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El efímero rugido del león de Dakar

Viajemos exactamente tres lustros en el tiempo para situarnos en el 31 de mayo de 2002. Concluida la temporada, el mundo del fútbol centraba su atención en Corea del Sur y Japón. Toda la relación que un servidor, entonces con 15 años, podía establecer entre el fútbol y el país nipón tenía de protagonistas a Oliver Atom, Benji Price y sus terrenos de juego kilométricos. Esta relación acabó en verano de este año, cuando encaraba mi primer mundial de fútbol con una aceptable conciencia de todo lo que abarca este tipo de competición, y con la intención de retener el máximo de información de aquel evento. De Francia’98, por ejemplo, solo soy capaz de conservar en mi memoria detalles y fogonazos muy concretos (los cabezazos de Zinedine Zidane en la final contra Brasil, lo de Liliam Thuram en semifinales, la Croacia de Davor Suker…). Mención aparte merece Ronaldo Luis Nazario da Lima, el mejor nueve que han visto mis ojos y el jugador en el que me fijaba por encima de todos, pero ya hablaremos de R9 en otra ocasión.

Volviendo al Mundial de Corea y Japón, me disponía a presenciar el partido inaugural con mi padre y mi hermano. Lo disputaba la selección de Francia, que debutaba ante la desconocida selección de Senegal. Un partido apetecible por las ganas de ver a los cracks de aquella selección, actual campeona europea y mundial. En especial, tenía ganas de ver a Thierry Henry, el monsieur francés que por aquellas fechas ya se estaba convirtiendo en uno de mis mayores ídolos futbolísticos. Henry se encontraba en los años previos a The Invincibles, equipo con el que alcanzó (en mi opinión) su cénit futbolístico. El partido con el que Tití y los suyos debutaban en aquel Mundial era ante una representante del entonces no muy conocido fútbol africano, así que se iba apoderando de mí el convencimiento de poder presenciar una gran goleada, que daría al Mundial el inicio perfecto y espectacular que merecía.

Y señores… ¡Cuánto me faltaba por aprender en esto del fútbol! Sí, fue un partido que le dio al Mundial 2002 un inicio espectacular, pero no de la forma que había pensado. ¡Qué exhibición física mostró el combinado senegalés! Y qué momento escogieron: nada más y nada menos que contra los actuales campeones del mundo y en el partido inaugural, con millones de ojos pendiente de ellos y escribiendo una de las páginas más bonitas de aquella competición.

Por encima de todos destacó un chaval de 21 años, llamado El Hadji Diouf, que jugaba en el Lens francés. Junto a Jalilou Fadiga, se encargó de trastocar durante 90 minutos toda la organización defensiva gala. Jugadores de la talla de Lilian Thuram, Marcel Desailly, Frank Leboeuf o Patrick Vieira fueron incapaces de detener a estas dos balas senegalesas que asaltaron más veces de las esperadas los terrenos de Fabien Barthez en un partido que terminó con un sorprendente triunfo por la mínima de Les Lions de la Teranga.

La potencia física y la técnica de Diouf no pasaron desapercibidas para nadie en aquella tarde de mayo en Seúl. Qué forma de conducir, qué manera de sortear rivales, qué forma de caracolear, qué presión tan insaciable… Giré la cabeza hacia mi padre para decirle: “¡El Barça debe fichar a este Diouf!”. Él dibujó una sonrisa, quizás sabiendo que era un comentario precipitado. Quizás sabiendo que siempre hay que ver más partidos de un joven jugador antes de querer ficharle para tu equipo. Quizás sabiendo que, aunque acabaría formando parte del Equipo de las Estrellas de aquel Mundial, el fútbol es un deporte en el que no basta hacer un partido, un torneo, una temporada buena. Quizás sabiendo que lo que se necesita para triunfar en el fútbol no es solamente jugar bien al fútbol.

 

La importancia de saber mantenerse

Aprovechando su boom en el Mundial 2002, donde consiguió llevar a Senegal hasta los cuartos de final (convirtiéndose en la segunda selección africana de la historia en lograr tal proeza), El Hadji Diouf fichó por el Liverpool FC, donde en las dos siguientes temporadas firmó unos pésimos registros goleadores. Marcó 6 goles en 79 partidos, a la vez que iba sacando a relucir un temperamento que denotaba una preocupante falta de actitud para el fútbol de élite. Al término de su segunda temporada como red, su relación con entrenador y compañeros era insostenible. Su falta de compromiso con un club de la grandeza del Liverpool FC hizo que algunos pesos pesados del equipo (principalmente Steven Gerrard y Jamie Carragher) perdieran el respeto a un delantero que, de haber seguido otro año más, hubiera acabado dinamitando el vestuario dirigido por Gerard Houllier.

Diouf se marchó al Bolton Wanderers, equipo de la Premier League que le dio la oportunidad de demostrar que los dos años en Anfield habían sido un bache. Nada más lejos de la realidad, ya que en cinco temporadas como trotter solamente logró marcar la insignificante cifra de 24 goles en 136 partidos. Inadmisible para un nueve que prometía ser una referencia europea en los años posteriores al Mundial de Corea y Japón. Sunderland, Blackburn Rovers, Rangers, Doncaster Rovers, Leeds United y Sabah FA (Malaisia) completan la nómina de clubes donde jugó y donde acarreó constantes polémicas y acusaciones de poca profesionalidad.

¿Qué más da, Hadji? No quisiste más, no pasa nada. Lo tuyo fue un rugido efímero, quizás tan fuerte que hizo que enseguida te quedaras sin voz. Conociendo tu carácter, seguro que estarás tranquilísimo. Te conformaste con poco cuando pudiste haber escogido trabajar duro y poner los cinco sentidos en ser uno de los delanteros de la década. Viéndote jugar aquel mundial con 21 años, tenía el convencimiento de que podía ser así. Y me da la sensación de que no fui el único.

Ha habido muchos como tú, que han llegado lejos gracias a su talento, pero que no han sabido mantenerse al no gozar nunca de esta compañera de viaje tan importante llamada disciplina. Ha habido muchos como tú, sí, pero no llevo tiempo queriendo escribir sobre ellos. El motivo está claro: pocos me regalaron una tarde como la que me regalaste tú en aquel 31 de mayo de 2002. Siempre que alguien me pida que busque en mi interior mis primeros recuerdos de un mundial de fútbol, estarás tú, la selección de Senegal y la lección que me llevé aquella tarde.

Se han cumplido quince años de aquel encuentro. Supongo que de cada veinte veces que se hubiera jugado, Les Bleus hubieran ganado diecinueve de ellas. Qué bonito fue poder estar frente al televisor aquel día y presenciar la excepción a toda lógica futbolística. Fue uno de estos días donde aprendí que el fútbol tiene momentos en los que no puedes dar nada por hecho, que este deporte tiene un componente que se escapa de todo orden natural. Este día me dije que grandes cosas estaban por venir en mi relación con este deporte. Sí, estaba convencido de que todo podía cambiar en cualquier momento. Aunque mi club estuviera presidido entonces por Joan Gaspart y celebráramos como un título un gol de chilena que solamente servía para quedar cuartos en Liga y clasificarte para la Champions League.

Y gracias, fútbol, porque no me equivoqué.

«Jugar al fútbol es muy simple, pero jugar un fútbol simple es la cosa más difícil que existe». #GràciesJohan

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