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Fútbol sudamericano

El gen ganador de Dudamel

El fútbol venezolano creció entre derrotas, con aficionados que no reconocían a sus propios futbolistas y celebrando victorias de Brasil porque no existían las propias. Un día esto empezó a cambiar lentamente pero sin retorno, a partir del “Boom Vinotinto” los niños empezaron a “caimanear” en la calle soñando con ser el día de mañana los Rafael Dudamel, Juan Arango o José Manuel Rey del futuro.

Ese futuro llegó, porque estos niños que hacen soñar despierto a un país en un Mundial Sub-20 vieron el mundo por primera vez cuando ese atrevido equipo comandado por Richard Páez, lograba victorias que ni en sueños habían aparecido antes.

Previo a esto, en una época donde aún jugar fuera de Venezuela era una rareza, Dudamel (San Felipe, 1973) cruzó la frontera y ocupó el arco de los equipos más prestigiosos de Colombia. En ese país logró un título local, una Copa Merconorte y disputó la final de la Copa Libertadores, quedando a ley de una tanda de penales de alzarse con título más importantes de clubes de Sudamérica.

Quizás estos hitos puedan parecer poco, pero en una época donde para la Vinotinto no salir goleada ya era una victoria convertirse en una referencia en un país con mucho más arraigo futbolístico, era toda una proeza.

Dudamel siempre tuvo ese aire, que tienen los porteros, de estar un poco por encima del bien y del mal, ese mismo aire que le inyectó a los pulmones de sus jugadores, que les ha servido para mirar a la cara a potencias como Alemania, México o Uruguay y saber que el talento que poseen y el plan de su técnico es suficiente para vencer.

Mientras su país debate su futuro en las calles y los muertos, que se cuentan por decenas, son heridas profundas que marcan a una sociedad por años, estos “chamos” le muestran a Venezuela que cuando se tienen el talento y se cree en él, no hay objetivo inalcanzable.

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