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El otro Denis

Al Villarreal llegaron el verano pasado nada menos que ocho incorporaciones antes de los últimos días de mercado. Sin embargo, ninguno se parecía ni mucho menos al jugador más deseado. Ni siquiera Soldado, 16 millones mediante, ilusionaba más que la simple posibilidad del retorno del jugador franquicia -junto a Vietto- la temporada pasada: Denis Cheryshev.

Marcelino no se cortaba un pelo cada vez que le preguntaban: «Con Cheryshev veremos lo que sucede, a día de hoy no está confirmado dónde va a jugar, así que agotaremos las posibilidades de incorporarle porque le consideramos un jugador importante y adaptado a nuestra forma de jugar. Para nosotros sería una muy buena noticia». Sin embargo, los días pasaban, y aunque el ruso pidió su salida al Submarino, Benítez se negó en rotundo: «Cuento con él».

Así pues, el Villarreal tuvo que buscar una alternativa de peso, que pudiera sustituir a un jugador que parecía insustituible. No sólo eran los goles (7) y las asistencias (10, uno de los mayores de la Liga). «Es un jugador que se adapta a la perfección a nuestro juego y nuestro grupo humano», confesó varias veces el técnico amarillo. El que llegara en su lugar tendría que convivir con el fantasma de un futbolista querido y admirado.

FBL-ESP-LIGA-BARCELONA-VILLARREAL

A tres días del cierre del Mercado, se hizo oficial el sustituto. Sería otro Denis, pero sólo se parecería a Cheryshev en el nombre y en la posición en el campo. Natural de Salceda de Caselas (Pontevedra), se había criado en la cantera del Celta antes de en la del Barça, para luego marcharse al Manchester City y volver, previo pago, al club azulgrana. Los dirigentes culés vieron en el chaval un talento que recordaba al propio Andrés Iniesta. Su desparpajo ya había hecho ganar a la selección española el Europeo sub-19.

El Barça lo cedió al Sevilla, donde pasó una temporada complicada, su primera en la élite. Emery se cansó de su irregularidad y le dejó en el banquillo en más partidos de los esperados, incluidos las semifinales y la final de la Europa League -no jugó un solo minuto-. En verano, el técnico vasco no le aseguró la titularidad y su vuelta a Barcelona era inminente, pero Marcelino se cruzó por en medio. El asturiano le había seguido de cerca y estaba dispuesto a entregarle los minutos que le hicieran feliz. Así, el Barça vendió a Denis Suárez -con una irrisoria opción de compra- al Villarreal.

Los comienzos no fueron fáciles. Samu Castillejo, en el equipo desde pretemporada y considerado un valor de futuro en el club, era inamovible en los primeros meses de competición. Pero el nivel del malagueño decreció al tiempo que Denis comenzó a ganar enteros. En cuanto fue liberado de presiones, el gallego comenzó a derrochar talento por los cuatro costados. Nadie le ha movido de la titularidad desde el 31 de octubre, cuando cuajó su mejor partido hasta la fecha, precisamente ante el Sevilla de Emery.

Su doblete en Anoeta le consagraría como uno de los mejores jugadores del torneo. Tanto, que la Liga le nombró mejor centrocampista de la primera vuelta. El Barça movió cielo y tierra para traerle de vuelta en enero, pero el Submarino se negó en rotundo. De haberse marchado, no habría firmado el golazo de falta que tumbó al Nápoles a ocho minutos del final. Denis, con su enorme lanzamiento, puso patas arriba la eliminatoria ante uno de los equipos más en forma de Europa.

No tiene la velocidad, ni la potencia, ni la agresividad de Cheryshev. Es otro Denis, el Denis gallego, el Denis estilista, el Denis que se divierte con el balón y hace el juego más bello, pero igual de desequilibrante. En Villarreal harían bien en olvidarse de una vez del ruso. El otro Denis, el de Pontevedra, es igual de bueno.

Alicante, 1991. Mi madre siempre me decía: "No sé por qué lloras por el fútbol, sino te da de comer". Desde entonces lucho por ser periodista deportivo, para vivir de mis pasiones (y llevarle un poco la contraria).

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