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Premier League

El truco de Bill McCracken

Lentamente ascendió el balón en el cielo. / Entonces se vió que estaba lleno el graderío. / En la portería estaba el poeta solitario, / pero el árbitro pitó fuera de juego.

Estadio de noche, Günter Grass.

 

Bill McCracken era un norirlandés menudo que había nacido en Belfast. Ya siendo un niño desarrolló cierta habilidad con el balón que hacía presagiar a uno de esos delanteros que dejan huella, aunque terminaría por revelarse como un zaguero muy potente. La oportunidad de dedicarse al fútbol de manera profesional le llegó cuando el Newcastle se fijó en él y lo fichó para la temporada 1904/05.

Para entonces, los Magpies aún eran un equipo que buscaba su sitio en el panorama futbolístico inglés. Desde su llegada a la First Division, que se saldó con un decimotercer puesto en su primera temporada, el Newcastle rozó muy buenas posiciones entre 1899 y 1902, año en el que sufrió un bache y terminó decimocuarto.

Para evitar que el club descendiese de categoría, se buscó apuntalar la plantilla para configurar un equipo sólido que se mantuviese en lo alto de la tabla durante años. Así, el Newcastle lograba reunir a un puñado de jovenes y talentosos jugadores entre los que se encontraban Peter McWilliam, Andy Aitken, Colin Veitch, Jackie Rutherford, Jimmy Lawrence o el propio Bill McCracken.

Aunque ciertos reportes de la época pintan al Newcastle como un equipo que realizaba un «juego artístico» y un buen trabajo combinativo, otros lo tachan de conjunto aburrido y sin ideas. Fuera mejor o peor, el Newcastle dominaría el fútbol inglés durante casi una década, se movería entre las primeras posiciones de la tabla, ganaría títulos y pasaría rondas de la FA Cup con cierta soltura. Pero de entre todos los logros que conseguiría aquel equipo, uno perviviría en el imaginario colectivo por encima de todos. Bill McCracken, aquel zurdo norirlandés que terminaría jugando 432 partidos en el Newcastle, pasaría a la historia por hacer hincar la rodilla a los atacantes contrarios utilizando un truco tan simple como efectivo que acabaría extendiéndose por todos los campos. Con un solo movimiento, Bill McCracken, aquel zurdo norirlandés que más tarde entrenaría al Hull City y lo llevaría a la semifinal de la FA Cup, logró él solo que una norma que parecía intocable acabase siendo modificada.

 

La regla número 11.

Hacia 1863, la norma del fuera de juego ya existía en el primer compendio de reglas redactado. Por supuesto, era muy diferente a la que conocemos hoy en día. En la época, cualquier atacante que se situase por delante del balón se encontraba en posición ilegal. Hay que tener en cuenta que era normal ver en los primeros sistemas de juego hasta ocho delanteros que atacaban en masa para encarar al portero. Era la famosa regla número 11.

El trazado habitual 2-3-5, cinco delanteros y dos defensores -aunque había equipos que utilizaban tres zagueros-, provocaba que el portero pegase un pelotazo y todos corrieran a por el balón en dirección a la portería contraria. La norma del fuera de juego intentaba evitar que cualquier jugador se quedase clavado en el área del rival esperando un balón caído del cielo.

En 1866, la regla se modificaría ligeramente para dar paso a una norma que rezaba que «un jugador estará en fuera de juego si en el momento en el que recibe el balón o este llega a su altura, entre él y la portería contraria hay menos de tres jugadores de equipo». Aquella variación llevaría al desarrollo del concepto del juego de pases y a un cambio en la posición de los jugadores en el campo, algo que hasta la fecha aún era muy difuso. De esta manera, las tareas de atacante y defensor y su colocación en el terreno de juego comenzarían a implantarse aunque todavía de una manera muy rudimentaria.

En medio de un cambio que parecía insignificante, una tarde, Bill McCracken apartó del grupo a su compañero en la defensa Frank Hudsperth. El bueno de Bill había pensado que si para que el atacante contrario cayera en fuera de juego bastaba con que sólo se quedara un defensa atrasado, el truco para provocar el fuera de juego era bien sencillo.

 

Un plan infalible.

Frank Hudsperth no entendió nada en un primer momento. Bill agarró unas tizas y le dibujó las posiciones en el suelo. Le explicó que utilizarían una señal para ejecutar una maniobra que consistía en dar unos pasos hacia adelante antes de que el delantero rival recibiese el balón y así dejarlo en fuera de juego. Frank sonrió cuando terminó comprendiendo el truco que quería utilizar su compañero. Puede que también pensase cómo coño era posible que en 40 años no se le hubiese ocurrido a nadie.

Comenzó así lo que sería una constante en aquel equipo del Newcastle. Cada partido que pasaba, la coordinación era mayor y el truco de McCracken se tornaba más infalible. Lo que hoy conocemos como «tirar el fuera de juego» fue la estratagema que más rédito le dio al conjunto de las Urracas.

Bill desesperaba a los atacantes. Abusó hasta la extenuación de su brillante plan y, por más que lo repitiera, el delantero terminaba cayendo en la trampa. Aún había más. En el peor de los casos, si la cosa salía mal, el atacante aún tenía que encarar a un defensa antes de enfrentarse al portero. Era la maniobra perfecta.

El Newcastle salió campeón en las temporadas 1904/05, 1906/07 y 1908/09. En 1905 levantó el título con 72 goles anotados. Recibió 33 y dejó la portería a cero en 17 ocasiones. En su segundo campeonato, la meta de los Magpies quedó a cero en 16 partidos y en la temporada 1908/09, su portero salió del campo sin recibir un gol otras 17 veces.

 

El principio del fin.

Aunque el Newcastle campeonaba y se había convertido en un equipo duro de roer, el truco de McCracken, aquella maniobra perfecta, terminó resultando aburrida. El mismo Newcastle llegó a empatar a cero seis partidos consecutivos en la temporada en la que alzarían su segundo título.

Por si fuera poco, los rivales, ante la impotencia que daba caer repetidas veces en la trampa del zaguero norirlandés, en vez de intentar contrarrestar su plan, decidieron imitarlo. Como consecuencia, a partir de 1910, la emoción y los goles fueron decayendo y los estadios lo notaron. Los espectadores se aburrían y dejaron de acudir a los partidos.

Bill McCracken se retiró en 1923 para dedicarse a entrenar. Cogió las riendas del Hull City, al que dio las respectivas lecciones sobre su técnica para tirar el fuera de juego y logró llevar al equipo a las semifinales de FA Cup en 1930, donde cayeron frente al Arsenal.

Pero para entonces, las cosas habían cambiado. En 1925, ante el descenso de espectadores en los estadios, la Asociación de Fútbol se decidió a tomar cartas en el asunto para terminar con el achique. Tras hacer varias pruebas en partidos amistosos, que incluían, por ejemplo, marcar un área dónde el fuera de juego no era válido, la FA optó por cambiar la norma. Así, la nueva regla rezaba que «un jugador se hallará en fuera de juego si se encuentra más cerca de la línea opuesta que el balón y el penúltimo adversario«.

Fue el principio del fin del truco de Bill. El fútbol recuperó parte de los goles y del espectáculo y como consecuencia de la nueva norma, aparecieron nuevas disposiciones tácticas sobre el terreno de juego. La más famosa, sin duda, fue la WM que utilizaría Herbert Chapman, entrenador del Arsenal. En cuanto a la regla del fuera de juego, aquella que McCracken había pervertido hasta la saciedad, se mantendría invariable hasta 1990, después del Mundial de Italia.

Historiador. Fútbol y cultura popular. Anglófilo convencido. Cinéfilo militante. Reivindico la necesidad de contar historias más allá del balón.

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