Las imágenes de
televisión captaron una conversación entre Sergio Ramos y Marcelo
cuando al Real Madrid le había empatado el Levante a pocos minutos
de terminar el partido. “No puede ser. Vamos ganando 2-1, un
balón dividido, nadie mete el pie y después… Marcelo, que somos
un cuadro”, manifestó el andaluz. Suponemos, aunque de esto no
tenemos datos, de que se refería a la obra pictórica de Munch,
quien tan bien supo simbolizar el desasosiego y la trágica
existencia conforme discurre la vida. Y, visto así, la perspectiva
unos siglos atrás quizás sea la única explicación posible al Real
Madrid de hoy.
Porque sí: el
equipo blanco es una obra, un cuadro, llámenlo como quieran. Un
movimiento artístico que dibuja los claroscuros existenciales desde
la atalaya del talento. Jugadores exquisitos capaces de demostrar sus
virtudes durante buena parte del partido y desplomarse en los minutos
finales, castigados por el físico, golpeados en la actitud,
exhaustos mientras contemplan su obra indescifrable. Que el Real
Madrid haya dejado escapar tantos puntos en partidos que en otros
tiempos controlaba sin dificultad solo puede ser exceso de arte.
Descartada ya la patología.
Entre tanto, por
el camino se cuelan los enfados irónicos de Cristiano Ronaldo, el
levísimo resurgir de Benzema, la mirada perdida de Zidane mientras
observa el desaguisado, las razones de Isco… El caos se ha
instalado en el Real Madrid con tanta naturalidad que parece que
siempre fue suyo. Se mueve con facilidad en lo incomprensible del
fútbol y sus aficionados empiezan los partidos firmando el empate. A
partir de ahí, negociemos.
Y en esta
desolación vital que experimenta el madridismo, tan munchiana,
el hecho de ver en el horizonte a los Mbappé, Neymar y Cavani
espolvoreando diabluras en el país vecino no resulta nada alentador.
Los días pasan y la amenaza crece. Se agiganta la sombra de un
equipo hambriento, engalanado a base de billetera, que puede dejar al
descubierto los muchos defectos del Real Madrid.
Este pensamiento
derrotista sería lógico, si acaso desconociéramos el espíritu del
Real Madrid. Por eso en Francia desconfían. La Champions suele lamer
las heridas del club blanco. Será en dos semanas cuando se resuelva
el misterio. Fracaso sin paliativos o éxito abrumador. La decadencia
de un club o la obra más espeluznante de unos locos. Que abran las
apuestas.