia, y así sucedió en los últimos años. No hay que obviar que el rival era muy inferior, pero hay sensaciones que no entienden de contrarios. Quédense con esto. Hace poco los rivales nos sorprendían tácticamente; ahora lo hacemos nosotros. Esta España promete.