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Rugby

El más indomable de los leones

Hace un año, su historia dio la vuelta al mundo. Thierry Feuteu era el hombre de moda, porque había pasado de no tener nada a tenerlo prácticamente todo. Él no olvida nunca de dónde vino, cuál es su origen y cómo ha llegado, casi de rebote, a un sitio que no le debería pertenecer, pero que es suyo, porque se merece esa oportunidad que la vida nunca le iba a dar por el simple hecho de haber nacido en Camerún y no en cualquier otra parte del mundo.

Apasionado del deporte, Titi, como le conocen en su entorno y también ya su apodo en la vida pública, creció dando patadas a un balón. Camerún, casi como cada rincón de África, vive por y para el fútbol, con muchachos jugando descalzos en las calles de empedrado natural donde cada balón es un tesoro. Pero Titi se le daba mejor el rugby, su verdadera pasión, esa que empezó a practicar con once años y gracias a la cual ahora está recorriendo mundo y jugando en una de las mejores competiciones del continente.

Mucho ha pasado desde aquella madrugada de mayo de 2014. Feuteu, al tercer intentó, logró saltar la valla de Melilla y sentirse libre. Llegó allí de casualidad. No buscaba, ni de lejos, llegar a España. Pero una vez ahí, no hubo vuelta atrás. Un día, con 18 años recién cumplidosTiti hizo la mochila y se marchó, no sabía hasta cuando, pero no se despidió. Su destino era Marruecos, donde un buen amigo le había confirmado que se podía uno ganar la vida jugando al rugby. En casa, en cambio, dijo que apenas se iba un día a jugar un torneo en otra ciudad cercana. Nunca le habrían permitido irse si hubiera revelado su verdadero plan: cruzar África y ganar dinero en Marruecos, a más de 3.000 kilómetros, para poder enviar a su familia. En Camerún era imposible, porque apenas hay recursos y la selección es una de las seis peores del mundo según el ranking de World Rugby.

Emprendió un viaje terrorífico, duro. Apenas llevaba dinero, pero sabía que por el camino habría quien se lo intentaría quitar utilizando todo tipo de fuerza. Trabajó en Argelia en casa de una familia que le acogió durante un tiempo, también en Marruecos en empleos de un solo día. Recogía cosechas o tiraba deshechos. Y es que, cuando llegó a su destino, se encontró con que no había futuro. Su amigo le había engañado. En Marruecos no existía el rugby, él estaba allí para intentar saltar la valla de Melilla. La idea le hizo temblar, pero era la única posibilidad. Había emprendido un viaje tedioso y no se podía permitir una vuelta a casa. Pero si hubiera sabido que ese iba a ser su destino, aún seguiría en Camerún.

Titi logró saltar a la tercera, tras dos intentos en los que fue detenido por la policía marroquí, que utilizaba todo tipo de recursos para frenar a los que intentaban llegar hasta tierras españolas, hasta incluso los atropellos con los propios coches“Una vez en Melilla, me sentí libre”, ha explicado en varias entrevistas. Pero ese era solo la mitad del camino por recorrer. Estuvo varios días en la ciudad, entrenó con el equipo de rugby en la modalidad de playa y se empezó a buscar un futuro en un deporte que en España daba más posibilidades que en Camerún, pero que tampoco es a todos los efectos profesional.

Cuando llegó a Madrid gracias a una ONG, se enroló en su primer equipo de rugby. Allí se llevó un gran susto cuando vio que dos hombres uniformados de policía llegaban al campo de entrenamiento. “No tenía papeles y no sabía dónde meterse”, recuerdan entre risas los propios compañeros del Atlético Custodians, con anterioridad conocido como Griffons. Y es que Titi había ido a parar a un club formado en su totalidad por agentes de Policía. No sabía muy bien dónde meterse al principio, pero la relación siempre fue maravillosa. Los Custodians hoy presumen de haber compartido vestuario con uno de los mejores jugadores del panorama nacional. “El tío llegó sin nada y aquí le dimos sus primeras botas, pantalones…”. También le llevaron a Deportes Princesa, tienda con medio siglo de vida en el corazón de la capital, la única especialista en rugby en todo Madrid y situada muy cercana al Estadio Central donde España suele disputar sus partidos de local. Hoy, Titi juega todos esos partidos con la selección y no duda en lucir el protector bucal con la bandera rojigualda que le regalaron en la tienda. También en ayudar en el proyecto Rugby La Tribu, un club que acoge a todos los extranjeros, en su mayoría sudamericanos, que llegan a la capital española y no tienen dónde jugar.

Su ascensión, nada más poner un pie en Madrid, no tiene parangón. Jugó con el Club Rugby Majadahonda, con una estructura mucho más seria que todo lo que había tenido hasta la fecha. Allí coincidió con Tiki Inchausti, ex seleccionador de la modalidad Seven, que se quedó prendado de él hasta acabar llevándole al Alcobendas de la Primera División. Al norte de la capital progresó, recibió asesoramiento, se terminó de pulir en el aspecto físico y se convirtió en un jugador total para debutar con el primer equipo después de estar en el filial. Sanitas Alcobendas ha sido su casa durante cuatro años hasta que el año pasado, con 23 años, le llegó la llamada de la selección. 

Thierry Feuteu había conseguido la nacionalidad y ya era elegible para jugar con Los Leones en la fase final del Seis Naciones B que estuvo a punto de llevar a España al Mundial de Japón del pasado septiembre. Su debut fue contra Alemania, fue suplente, pero los 114 kilogramos de pura musculatura que adornan su 1’84 metros de altura le hacen ser un pillier perfectamente preparado para la batalla. Es rápido para la mayoría de jugadores de su posición, que no suelen estar siempre tan definidos y es, sobre todo, dinámico y versátil. 

Por eso, nada más ganar la Copa del Rey en 2019 con Alcobendas, la Liga Francesa llamó a su puerta. No fue un segunda división, donde muchos españoles van en busca de un salario que no perciben en el rugby español, sino que fue el Stade Françaisel segundo equipo con más palmarés del país, el que le hizo una prueba en la que quedaron asombrados con sus habilidades. Firmó por dos años. Ahora, su objetivo a corto plazo, en el primero de ellos, es hacerse un sitio indiscutible en la primera línea del equipo galo. Aún está entrando poco a poco. Con la selección, sueña con la posibilidad de clasificarse para el Mundial de 2023, que precisamente se jugará en Francia.

En sus miras, más allá está volver a Camerún y formar allí una escuela para que los jóvenes puedan practicar deporte. Ahora mismo, ya está guardando camisetas y balones, además de más material técnico, para llevar en su primer viaje, aunque sabe de la dificultad de montar un centro y que eso le llevará mucho más tiempo. Admite que quiere llevar allí las posibilidades para que nadie tenga que hacer el camino que él llevó a cabo y del que hoy todavía alucina cuando recuerda. Ha vivido cosas muy duras, para las que no estaba preparado. Un viaje que jamás repetiría, que recomienda a todo el mundo que le pregunta no hacer y que nunca se habría dado si hubiera sabido que en Marruecos le esperaba una valla y no un balón.

Foto: @Thierryfuteu

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