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Entiendo que odies el fútbol

Un día pensé ser uno más, hoy me toca escribir tras pensar y pensar. Algo que no muchos se atreven a criticar. No sé si por miedo a las masas o porque de verdad también en este mundo abunda lo que vengo a juzgar.

Como la mayoría, mi primera cita con el fútbol fue en un campo de albero. Ahí pude empezar a saborear la magia de este maravilloso deporte, pero también la cara más amarga. En la banda, ya algún padre vilipendiaba a árbitros, entrenadores y hasta jugadores (niños de unos 10 años). Pero, seré sincero, por aquel entonces no pensaba en lo que estaba bien y mal, simplemente me divertía (porque ganar lo que se dice ganar, no ganábamos muchos partidos).

Con 15 años me comenzó a interesar más el mundo de las gradas y la animación. Dejé de pedir regalos por mi cumpleaños para pedir dinero y ahorrarlo para poder tener el carnet de mi equipo y asistir a la grada. Fue entonces cuando conocí la mejor y la peor parte del fútbol.

La mejor tiene forma esférica y, de una u otra manera, se dirige a una red que la cubren tres palos. La peor, las barbaridades que he llegado a escuchar con mis propios oídos.

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Tras años analizando el fútbol más allá del balón, puedo decir que me avergüenzo de una parte importante de este deporte. ¿Algún día se han parado a pensar en la actitud que toman muchos aficionados en las gradas de los estadios de fútbol? Estoy seguro de que saben de qué les hablo. Insultos, mofas, improperios… Racismo, homofobia, xenofobia… No es difícil seguir encontrando a día de hoy algunos de estos elementos en cada campo de fútbol. Desde el partido más insignificante de un barrio hasta el partido más importante del mundo. El insulto y la falta de respeto continua, lo queramos o no, se convirtió hace años en un agregado del fútbol. ¿No les da pena?

No son pocas las veces que me he imaginado el día que vaya por primera vez al fútbol con mi pareja y mis hijos. No habría estampa más bonita que guardar para el recuerdo. Pero, dentro del campo, ¿qué van a ver y escuchar mis hijos? Sabéis, no sería de mi agrado que estos aprendieran ni una sola palabra o gesto de este tipo de aficionado que increpa al árbitro con insultos homófobos o desea la muerte de un jugador contrario por haberle marcado un gol.

Solo de pensarlo me echo las manos a la cabeza, al igual que miles y miles de aficionados al fútbol hicieron cuando se enteraron de que ya no se podía insultar en la grada porque si no su club recibiría una multa. “¿Cómo no voy a poder insultar en el estadio? Al final se van a cargar el fútbol”, pensaron muchos descerebrados. Que es lo normal, lo que se ha hecho siempre, dicen. No sé por qué, pero ese argumento me suena. Y tomen como un elogio llamarlo “argumento”, cuando de lo que carecen es de eso mismo.

Estoy cansado del ambiente tan hostil que hay que vivir en la mayoría de los partidos. Harto de aguantar que se siga defendiendo algo tan pobre como llegar a provocar miedo en otros aficionados, contrarios o no. Y hablo desde la experiencia. Hace tres años me dieron la oportunidad de asistir al estadio del equipo rival para ver el derbi de la ciudad. Me dijeron “pero es en zona local”. No me lo pensé dos veces, no veía eso un inconveniente. Aquel día me dirigí al estadio con mi camiseta y mi bufanda para ver a mi equipo, nada fuera de lo común (o eso pensaba yo). Fue entregar mi entrada del partido, sacar mi bufanda y empezar a recibir insultos. Desde que entré hasta que me senté en mi localidad no paré, prácticamente, de oír gritos desde lo lejos y algún “¿Cómo te atreves a venir así aquí?”. Fue ese día cuando terminé de darme cuenta que el fútbol tiene una parte verdaderamente repudiable, que el fútbol separa más que une y que en muchas ocasiones causa violencia y miedo.

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Hace unos días, me comentaba una amiga que odia el fútbol por los valores (algunos) que promueve y las consecuencias que ello tiene. Que odia cómo se pone la gente con el fútbol. Me fastidió enormemente. Pero no, no sus palabras sino darme cuenta de la gran parte de verdad que tienen. Es muy triste tener que renegar de una parte del deporte que amo, pero desde hace años así lo hago. No sé si algún día esto cambiará, pero si ese día llegara, entonces sería cuando podría ir al fútbol con mi pareja y mis hijos tranquilamente.

Sevilla, 1996. Periodismo deportivo como vocación. Amante del fútbol matutino y de los entrenadores arriesgados.

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