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El mejor prólogo para la mejor novela jamás escrita

El 2018 empezó
con una noticia que, no por esperada, debemos dejar de destacar: el mago
brasileño Ronaldo de Assis Moreira, más conocido como Ronaldinho Gaúcho, se ha
retirado del fútbol. La sonrisa del fútbol anunció que nunca más se calzará las
botas para ofrecer trucos de magia a los aficionados en partido oficial. Y a un
servidor, así sin más, le da por echar la vista atrás mientras coge su camiseta
de la temporada 2005/06 (la Champions de París) y mira ese número diez que le
devolvió la ilusión a todo un club que venía de una época de derrotas,
humillaciones y pañuelos al palco que espero no ver jamás. En ese instante,
vienen a mi cabeza regates y goles irrepetibles, todos representados dentro de
una escena teatral protagonizada por su sonrisa. Esa sonrisa sana, amena y
pegadiza, que para nada era burleta o provocativa (término que tanto oímos últimamente).

Es por eso que
dejo tu camiseta en mi armario, Ronnie,
y con toda la humildad que soy capaz de transmitir, quiero analizarte con la
perspectiva que me ha dado el paso de una década. Hoy quiero centrarme en otra
función que has interpretado, sin llegar a ser consciente de ello, dentro de la
historia contemporánea del FC Barcelona. Y voy a hacerlo a través de un símil
que considero apropiado: el papel que has ejercido como maravilloso prólogo de la
más bonita novela de fantasía que hemos leído. Una obra llamada “Lionel Messi”.

En la
definición wikipédica del término,
encontramos una primera frase que explica el prólogo como el “breve texto
preliminar de un libro que sirve como introducción a su lectura”, lo cual
cuadra mucho con la corta duración de tu época de mayor esplendor en el club
azulgrana, dominando el fútbol mundial pero a la vez habilitando el espacio suficiente
para que Messi entrara y destacara en el equipo de forma paulatina, dejándole
coger el peso que merecía y ayudándole a quemar etapas de manera brillante (proceso
en el que no nos podemos olvidar, tampoco, del tutelaje ejercido por Frank
Rijkaard).

Si ya te (medio)reconocemos
como prólogo y continuamos leyendo la definición, vemos que tu objetivo es el
de “orientar al lector y brindarle detalles sobre el proceso de elaboración de
la obra”, algo que con el paso del tiempo resulta hasta hermoso de leer. Qué
manera tan bonita de destacar que fuiste tú, querido Ronaldinho, uno de los que
más ingredientes puso dentro del terreno de juego para que pudiéramos
presenciar cómo se cocinaba, a fuego lento, el mayor de los genios que hemos
podido ver en la historia del fútbol.

La definición
de prólogo sigue con “escalón previo que sirve para juzgar, expresar o mostrar
algunas circunstancias importantes sobre la obra, en las que el prologuista
quiere destacar o desea hacer énfasis para animar a la lectura”. Esta segunda
parte podría guardar relación con el afecto y cariño con el que trataste a
Messi desde el primer partido, como queriendo advertir a todo el mundo de la
calidad del contenido de la obra que veríamos a continuación. Y sí, al decir
esto es probable que al lector le haya venido a la cabeza la imagen de La Pulga celebrando su primer gol sobre
tus hombros, cuando ostentabas y dignificabas el dorsal ‘10’ del FC Barcelona.

Una vez
cumplidas todas estas funciones, me acuerdo de como los lectores llegamos al
final del prólogo con una sensación de agradecimiento, de calma, de comodidad.
Eso sí, en ese momento nos invadió una mezcla de sensaciones. Por un lado, de
prudencia (la rueda de prensa en la que nos enteramos que no seguirías en el
equipo) pero también de impaciencia (al saber que el tu dorsal recaía en Messi)
para empezar el libro, acompañado de un breve análisis que todos hicimos
internamente para preguntarnos si la obra que venía a continuación tan buena
como nos la habías pintado.  Y sí, así
fue, Dinho. Tenías razón en todo.

Dicen que el
prólogo se escribe al final de la obra, porque para hacerlo hay que
visualizarla en todo su conjunto. Pero creo que ya puedo escribirte ahora, gaúcho. Porque aunque no haya llegado al
final de la obra, tengo la sensación que estoy encarando aquellos capítulos
decisivos, llegando a ese punto de no retorno que tienen todos los libros y que
te advierten que es hora de disfrutarlos como nunca. Porque aunque haya pasado
una década y aún tengamos la suerte de seguir leyendo a ese genio argentino, percibimos
un gradual acercamiento al final. Cuando este día llegue cerraremos, con la
mayor de las tristezas, la tapa del libro. Una obra apasionante que (eso sí) siempre
contará con un espacio que llevará tu firma, porque tú formas parte de ella.
Porque tú has sido el mejor prólogo de la mejor novela jamás escrita.

Hasta siempre,
genio. 

«Jugar al fútbol es muy simple, pero jugar un fútbol simple es la cosa más difícil que existe». #GràciesJohan

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