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Osasuna

El Sadar, un fortín en horas bajas

Si preguntásemos a un futbolero cuáles son los estadios del fútbol español más rocosos para visitar es bastante probable que mencionara El Sadar como uno de esos ejemplos.

Históricamente, El Sadar siempre ha tenido ese halo de ser un estadio peleón, de esos donde la afición aprieta al máximo hasta el final. No en vano, el feudo navarro fue pieza clave para que Osasuna lograra el ascenso la pasada temporada. Sin embargo, ¿está siendo tan complicado llevarse puntos en la visita a Pamplona?

Juntando esta temporada y la anterior, Osasuna logró superar el récord de imbatibilidad en su propio estadio, más de 60 años después de la anterior marca. 31 partidos seguidos sin perder en casa permitieron a los de Jagoba Arrasate ascender, primero, y asentarse en la máxima categoría del fútbol español, después.

Sin embargo, tras sufrir la primera derrota en casa ante el Athletic en la decimocuarta jornada, merced a un gol del exrojillo Kodro, Osasuna no ha vuelto a sentar las bases de su fortín. Al término de la jornada 27, los navarros ocupan una meritoria undécima posición en la clasificación general, pero bajan hasta la decimoquinta como locales. Y en un equipo como Osasuna es muy raro que su rendimiento como visitante sea mejor que como local.

A pesar de todo, El Sadar es más que un estadio donde conseguir puntos. Es ahí donde se fraguó la unión entre equipo y afición, algo que Diego Martínez, actual técnico del Granada, no logró cuando estuvo al frente del club.

Jagoba Arrasate resucitó ese sentimiento de unidad, algo indispensable para el porvenir osasunista. Y eso es algo que, al margen de los puntos, se ha seguido viendo. En la hemeroteca queda la reacción de la afición tras las derrotas por 1-4 y 0-3 ante Real Madrid y Granada, respectivamente. Cuando otras hinchadas habrían abandonado el recinto antes incluso del pitido final, los rojillos se quedaron minutos después animando al equipo, al igual que hacen tras una victoria de los suyos.

Esas dos claras derrotas justo mencionadas llegaron tras un momento clave en la temporada: la lesión del Chimy Ávila. El jugador más determinante de la plantilla, llegado esta misma campaña, supuso un traspiés para el conjunto navarro. A pesar de que aquel fatídico día se ganó al Levante, después llegaron esas dos duras derrotas, volviendo a la senda de la victoria tras el 1-0 ante el Espanyol.

El Chimy no es un hombre de la casa, pero desde el primer minuto que vistió la elástica rojilla, quedó claro que era un jugador hecho para defender esa camiseta. Su comunión con la grada ha sido total y su empuje desde el césped, un aliciente para el resto de sus compañeros. Su baja, más allá del rendimiento deportivo, se nota.

Con la salvación prácticamente asegurada, lo que constituye un éxito para el club, Osasuna aún deberá jugar cinco partidos en su feudo. Los rivales, dos de la zona alta (Atlético de Madrid y Getafe) y tres que se juegan la permanencia (Leganés, Celta y Mallorca).

La amenaza del coronavirus sobrevuela el territorio español y puede hacer que lo que quede de competición se juegue a puerta cerrada. Ver El Sadar en el más absoluto silencio es un hecho insólito, pero no debería ser excusa para que los jugadores rojillos intenten mejorar su imagen como local, más aún teniendo en cuenta que en 2020 se celebra el centenario de Osasuna.

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