Antes de que el córner existiera como tal, el fútbol funcionaba similar al balonmano. Si el balón salía por línea de fondo se efectuaba un saque de puerta, independientemente de quién había tocado el balón. La aparición del córner lo cambió todo. Había nacido un nuevo juez.
El córner o saque de esquina ha vivido de todo. Los jugadores y los equipos han ido experimentando con él. Como una rivalidad entre equipos de Fórmula 1 con secretismos y nuevas ideas: saques en corto, cerrados y abiertos. Futbolistas que golpean de rosca con el interior buscando una parábola hacia la portería o especialistas que golpean plano el balón buscando una prolongación de la jugada en el segundo palo. Jugadas ensayadas y estrategias que sorprenden y funcionan, que unos sufren y otros copian. Una primera batalla de trincheras que puede darte la victoria en la guerra.
Un córner le avisó a Trent Alexander-Arnold que sacara rápido en unas semifinales de Champions y otro vio como Drogba reventaba un balón con su frente que daría una Copa de Europa.
Otro córner vio elevarse a Puyol por encima de unos armarios alemanes y otros córners decidieron que Palop y Bounou obtuvieran respuesta a esa pregunta que lanzó Coca Cola de “¿qué se siente al marcar un gol?”
Los córners se divierten poniéndoselo muy difícil al VAR. Observan ansiosos los agarrones y los bloqueos entre los futbolistas antes y después de tirar. Ven en cada jugada posibles penaltis. Se ríen mirando desde una esquina al árbitro nervioso por no saber qué pitar.
Han visto celebraciones de todo tipo, agresiones, entrenadores completamente poseídos por Jesse Owens corriendo y saltando, fichajes de relumbrón calentando en la banda, invasiones de campo y recoge pelotas con muchísimo carisma.
Han evolucionado y crecido con el fútbol. Han decidido partidos, eliminatorias y torneos. Han sido crueles e injustos y han sido generosos y buenos.
Los córners han sido, son y serán importantes. Forman parte del balón parado, un aspecto del juego que cada día tiene más importancia. Los entrenadores dedican horas y horas a elaborar jugadas y movimientos. A un saque de esquina le han llamado ‘gilicorner’ e incluso ha entrado en el mundo del refranero español: córner mal sacado, gol en contra.
Los córners han pasado de ser una estadística y un tipo de balón parado a ser testigo y árbitro del fútbol moderno. Ver y decidir. Una herramienta para entrenadores y futbolistas. Una virtud para los grandes lanzadores y otra oportunidad para los grandes rematadores.
Cada vez son más los defensas que evitan siempre que pueden despejar a córner. Partirse la cara y jugarse el físico porque el balón salga por el otro lado del banderín.
Los córners se celebran por la afición como una falta al borde del área. Hay algunos que le llaman medio penalti, otros la consideran una ocasión manifiesta de gol, y otros simplemente cierran los ojos imaginándose lo peor.
Los córners han escrito la epicidad de las más heroicas escenas del fútbol mundial, donde el portero sube a rematar, el árbitro anuncia que será la última jugada y donde una afición entera ataca y otra defiende. Los córners han derribado la cuarta pared del televisor, han conseguido que el aficionado se sienta dentro del área y que un espectador remate de cabeza desde el sofá de su casa.
El córner, un invento que cambió el fútbol. Un invento que hizo mejores jugadores a muchos y peores a algunos. Una faceta del juego que no tiene aliados ni memoria. Solamente algún idilio con algún futbolista que le quiere y le aprecia, le entiende y le respeta.
El córner, amigos. Un invento que tan pronto te lo da todo como te lo quita.
Imagen de cabecera: ImagoImages
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