Ellsworth Vines, el 'otro' cometa del tenis

El mes de marzo de 1994 perdió a una de las grandes estrellas del tenis estadounidense. Cuando el mundo miraba a los Pete Sampras y Andre Agassi como nueva savia para Norteamérica, se despidió una leyenda de los años 1930. Justo en el estado en el que esta semana se disputa el torneo de Indian Wells –California-, nació, en 1911, Henry Ellsworth Vines Jr; un chaval que, cumplida la mayoría de edad, se abría paso, con creces, sorprendiendo a propios y ajenos con un desparpajo asombroso. 

Pronto hubo comparaciones. Había quien le apodaba el nuevo cometa californiano haciendo alusión a su semejanza con el gran Maurice McLoughlin, en original cometa mítico de los años 1910, al que muchos consideran como el hombre que democratizó el tenis e hizo de él un deporte nacional ya que, hasta entonces, permanecía muy vinculado a la alta sociedad.  

Ambos, con un talento precoz, asustaban con sus potentes ejecuciones –sobre todo con su saque y derecha- y su poderoso juego de ataque. Aquel que superaba semejante escollo, se podía dar por satisfecho. Todo lo que viniera después sería menor. 

Ellsworth Vines está considerado como uno de los 25 mejores jugadores de la Historia del tenis. Fueron muchos los tenistas que así lo confirmaban en la época. No faltaron halagos por parte de Fred Perry o Don Budge, rivales directos en esos años, que luchaban, raqueta en mano, por combatir las embestidas de Vines. 

Fue ganador de seis Grand Slams, tres de ellos en modalidad individual (Wimbledon y dos US Championships), y los libros recogen que fue número uno mundial durante cuatro años, entre 1934 y 1938, ya en una etapa profesional, después de haber tenido una prolífica carrera como amateur que, de haber continuado, podría haber sido antológica. 

Ya en 1931 sorprendió al mundo cuando levantó el US Championships con tan solo 19 años. Antes no había podido participar en Wimbledon (en la única edición de la Historia en la que no se pudo disputar la final al torcerse el tobillo el finalista Frank Shields) pero, en 1932, se coronó, en la final (6-4 6-2 6-0), ante el jugador local, Bunny Austin. Cerró el partido con un ace que el propio Austin reconoció no haber ni visto. Volvió a ganar en el Open de los Estados Unidos también, esta vez, ante Cochet. 

Pese al bajón que tuvo en 1933, después de caer en la magnífica final de Wimbledon ante Jack Crawford, supo recomponerse y, firmó un contrato para realizar una gira de partidos que le enfrentarían al todopoderoso Bill Tilden, un jugador con una supremacía incuestionable que fue un auténtico icono mundial del tenis entre los años 1920 y 1950. Vines se convirtió, de este modo, en el jugador mejor pagado del circuito profesional. 

Como anécdota, el primer partido entre ambos, se realizó en el Madison Square Garden de Nueva York, ante 16.200 personas, y, cuando todo apuntaba a que Vines saldría airoso, Tilden exprimió su raqueta y le doblegó en tres mangas (8-6 6-3 6-2). El cara a cara final (47-26), en cambio, mostró otra cosa. Bien es cierto que Tilden, por entonces, tenía ya 40 años. 

A partir de 1937, Vines y Fred Perry –ya también en el profesionalismo- compitieron en nuevas series. Iniciaron una rivalidad fabulosa que, incluso, llevó a generar dudas sobre quien acabaría al frente de la tabla. La igualdad hizo que se les decretara co-Nº1 esa temporada. 

Por si fuera poco, Don Budge se unía a la fiesta y, un año más tarde, arrasó. Conquistó todos y cada uno de los Grand Slam. Abría, así, un nuevo capítulo en la Historia de este deporte al ser el primero en conseguirlo. Superó las marcas de Vines y acabó con su hegemonía durante los cinco años previos. 

Cerca del final de la década, el tenis pasó a ser algo de menor interés para Vines que reenfocó su carrera hacia el mundo del golf. Tanto fue así que aupó dos títulos e hizo semifinales en el PGA Championships del año 1951. Nunca antes un tenista profesional había tenido una transición tan excelsa entre deportes. Estaba hecho para competir donde fuera.