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El Yin y el Yang de Pitino

Empiezo esta especie de carta, rememorando aquellos tiempos que se escribían diarios personales, formulándote una cuestión: ¿ahora cómo le explico a mi entorno, que está relacionado con el baloncesto, que mi entrenador favorito se ha saltado -supuestamente- ciertas reglas de la NCAA?

Y sobretodo quiero destacar el término “supuestamente” ya que aún no hay ninguna resolución en  firme de toda esta red de corruptelas que ha destapado el FBI.
Aunque Rick, bien sabrás que cuando algo controvertido te rodea, es muy difícil que se desprenda de tu currículum, cuando llegue el momento de echar la vista atrás rememorando tu trayectoria.

Desde que te vi dirigiendo a los Wildcats de Kentucky, fuiste mi inspiración para que acabara siendo entrenador de baloncesto durante años y años.

Esa pasión que desprendías dirigiendo en la banda a tu equipo, era tan contagiosa y visceral que deseaba poder estar allí, ataviado con tus colores, para recibir instrucciones tuyas, pese a que algunas de ellas, fuesen vociferadas de manera un tanto dictatorial.

Quería que mis equipos presionaran como los tuyos por toda la pista, que fueran agresivos, que buscaran siempre el contraataque, las superioridades… vamos, que fueran una fiel imagen al trabajo que desempeñabas con tus plantillas.

Eres una de mis debilidades y para mí siempre seguirás siendo un referente. No dejaré de ver partidos tuyos y nunca osaré en mezclar tu excelente trabajo desempeñado en los banquillos, con todo lo que ha salido a la luz estos días; más típico de las mafias, despachos cerrados a cal y canto, y ejercicios financieros “underground”.

Pendiente de que se emita un veredicto, no estoy muy seguro de si volverás a ejercer de nuevo, tu profesión (ojalá que sí), pero tus seguidores no creemos que éste, sea el broche que cierre tu carrera. Tú mejor que nadie, sabrás que la opinión pública puede llegar a ser muy cruel y raras veces olvidadiza, pero espero que con el paso de los años, toda esta polémica surgida, se diluya como cual azucarillo en café, si sales impune.

Son más de treinta años coexistiendo con los banquillos universitarios, dirigiendo a tus paladines y formando, a algunos de ellos, para que sean grandes intérpretes dentro del mundo del baloncesto profesional.

Eres el único míster que ha llevado a tres centros diferentes a una Final Four, y eso tiene un mérito bárbaro.

Si te soy sincero, no te seguí con tanto ímpetu en tus etapas en la NBA, yo quería -y quiero- al Pitino universitario, a ese Pitino que cuando suelta una sola palabra, tiene a una plantilla entera arrodillada rindiéndote pleitesía.

Tu récord de victorias-derrotas es insultantemente positivo, consecuencia directa de que eres un depredador insaciable. Nunca has dado el brazo a torcer ante nada, ni nadie y ningún rival ha conseguido amedrentarte.

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Pero la vida no solo es pasado aderezado de recuerdos, sino que también es presente y se debe afrontar la actualidad mirándola a los ojos. Ese día a día que puede virar de maravilloso a sádico, en un suspiro y que te abre de par en par, la puerta de salida del éxito, sin billete de vuelta.

Es por tal motivo ya no me voy alargar más. Y no es porque no quisiera, sino que es porque no tengo el ánimo suficiente como para seguir juntando palabras de halago, tras este varapalo recibido.

Así las cosas me despido, y como te he avanzado, no lo hago cantando más hazañas tuyas al pueblo, sino que lo hago anhelando que la sentencia que se dicte, no te salpique de manera excesiva, ya que no sería de mi agrado que fueras el nuevo Doctor Jekyll y Mr. Hyde.

Ya me dirás, si eso es un hasta luego, o un hasta nunca.

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