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El factor Williams

El Athletic vive anclado en una filosofía arraigada desde hace más de 100
años, que limita su actividad en el mercado de fichajes y que obliga a un
trabajo sideral en la cantera. “La totalidad de futbolistas del Athletic Club
han nacido o han sido formados en Euskal Herria”, reza su lema. No le ha ido
mal de esta forma al club bilbaíno, uno de los más laureados de la historia del
fútbol español (8 Ligas y 23 Copas del Rey adornan sus vitrinas, entre otros
títulos) y el único junto a Barça y Real Madrid que siempre han permanecido en
Primera División.

La Ley Bosman fue un golpe duro contra los valores del Athletic. A partir
de 1995, todos los futbolistas europeos tendrían derecho a jugar en cualquier
equipo del continente sin ocupar plaza de extranjero. Aquello abrió las puertas
a jugadores de todas las nacionalidades a la Liga, reforzando desde grandes a
pequeños clubes. A todos, menos a un Athletic que se mantuvo firme en su idea,
hasta la actualidad. En este siglo XXI los leones han llegado a coquetear con
el descenso en más de una ocasión, pero también han alcanzado finales de Copa y
de competición europea. Una montaña rusa, vaya.

Es obvio que los malabares se intensificaron en la parcela deportiva según
pasaron los años desde la aprobación de la Ley Bosman y la desmesurada
inflación del mercado. Cada vez resulta más difícil encontrar un jugador
diferencial, que pueda pelear entre las estrellas de la Liga. Hace tiempo que
el Athletic sueña con un futbolista así, que le resuelva partidos a base de
calidad y pegada. El club rojiblanco ha sobrevivido en los últimos tiempos
gracias a los goles de Aritz Aduriz, un ariete que ha mejorado su puntería con
los años hasta situarse entre los mayores de la historia del club.

Otro de los problemas, por supuesto, radica en la necesidad de retener a
los jugadores que funcionan y se consolidan. Del Horno, Fernando Llorente, Javi
Martínez, Laporte, Ander Herrera, Kepa… El Athletic podría contar con un once
que perfectamente pelearía por los tres primeros puestos de la Liga cada año,
solo formado por futbolistas nacidos o formados en Euskal Herria. Pero la
mayoría se van en busca de éxito, casi siempre lejos de nuestras fronteras
(para no hurgar tanto en la herida). Los que deciden quedarse cobran bien,
tienen una cláusula alta o no la tienen (tendencia al alza) y son amados por la
hinchada de San Mamés.

Claro que son muchos los que creen que llegará el día en el que la
inventiva y el buen trabajo de cantera no sea suficiente. Como esta misma
temporada, cuando el Athletic pisó puestos de descenso durante algunas jornadas
y llegó a encadenar 13 jornadas sin lograr la victoria. La llegada de Garitano
lo cambió todo, y ahora el Athletic no descarta entrar en Champions, ahora
mismo a seis puntos de la cuarta plaza que ocupa el Getafe.

El trabajo del preparador vasco es la clave para la reacción, pero también
el paso adelante de dos leones que se les espera desde hace mucho. Iker Muniain
(citado por Luis Enrique en la última convocatoria) e Iñaki Williams. De los
dos se hablaba maravillas, más si cabe de Iker (debutó con 16 años), aunque las
lesiones frustraron su meteórica progresión. Pero Iñaki, que lleva prometiendo
desde su debut en 2014 ante el Córdoba, ha explotado definitivamente. Lo ha hecho
cuando más lo ha necesitado su Athletic, en uno de los momentos más delicados
de su centenaria historia. Tiene 24 años, pero ya ha jugado casi 200 partidos
con la camiseta rojiblanca y siempre se ha criticado su falta de gol y la mala
toma de decisiones en metros finales. Su tremenda velocidad era la única virtud
a la que se agarraban los escépticos en cada una de sus titularidades.

Ha necesitado su tiempo, quizá más de lo que exige una hinchada como la de
San Mamés, pero Williams ya está aquí. Este curso acumula 11 goles y cuatro
asistencias, sus mejores registros de siempre, aprovechando su nueva
demarcación como delantero centro. Su potencia le hace caer a banda con
asiduidad, pero ha demostrado que en posiciones más centradas también rinde a
la perfección gracias a su juego de espaldas y su calidad en tres cuartos de
campo. Iñaki se ha echado el equipo a la espalda, y lo demuestra con partidos
como el de Montilivi, tirando del carro para lograr una remontada que hace
soñar al Athletic con Europa.

Resulta curioso que ese jugador diferencial que anhelaba el Athletic desde
hace tanto tenga ‘Williams’ por apellido, sea hijo de padres liberianos y un
color de piel que destaca en Lezama por razones obvias. En otros tiempos habría
sido imposible, pero Iñaki, nacido en Bilbao, lleva más de siete años en el
Athletic y más de 11 formándose en clubes de Euskal Herria. “Un negro no puede
jugar en el Athletic”, le decían. Hoy, ese ‘negro’ es la diferencia entre
hundirse o volver a ser uno de los punteros de la Liga.

Alicante, 1991. Mi madre siempre me decía: "No sé por qué lloras por el fútbol, sino te da de comer". Desde entonces lucho por ser periodista deportivo, para vivir de mis pasiones (y llevarle un poco la contraria).

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