Siempre
ha costado entender por qué México y en menor medida Estados Unidos
siguen dentro de la Concacaf. Durante muchos años –y exceptuando algún
caso puntual–, las dos selecciones nacionales han hecho evidente su
superioridad y el bajo nivel del resto de su región en el fútbol, paseándose
sin despeinarse por los diferentes torneos o fases clasificatorias que se
organizaron. Con lo cual, tampoco es de extrañar que a las dos se las haya
relacionado en repetidas ocasiones con la CONMEBOL y un eventual cambio de
confederación –por difícil que sea–. Sin embargo, no parece haber otra solución
si tomamos en cuenta que tanto mexicanos como estadounidenses llevan mucho
tiempo intentando sembrar en una tierra yerma por culpa de un veneno llamado
Concacaf.
Más que
nada porque si ya era difícil sostener el sinsentido de jugar cada dos años una
Copa Oro que no llega ni a ser de bronce –en vez de jugarse cada cuatro, como
la Eurocopa–; en 2019 se ha sumado otra razón de mucho peso: El camino amateur
que se le ha impuesto a ambos países de aquí al Mundial de Qatar 2022 (más
de tres años). Y es que la creación de la Concacaf Nations League –una copia
barata del torneo original de la UEFA y que en este caso solo busca el
beneficio de los países de Centroamérica y Caribe– ha saturado el calendario de
México y EE. UU. con partidos de un nivel paupérrimo contra rivales de su zona.
Todo a pesar de haber quedado encuadrados en la Liga A del torneo –una especie
de primera división con los “mejores” equipos de la región–: En ella les ha
tocado enfrentarse a las todopoderosas Bermudas y Panamá en el caso de El
Tri; y a las peligrosas Cuba y Canadá en el del USMNT.
Una
situación que se agrava aún más si le sumamos el hecho de que en la Copa Oro
2019 se vieron las caras con Cuba, Canadá, Martinica, Costa Rica y Haití; y
contra Guyana, Trinidad y Tobago, Panamá, Curazao y Jamaica, respectivamente
–más la final entre ambos–. Es decir, en los últimos seis meses (más de 10
partidos), la selección mexicana y los yanks solo han sumado tres y dos
enfrentamientos contra selecciones ubicadas entre las 50 primeras del ranking
FIFA (si contamos los amistosos contra Argentina, Uruguay y el que disputaron
ellas mismas). Y esto no va a cambiar mucho hasta Qatar.
El
calendario hasta Qatar 2022
Cerrado
el año internacional, el fútbol de selecciones regresará con la fecha FIFA de
marzo de 2020, que ambas la podrán ocupar con amistosos contra selecciones de
la élite. No obstante, en el mes de junio deberán volver a rendir cuentas con
la Concacaf en las semifinales y la final de la Nations League, pues ambas se
han clasificado –aunque no fuese lo mejor, en realidad–. Luego, por segunda vez
desde 1993, México no participará en una Copa América que realidad no
engloba a toda América: En la edición de 2019 las invitadas fueron Japón y
Qatar y en la de 2020 será Australia y el repetidor país árabe, lo que dejará a
los mexicanos y a EE. UU. sin poder tener más roce competitivo del que
gustarían contra selecciones de alto nivel. Un aspecto en el que tanto la
venenosa Concacaf como las propias federaciones nacionales (FMF y USSF) tienen
mucha culpa.
A ello hay
que añadir que en la segunda mitad del 2020 arrancará el Hexagonal de
clasificación al próximo Mundial con su nuevo formato, por lo que las ventanas
de septiembre, octubre y noviembre de ese mismo año –además de la de marzo de
2021– estarán ocupadas con partidos contra Jamaica, Costa Rica, Honduras y
Canadá. Sin embargo, en junio de ese 2021 llegará un respiro y quizá tengan la
oportunidad de volver a cruzarse en el camino con alguna selección que no sea
de la Concacaf en algún amistoso. Más que nada porque en verano tampoco
habrá Copa Confederaciones, la última baza que les quedaba a ambos por explotar:
Durante ese periodo estival, la FIFA pondrá en marcha la primera edición del
nuevo Mundial de Clubes –con 24 equipos y a jugarse cada cuatro años–, eliminando
del calendario futbolístico un torneo que, si bien no era atractivo y resultaba
innecesario, a los norteamericanos les habría servido de mucho en este ciclo.
En su
lugar, una nueva edición de la complicadísima y exigente Copa Oro. Un torneo
que, toda vez finalice, dará pie a los últimos duelos del Hexagonal en
septiembre de 2021 y a los amistosos de las ventanas de marzo, junio y
septiembre de 2022 (pues el Mundial de Qatar se jugará entre noviembre y
diciembre). Es decir, desde el verano de 2019 hasta la cita mundialista en
suelo qatarí, El Tri y el USMNT podrían contar con un máximo
de 10 partidos contra selecciones que no sean de la Concacaf (16 si
contamos desde que terminó el Mundial de Rusia, de más de 40 partidos en
total).
¿Cuáles
son las consecuencias?
Es
evidente que la creación de la Nations League es una apuesta firme de la
Concacaf de desarrollar el fútbol de su propia zona, con partidos oficiales
continuados entre sus contendientes. Y aunque esto le viene muy bien a
selecciones como Bermudas, Haití, Jamaica o Martinica para seguir progresando;
las grandes perjudicadas son México y Estados Unidos (y veremos si lo termina
siendo Costa Rica o si además frena el crecimiento de otras como Canadá). ¿Y
por qué? Por varias razones.
Primero
las del ámbito deportivo, porque por más que se diga que “todo rival es
difícil” y que “no hay que fiarse de nadie”; todos sabemos que los partidos
poco competitivos nunca le exigen el 100% a las potencias futbolísticas.
Sin esos partidos exigentes, los jugadores más jóvenes no tienen posibilidad de
desarrollarse a nivel de selecciones (y con sus clubes casi que tampoco en la
Concacaf). Eso también puede llegar a propiciar que cuando haya partidos
“innecesarios” o con tanta diferencia de nivel entre unos y otros, ‘Tata’Martino y Gregg Berhalter –seleccionadores nacionales de ambos
equipos– no convoquen a los jugadores de mayor calidad; considerando que es
mejor reservarlos y no cargarlos de minutos. O que incluso se borren de las
listas los mismos jugadores, como ha sucedido con Carlos Vela, ‘Tecatito’Corona o Chicharito. Y eso significa ver peores convocatorias,
menos roce interno y, por ende, menor capacidad de mejora.
Pero hay más. A nivel institucional, en las últimas cinco ediciones de los mundiales tanto mexicanos como estadounidenses estuvieron cinco veces (de 10) en los bombos tres y cuatro del sorteo de grupos. ¿Cómo podrían evitarlo en el futuro? Subiendo posiciones en un ranking FIFA que, sobre todo, requiere victorias en partidos oficiales y ante equipos de gran nivel. Pero esto último es imposible en la Concacaf, lo que continúa alimentando las ambiciones de México y Estados Unidos de afiliarse a la CONMEBOL, igual que hizo Australia en 2006 con su cambio a la AFC –aunque primero necesitarían la aprobación de la Concacaf (imposible) y a posteriori de la CONMEBOL y la FIFA–. Con la Nations League de por medio, México podrá inflar su ranking para ser cabeza de serie sin problema, pero le llevará más tiempo ser cabeza de serie.
Hasta
encontrar una solución, a los aficionados solo les queda resignarse y
habituarse a esta clase de partidos descafeinados. Los entrenadores, mientras,
tendrán que gestionar y mejorar sus equipos sin los recursos y oportunidades
que tendrían en otras circunstancias.