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Serie A

El futbolista que repartía frigoríficos

El caso de Junior Messias, un talento digno de la Serie A pero que no ha conseguido llegar a la Serie A hasta esta misma temporada, a sus 29 años, y que ni siquiera había debutado en Serie B hasta el curso pasado, representa un fallo gigantesco en el sistema de scouting de todos los clubes Italia en su conjunto. Seguramente, el fallo más evidente en la captación de jugadores que haya conocido el Calcio reciente. Sin embargo, la increíble historia del atacante brasileño del Crotone, una de las grandes sensaciones de la temporada en la élite del fútbol italiano y al que en muchas ocasiones parece que el equipo calabrés se le queda incluso pequeño, hunde sus raíces unos cuantos años atrás en el tiempo, hace exactamente una década.

Messias jugó en la cantera del Cruzeiro de su Belo Horizonte natal, pero no cuajó y no pudo dar el siguiente paso al profesionalismo. En 2011, con 20 años ya cumplidos, decidió cruzar el océano hasta Turín, donde ya vivía su hermano, para probar suerte en el Calcio italiano sin ningún tipo de certeza y con poco más en la maleta que una tenue y ciertamente ingenua esperanza de hacer carrera como futbolista en Italia. Por no tener, no tenía ni permiso de residencia. Una circunstancia que, obviamente, le impedía aspirar a un contrato de trabajo.

Lo único que podía hacer mientras tanto era esperar una de las regularizaciones masivas que el Gobierno italiano aprobaba de cuando en cuando, volver a esperar otra vez a que los eternos trámites burocráticos tan típicamente italianos le permitieran obtener finalmente sus papeles, conseguir un trabajo al margen de la legalidad con el que mantener a su hijo pequeño para ir tirando y agarrarse a lo que siempre había tenido: el fútbol. Tenía que erigir desde la nada una nueva vida, alejada seguramente de cómo la había soñado, pero absolutamente necesaria para seguir adelante. Y para ello, la figura de Óscar Vargas iba a resultar algo más que fundamental.

Óscar es propietario de un pequeño negocio de electrodomésticos en un barrio de clase trabajadora de Turín y ejerce al mismo tiempo de presidente de un equipo de aficionados, el Sport Warique, que participa en los campeonatos amateur de la capital piamontesa e integra en sus filas a chicos mayoritariamente peruanos como él, pero también africanos o latinos de otros países. Todos con un signo común: ser inmigrantes llegados a Turín con la esperanza de hallar un porvenir. La misma con la que Messias acababa de llegar. Y la ecuación estaba clara.

“Al principio no tenía ni siquiera trabajo”, nos cuenta Óscar, para quien Messias acabaría trabajando durante cuatro años repartiendo lavadoras y frigoríficos a domicilio a los clientes de su tienda. “Para nosotros era un riesgo darle trabajo sin documentos, pero por un hermano, si hay que arriesgar, se arriesga. Además, él era muy responsable y muy trabajador, aprendió rápido. Tiene esa, cómo te puedo decir, esa hambre de querer hacer siempre bien todo lo que haga y de querer superarse a sí mismo”. Y en los campos de hierba artificial de la periferia turinesa, donde realmente desataba su pasión, iba a ser exactamente igual, aunque su impacto y su calidad iban a dejar completamente alucinados a sus nuevos compañeros de equipo.

“Desde el primer día que pisó campo con nosotros, ya se notaba la diferencia, pero él siempre ponía todo sobre el terreno de juego. A veces hay jugadores que son buenos, pero cuando juegan y sienten que son un poquito mejores que los demás, pierden la humildad, pero él no. La humildad que tenía y tiene la ponía en cada partido. Él siempre ha tenido esa mentalidad. Nosotros jugábamos entonces en campos de hierba artificial, de fango incluso cuando llovía, porque no todo era hierba artificial en ese tiempo, pero él la sudaba siempre”, comenta Óscar.

“Cuando tú juegas en un equipo y eres así de bueno, en un primer momento te quieren patear, pero luego te rindes y dices: madre mía, qué calidad, qué haces aquí, tú deberías estar en Serie A de inmediato, tu calidad es demasiada”, relata. “También físicamente destacaba mucho y era muy superior. Yo le decía, entrena un poco más la parte atlética, aunque ya tenía una base muy buena, por qué quién sabe mañana, puede haber alguien que te descubra, no pierdas nunca la esperanza”, le insistía. “Yo no soy un atleta como él, pero me ponía a correr con él, le decía: mira, tómate estos suplementos naturales para rendir un poco más y siempre tienes que tener la esperanza de que alguien te pueda ver, siempre tienes que mentalizarte y trabajar en eso. Y él es una persona que te escucha, la soberbia en él no existe. Y nada, su talento se veía de inmediato. Cuando alguien así está en tu equipo, te sientes mucho más confiado”, concluye.

Un hecho que le sigue sucediendo igual en Serie A, el lugar al que su talento pertenecía, el lugar al que entonces estaba a una distancia sideral de aspirar a alcanzar, pero el lugar al que, solamente un lustro después de su último partido con el Sport Warique que preside Óscar, Junior Messias acabaría llegando como si de una película de Navidad se tratara, como una suerte de fábula con el final más feliz de todos, como un imposible hecho posible, como si el sueño cándido de todos los que hemos jugado una vez por semana o una vez al mes en un campo de fútbol de alquiler pudiera convertirse en una palmaria y esplendorosa realidad.

Tardaría en llegar, pero la oportunidad, la esperanza que Óscar siempre le insistió en que cultivara, iba a llamar a su puerta. Ezio Rossi, exjugador del Torino durante los ochenta y entrenador, no tenía banquillo en aquel momento y dedicaba su tiempo a entrenar a un equipo de refugiados que competía en el mismo torneo que el Sport Warique de Messias. En cuanto lo vio, se dio cuenta de que estaba ante un talento fuera de categoría, invadió el campo para hablar con él nada más terminar el partido y enseguida lo propuso a la dirigencia del Fossano, en la quinta categoría del Calcio. Sin embargo, el sueldo que le ofrecían era demasiado bajo para mantener una familia y Messias prefirió conservar su trabajo como repartidor para la tienda de Óscar en lugar de empezar a dedicarse exclusivamente al fútbol.

Tenía que hacer frente a la cruda realidad y la cruda realidad era dejarse la espalda para pagar el alquiler del pequeño apartamento en el que vivía en el modesto barrio Barriera di Milano de Turín. Con 23 años y sin haber pisado nunca el fútbol profesional ni haber estado cerca de hacerlo —una condición que en Italia comienza en la Serie C—, creer que una oferta para jugar en Eccellenza por mucho menos dinero del que ganaba repartiendo electrodomésticos iba a poder convertirse en el salto para conseguir vivir del fútbol era poco menos que una quimera.

Apenas un año más tarde, sin embargo, Ezio Rossi fue contratado por el Casale —todo un histórico, con un Scudetto en su palmarés que data de 1914, pero perteneciente también al mismo nivel que el Fossano en la estructura del fútbol italiano— y no hay ni que mencionar en qué jugador pensó en primer lugar nada más estampar su firma en el contrato que le legaba al club nerostellato. Los 1500€ mensuales que le pagaría el Casale a Messias esta vez sí le permitirían dejar definitivamente atrás su trabajo como repartidor y las canchas de césped sintético de alquiler.

Marcó 21 goles, ascendió al equipo a Serie D y ahí comenzó su escalada hacia el cielo. Rossi intentó retenerlo, pero Messias decidió fichar a final de curso por el Chieri de la misma categoría, con quienes ganó la Coppa Italia de Serie D. Al año siguiente, la Pro Vercelli, por entonces en Serie B, intentó hacerse con su fichaje, pero nuevamente la burocracia iba a cruzarse en su camino como un obstáculo insalvable para su ansiada llegada al profesionalismo, ya que la norma prohibía inscribir a jugadores extracomunitarios que proviniesen del fútbol no profesional. Hubiese podido hacerlo, pero únicamente si un equipo de Serie A hubiese comprado su pase en ese momento y lo hubiese cedido después a un conjunto de Serie B, pero nadie en la élite del Calcio decidió apostar en firme por su fútbol.

La otra excepción a la norma para llegar al fútbol profesional era ganar la Serie D y continuar en el mismo equipo de cara a la campaña sucesiva. Y eso fue lo que tuvo que hacer para conseguirlo. Messias fichó en 2017 por el Gozzano, también en el Piamonte, ascendió a Serie C y pudo alcanzar al fin el fútbol profesional tantos años después de salir de Brasil sin apenas nada más en la maleta que una tenue y ciertamente ingenua esperanza de hacer carrera como futbolista en Italia. Su impacto en Serie C continuó siendo tan impresionante como lo había sido en Serie D, en Eccellenza y en el fútbol aficionado de Turín. Sin diferencias. Tanto es así que en enero de 2019 el Crotone cerró su fichaje, toda vez que ya había regularizado por fin su situación en Italia, y lo dejó cedido en el mismo Gozzano hasta el final de la temporada.

Pero una pregunta es inevitable, ¿por qué había tenido que esperar tanto? ¿Cómo era posible que ningún club de la élite hubiese apostado por un futbolista capaz de marcar la diferencia también en Serie A, tal y como está demostrando en su debut en la categoría, aunque hubiese sido para cederlo? ¿Por qué no llegó a Serie B hasta tener 28 años? Su problema es que no tenía documentos. Y conseguir los documentos aquí es un poquito difícil, debes esperar una regularización por parte del Estado. Hubo la última regularización y pudo hacerlo después de un tiempo porque ni siquiera como futbolista podía trabajar, tampoco volver a Brasil para intentar realizarlo desde allí y luego regresar. Y tampoco nadie quiso arriesgar por ayudarle, ya que conlleva una parte financiera que nadie quiso asumir”, nos cuenta Óscar desde Turín.

No solo es su caso, hemos tenido muchos futbolistas muy buenos desperdiciados porque no llegan a descubrirlos o no tienen esa fortuna de llegar a las manos adecuadas que les pueden ayudar. Él pudo seguir adelante porque siempre perseveró, perseveró y perseveró… Otros muchachos no lo hacen porque, aun siendo buenos, no tienen esa mentalidad que él tiene y al final no llegan. A veces, sí terminan consiguiendo los documentos para que un club profesional pueda inscribirlos, pero la edad ya es demasiada para que apuesten decididamente por ellos.”

“Nosotros a Junior siempre le intentamos dar un mano también en la cuestión de los documentos, porque nos parecía desperdiciado, era un diamante desperdiciado, prosigue. “Y nos daba mucha pena porque su calidad era demasiado grande. Probamos a nivel de abogados, por todos los medios y no se pudo. Si hubiese tenido esa oportunidad un poco antes, hubiese podido llegar más rápido porque desde el momento en el que regularizó su situación de inmediato se fue al Casale y resaltó desde el primer partido. Luego se fue a Chieri y lo mismo. En Gozzano, igual. Hasta que tuvo la suerte de ir a Crotone. E igualito. Llegó y de inmediato marcó la diferencia. Y gracias a Dios este año llegó a Serie A y se nota que también lo hace”.

“Su fútbol ha cambiado porque ahora tiene una ayuda técnica, un entrenador que lo incentiva, lo estimula para explotar más cualidades. Lo que no ha cambiado es su picardía, su alegría, su voluntad de mejorar, de mostrar esa calidad que tiene innata, eso es siempre igual”, comenta Óscar sobre las diferencias de su juego entre aquellos años en Turín y su presente en Crotone. “Ha trabajado el físico y a nivel táctico también ha mejorado muchísimo, pero su uno contra uno contra el defensa, su dribbling, su conducción por la banda, llevarse el defensa y llegar al área… Ese tipo de cosas siempre las ha tenido. Con nosotros las hacía siempre”.

Messias es un futbolista con una capacidad fantástica para controlar el balón con muchas partes diferentes de su cuerpo, zurdo cerrado pero que sabe utilizar su diestra como algo más que un recurso, basta ver el gol de vaselina que le metió al Parma con su pierna mala para darse cuenta. El brasileño ha sido capaz de alcanzar la Serie A por todo lo que puede hacer cuando el balón llega a sus pies. Es un talento natural, un jugador divertido a pesar de que su calidad es siempre muy funcional y a favor del ritmo y la continuidad de la acción ofensiva. Le gusta regatear, conducir, verticalizar, es rápido, tiene un buen disparo lejano, una gran comba para los centros y las acciones a balón parado y combina muy bien los apoyos con el ataque de los espacios. De hecho, puede jugar como extremo a pie cambiado, como interior derecho con mucho vuelo, como mediapunta o como segundo punta con libertad de movimientos.

¿Cómo es posible que no se corriera la voz, que los que lo veían jugar en los campos municipales de Turín o los que se enfrentaban a él no le hablasen antes sobre su fútbol a cualquiera con una cierta responsabilidad en algún club profesional de la región? Porque es casi imposible creer que no se comentara en el entorno futbolístico de la ciudad el nombre y el potencial de un futbolista con calidad sobrada para estar en Serie A pero que estaba jugando en campos sin gradas, de hierba artificial, de esos llenos de pelotillas de caucho hasta casi la rodilla. Ver a alguien así y verlo allí tenía que ser poco menos que un acontecimiento.

Más allá de las características puramente individuales, Messias también posee la aptitud de filtrar pases y visión de juego para servir en profundidad a sus compañeros. Es un atacante muy completo, válido tanto para las dotes creativas en tres cuartos, para correr la banda desde muy atrás, dar profundidad a su equipo y servir centros peligrosos al área cerrados al segundo palo y también para finalizar jugadas llegando desde segunda línea o el lado débil de la jugada. Aunque el movimiento que más lo define es la capacidad de acelerar apenas una milésima de segundo después de controlar el cuero para activar esa conducción aguda hacia portería con la pelota cosida a su pie izquierdo y una estampa de equilibrista con la que deja rivales por el camino como un esquiador deja atrás las puertas en un eslalon. Y tiene cuota de gol, además.

Junior Messias, con el Crotone, en 2020. (Gabriele Maltinti/Getty Images)

“En mi inconsciencia, siempre he pensado que podía llegar a Serie A, pero si te soy sincero, eso es una cosa que en la vida real no piensas que pueda suceder”, nos cuenta Óscar. “Era un sueño. Yo siempre bromeaba con él, le decíamos la stellina (la estrellita, ndr) en el equipo. Siempre le decíamos: tú tienes que salir adelante, al menos Serie B. Tú lo piensas, lo sueñas, pero en ocasiones los sueños se realizan y en otras muchas ocasiones no. Lo de Messias es un sueño también para nosotros, los goles que hace los gritamos no sabes cuánto y le mandamos mensajes, le bromeamos, le decimos que tiene que utilizar más la derecha, que nosotros con la derecha somos mejores que él… Él siempre nos llama, siempre lo hemos considerado un amigo, parte de la familia porque el contacto que tenemos es mucho más que una amistad corriente”.

“Para nosotros verlo ahí es una cosa más que impresionante. Nosotros somos todos extracomunitarios, venimos a Italia con la esperanza, las ganas de trabajar, de salir adelante, de luchar para dejar atrás las dificultades que tenemos en nuestro país. No sabemos nunca adónde vamos a llegar ni qué cosa vamos a acabar haciendo, pero sí tenemos la fortaleza, la fuerza de seguir, seguir y seguir. En su caso, lo mismo. Messias es una persona muy humilde y constante y lo que ha conseguido es algo fuera de lo normal, fuera de lo común. Seguramente, ahora que ya ha llegado, quizá se pueda ver como que es algo más sencillo, pero ha pasado muchísimas dificultades, muchísimas peripecias para poder llegar donde ha llegado”.

“Si en un mañana vuelven a abrir los estadios, nosotros, todos latinos, aunque seamos juventinos, iremos al estadio de la Juve y estaremos con el tifo de su equipo y estoy seguro de que habrá una pequeña hinchada que le hará sentir el cariño que le tenemos porque, aunque queramos a nuestra squadra y siempre queramos que gane, en este momento pesa mucho más la fraternidad y la amistad”, narra Óscar sobre Messias. “Querremos que gane, que él sea el protagonista porque él es nosotros, él nos representa a todos nosotros”, zanja sobre su expupilo, su excompañero de trabajo, su exjugador y, por encima de todo, su amigo. Como él mismo dice, Messias no solo juega cada fin de semana para sí mismo o para su equipo, lo hace también un poco por todos ellos, por sus excompañeros en el Sport Warique y por todos los inmigrantes que llegan a Italia con el único sueño de progresar, de construir un futuro mejor que el pasado que dejan, con el único sueño de salir adelante perseverando y sin mirar atrás.

La lógica nos dice que un futbolista de 29 años no puede aspirar a llegar con esa edad a la élite del fútbol, que es excesivamente tarde, también nos dice que alguien llegado desde el otro lado del mundo y que tres años antes ni siquiera había jugado nunca a nivel profesional al fútbol no puede apuntar tan alto, que su nivel irá perdiendo el efecto y el valor que pudiera tener entre aficionados a medida que vaya escalando divisiones, que no es tan bueno como le dijeron, que llegará el día en el que su ilusión se tope de nuevo con la cruda realidad. Y, sin embargo, Messias es hoy el futbolista referencial de un equipo de Serie A, el líder por calidad técnica de los suyos, el diez, el crack, el tipo que marca las diferencias, el dueño del balón, el gran talento. Y lo es exactamente igual que lo era hace diez años, cuando jugaba en el Sport Warique en los torneos amateur de Turín. La historia personal y futbolística de la Serie A 2020/2021 es, sin duda, la historia de Junior Messias, el futbolista que repartía frigoríficos.

Imagen de cabecera: Maurizio Lagana/Getty Images

Sevilla. Periodista | #FVCG | Calcio en @SpheraSports | @ug_football | De portero melenudo, defensa leñero, trequartista de clase y delantero canchero

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