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Impro Show

Cada vez que he asistido al teatro para acudir a la obra de ‘Impro Show’ me ha asombrado la excelsa capacidad de improvisación de sus actores. El espectador escribe lo primero que le viene a la cabeza en un papel y, en base a todos los que reúnen, van componiendo historias creadas de manera repentina. Es desternillante. El Barça tiró del mismo guion, ni escrito ni pensado. Despegado del anhelado discurso, del juego fluido. Perdido en el hallazgo de espacios, desconectado de los automatismos. Afincado a las intentonas de desequilibrio en la banda para pisar línea de fondo y rezar a los centros laterales para que alguien la coja. Araujo fue la baza más efectiva y Piqué, como delantero, la guinda de un desarrollo de espontaneidad. Todos los recursos son válidos, también toda intervención. Pero la realidad del barcelonismo es que no comulga con una función que lleve por bandera colgar balones a la desesperada.

La radiografía muestra lo que la sintomatología evidencia. El analgésico se queda corto para el Barça. Hay huesos complicados de romper que se rompen. De repente, ahí te pasas las tardes en una rutinaria rehabilitación que compartes con alegres abuelos que todo lo llevan mucho mejor que tú. Ese es, también, un capítulo imprevisto, sino que le pregunten a los que vinieron para jugar con Messi. El de reponerse, aun iniciando con poca esperanza y las sesiones parezcan robarle una aguja al reloj haciéndose eternas. A pesar de que pongas el televisor, se te atragante el balón – cuando era sinónimo de identidad – y el gol sea una quimera. Aunque hayas confiado que el presente debe encontrar su faro en un jugador de la dimensión de Frenkie de Jong y le veas en un papel infructuoso. Aunque un lunes no pueda hacerse más lunes ante las murallas. El Barça también está intentando recuperarse, pese a que pueda asemejarse a esa manecilla que no avanza, porque hay quienes lo intentan. Lo llevan en la sangre.

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Hay personas que viven de manera perpetua en el optimismo. Personalmente, me fascinan. Saben extraer esa parte positiva que puede dar un giro inesperado. Ahí estaba él, lo lleva escrito en su raza. Ronald Araujo: una bestia, un bicho, un tanque, un titán. Que, del mismo modo que los doce gigantes de la mitología griega, quiso asaltar el cielo. Hasta cinco remates de cabeza, desde sus 1,88 metros, para cabecear el empate. Puede saber a poco o a mucho, según la perspectiva. Su alta participación e influencia muestra las costuras de la carencia y, a la misma vez, manifiesta el paso adelante de un central de futuro. Contundente, veloz, con anticipación y con ese ADN identificativo. Ya lo decía Galeano: “Como todos los uruguayos, yo nací gritando gol”. Ojalá se nos pegue a todos un poquito de positivismo para que, dentro del caos, podamos quedarnos siempre con la buena noticia de cada espectáculo donde la improvisación está siendo la reina de la función. Es de justicia.

Imagen de cabecera: FC Barcelona

Editora en SpheraSports. Especialista en Scouting y análisis de juego por MBPSchool. Sport Social Media. Eventos Deportivos

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