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El escudo no se toca

Desde finales del pasado año
sabíamos que algo en el Atlético de Madrid iba a cambiar de cara a la temporada
2017/2018: el traslado al Metropolitano. Hasta ahí, todo formaba parte de lo
esperado. La sorpresa llegó con el anuncio del cambio de escudo. Y desde que ha
llegado, a muchos les invade una sensación extraña; como si les arrebataran
algo que ha formado parte de ellos durante muchos años.

Es cierto que a lo largo de la
historia ha pasado más veces, cuatro para ser exactos. Y algunas pidiendo
opinión. Pero esta vez no. A todos nos pilló por sorpresa el día que fue
anunciado el cambio de escudo, la modificación, la creación de un logo o como
queráis llamarlo. Yo lo resumo como: pérdida de identidad.

Te pueden decir que hay que
querer al Atleti por lo que es, que por mucho que cambie el escudo sigue siendo
el Atleti, que hay que avanzar y evolucionar. Sí, este club ha avanzado y
logrado (sobre todo deportivamente) en estos últimos años lo que parecía
imposible, pero ¿para que avance socialmente hay que perder tu seña de
identidad? Hace pocos meses veíamos un mosaico en las gradas del Vicente
Calderón que aludía a los vecinos de Chamartín con un “orgullosos de no ser
como vosotros”. Frase que hay que matizar ya que ahora se pueden encontrar
bastantes puntos de conexión.

Este club siempre ha alardeado de
representar valores como la lealtad, de estar impregnado de un sentimiento
imposible de explicar. Cuántas veces hemos escuchado eso de “preferimos cojones
a millones”, “me quedo con el sentimiento que con una Champions”, etc.

¿Y ahora? ¿Qué te está pasando?
Poco a poco, te estás convirtiendo en eso que siempre has odiado, en lo que
siempre has criticado. Ahora casi no te reconozco. Yo me quedo con el equipo
del Manzanares, con el Vicente Calderón, con Indi, la camiseta rojiblanca y con
el oso y el madroño. Todo lo demás no forma parte de ti, Atleti.

Seguridad bajo palos. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid. Siempre ligada al mundo del fútbol y las letras, hice un alto en el camino para introducirme en el mundo de la radio. Y aquí sigo, con papel, bolígrafo y un micrófono entre las manos. ¡Si se cree y se trabaja, se puede!

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