Joel SIERRA – Puede resultar curioso el paralelismo trazable entre Carlos Gardel y el Torino, sin embargo, ambos tienen en común un pasado lejano y glorioso en blanco y negro, ambos han dejado en el tiempo una estela de leyenda, mito e idolatría y ambos, además, comparten un trágico e idéntico destino. Como ‘Gli Invincibili’ caídos en Superga, Gardel -aficionado al fútbol y amigo de Samitier y Zamora- también vio truncado su esplendoroso futuro en el momento más álgido de su grandeza y fama, por un accidente de avión mortal.
En toda canción tanguera que se precie, el paso del tiempo y la añoranza son temas recurrentes, casi obligados. Otra vez, bajo esta perspectiva, el club granata tiene mucho que ver con la figura de ‘Carlitos’, con ese dulzor amargo que suponen los recuerdos y que las letras de sus mejores tangos reflejan tan bien. Decía el propio Gardel aquello de “que veinte años son nada” en su célebre Volver. Y veinte años son, precisamente, los que el Toro lleva ausente de toda competición europea. Desde un 15 de marzo de 1994, para ser más exactos.
Ese día, el Arsenal de los Seaman, Adams, Dixon o Wright vencía por 1-0 en el antiguo Highbury Park y, tras el empate a cero de la ida en Delle Alpi, eliminaba al Torino de Francescoli en los cuartos de final de la desaparecida Recopa. Un trofeo que el conjunto londinense acabaría levantando en aquella edición. Demasiadas cosas han cambiado. Tantas que ni Delle Alpi, ni Highbury, ni la Recopa existen ya. Y, sin embargo, el Toro no ha sabido o no ha podido ‘volver’ al escenario continental desde entonces.
Dos años atrás, la plantilla integrada por Martín Vázquez, Lentini, Venturin, Scifo o Marchegiani alcanzó la final de la Copa de la UEFA después de eliminar en semifinales al todopoderoso Real Madrid de la Quinta del Buitre pero el título se les escapó entre los dedos de forma cruel. En el partido de vuelta de la final, disputado en Ámsterdam, el Ajax de Van Gaal hizo valer un 0-0 tras el 2-2 del partido de ida, con doblete de Casagrande, y la ansiada Copa finalmente se quedó en Holanda.
Además de en estas dos ocasiones, el Torino ha participado en competiciones europeas en otras dieciséis ocasiones a lo largo de su historia. La primera de ellas fue en la Recopa 1964/65, en la que el conjunto turinés alcanzó las semifinales para ser eliminado por el 1860 Múnich tras un partido de desempate. Después de disputar una edición de la Copa de Ferias, otras dos de la Recopa -cayendo en ambas en cuartos de final contra el posterior campeón, el Slovan Bratislava en 1969 y el Glasgow Rangers en 1972-, y varias de Copa de la UEFA, el Toro tocó techo europeo en la temporada 1976/77, disputando por primera vez la Copa de Europa tras haberse alzado con su último y recordado Scudetto un año antes.
La mejor competición de clubes no existía todavía cuando el Grande Torino arrasaba en Italia, cuando aquel equipo de leyenda hubiera podido cazar algún cetro continental contra cualquier rival. Pero esto es fantasear. La participación granata en su única Copa de Europa fue discreta, superando dos rondas y alcanzando los octavos, donde el Borussia Monchengladbach de Simonsen, Heyckens y Stielike superó al Toro de Pulici y Graziani.
Tras varias participaciones decepcionantes en la UEFA durante finales de los setenta y los ochenta y casi tocar el cielo en 1992, llegarían dos décadas plenas de sinsabores, de más penas que alegrías, de vaivenes de ascensos y descensos y de una agitación institucional que llevó al club al borde de la desaparición en 2005. A toda esa maldición le han dado la vuelta Cerci, Immobile, Ventura y los demás en la presente campaña. No en vano, este Toro es, de largo, el mejor que se recuerda en la parte granata de Turín desde aquel de Mondonico a principios de los noventa.
El Torino actual está tan solo a noventa minutos de regresar al panorama europeo, gracias a una campaña memorable y meritoria al máximo. Florencia espera, una ciudad ideal para convertir los sueños en realidad. Con una victoria el domingo en el Artemio Franchi ante un rival de altura pero que ya no se juega nada, los de Ventura se asegurarán atrapar el anhelo. El club piamontés ha pasado de pelear por no descender a depender sólo de sí mismo para amarrar una de las plazas que da derecho a lucir el parche de la Europa League.
Regresar a Europa es poner fin a un estoicismo obligado, casi doloroso. Es acabar con los estigmas. Es poder cerrar viejas heridas abiertas. Es dar paso a una ilusión in crescendo para ver nuevamente a un Torino grande, digno del mayor de los orgullos por parte de sus tifosi. El Toro está ante una prueba de fuego pero también ante una oportunidad de oro para desprenderse de todo tipo de complejos y poder decir a viva voz que Europa ha pasado de ser un recuerdo lejano o un mero deseo para convertirse en un hecho objetivo, palpable, real, espléndido.
Con el atrevimiento que supone contradecir a Gardel, veinte años sí son mucho. Demasiado. Y un histórico como el Torino no quiere ni está dispuesto a esperar más. “Vivir con el alma aferrada a un dulce recuerdo”, tal y como cantaba el rey del tango, ya no es una alternativa asumible entre las filas granata. Pelearán por ello. Por ‘volver’. No “con la frente marchita” sino con la cabeza incluso más alta que dos décadas atrás. Sin rosa pero con el cuchillo entre los dientes. A ritmo de tango.
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