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Entre Valencia y Madrid

Hubo un tiempo en el que el Real Madrid no acostumbraba a ganar la
Champions de tres en tres… En 1998, la afición blanca llevaba 32 años sin tocar
con los dedos la ‘Orejona’, esa de la que se había convertido en señor y
propietario en los años cincuenta y sesenta. Por eso aquella final ante la
Juventus se hizo tan especial. Y por eso aquel día Pedja Mijatovic se convirtió en leyenda.

“Me saqué un billete directo a la historia
del Madrid”
, dijo el propio Pedja años después, en una entrevista en Marca. Jugador de
una calidad incuestionable, su nombre va ligado a la séptima Copa de Europa
como el ketchup a las patatas fritas. Suyo fue el gol que derribó el muro de
Angelo Peruzzi y de una maldición que cumplía más de tres décadas. “Teníamos dos opciones: hacer historia o
volver de Amsterdam como fracasados. Confiábamos en nosotros porque nos dimos
cuenta de que teníamos un gran equipo”.

Vaya si era bueno. A su lado en ataque figuraban Raúl González y Fernando
Morientes. Por detrás, Seedorf, Karembeu y Fernando Redondo. En defensa,
Panucci, Sanchís, Hierro y Roberto Carlos. Y en la portería, Bodo Illgner.
Claro que enfrente la Juventus de Alessandro del Piero (10 goles en el torneo)
era la gran favorita. El Madrid no estaba firmando un gran campeonato de Liga y
Mijatovic, para colmo, tenía un pinchazo en el gemelo en el último
entrenamiento antes de la final. A pesar de que hasta tres jugadores de la
plantilla habían pronosticado que anotaría el gol decisivo, las previsiones no
eran optimistas: El montenegrino no había anotado ni un solo tanto en aquella
edición.

Pero su regate a Peruzzi, su remate con la pierna izquierda y el balón
besando las redes cambiaron para siempre la historia del Madrid, que ganó dos
Champions más en los cuatro años siguientes y se hizo inalcanzable ante sus
rivales en Europa (más ahora si cabe tras conquistar cuatro de las cinco
últimas).
“Marcamos un antes y un
después”
, reconoce Mijatovic, quien también firmó tardes de gloria a las
orillas del Turia. En Mestalla firmó 28 goles en 40 partidos y luchó hasta el
final para ganar una Liga que se acabó llevando el Atlético el año del doblete.
Luego se marchó por la puerta de atrás (el Madrid pagó 1426 millones de
pesetas, cifra récord de la época) y rompió para siempre las relaciones entre merengues
y valencianistas.

Petición expresa de Capello, Lorenzo Sanz mandó a su vicepresidente,
Ignacio Silva, al domicilio de Pedja. No se fue hasta que consiguió la firma
del contrato.
“El Barça me hizo una
oferta pero sin concretar las cosas. En cambio, con el Madrid me entendí en
apenas cinco minutos”.
Las broncas entre Sanz y Francisco Roig fueron
notables por aquellas fechas. El propio presidente del Valencia amenazó con
llevar al club blanco a los tribunales y le acusó de haber financiado el
fichaje con ayuda de Antena 3. Muchos coinciden en que el ‘antimadridismo’ en
Valencia nació a partir de aquel fichaje. Desde entonces, los Ayala, Aimar,
Mendieta, Villa, Silva o Mata han sido pretendidos por el Madrid, sin suerte.
Raúl Albiol fue el único que pudo cambiar Mestalla por el Bernabéu. Un jugador
en 20 años.

Tres años después, Mijatovic se marchó a la Fiorentina a cambio de 2000
millones de pesetas. John Toshack no contaba con él y en el club no toleraban
sus salidas nocturnas o su enemistad con pesos pesados como Clarence Seedorf
(quien también dejó el equipo en 1999). Una grave crisis financiera disolvió al
club italiano, forzado a dejar marchar a sus grandes estrellas en 2002 (Rui
Costa, Toldo, Batistuta…). Mijatovic, todavía con gasolina, sorprendió con su
decisión: Decidió volver a Valencia, pero en este caso al modesto Levante, que
por entonces militaba en Segunda División.

El montenegrino llegó a sopesar la retirada ante la falta de un acuerdo con
el club granota, que había elegido a Dani Güiza (ya goleaba en las categorías
inferiores del Mallorca) en su lugar. Al frustrarse su fichaje (se fue al
Recreativo), el Levante retomó las negociaciones y acabó firmando al héroe de
la Séptima 15 minutos antes del cierre del Mercado. Su paso por el Calcio no
había sido demasiado fructífero, y a sus 33 años pocos esperaban su mejor
nivel. El Levante le fichó con la intención de poner en el foco la imagen de un
club que había descendido a Segunda B con ¡50! puntos y que se había mantenido
en la categoría de plata gracias al descenso administrativo del Burgos.

A pesar del poco margen de maniobra, la dirección deportiva logró
configurar un equipo de garantías con Mijatovic a la cabeza que incluso logró
ilusionar a la afición. Pese al pobre rendimiento de Pedja (solo marcó tres
goles y acabó siendo suplente) el Levante finalizó cuarto y puso la semilla del
equipo que ascendería a Primera solo un año después, ya con Manolo Preciado en
el banquillo. Por entonces la hidrocefalia del hijo de Mijatovic, Andrea, estaba
muy avanzada. “No me sentía muy motivado (…) Podía haber jugado un par de años más
en la élite, pero quería estar con él. Tenía remordimientos por no haber
podido dedicarle más tiempo”
, explicó en una entrevista en El Mundo. Andrea
murió en 2009, y a su despedida no faltaron representantes de Madrid, Valencia
y Levante. Pedja nunca estará solo.

Alicante, 1991. Mi madre siempre me decía: "No sé por qué lloras por el fútbol, sino te da de comer". Desde entonces lucho por ser periodista deportivo, para vivir de mis pasiones (y llevarle un poco la contraria).

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