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El Bulldozer del Metropolitano

Medias canilleras y chaqueta entreabierta por la mitad. Esta última, una costumbre que ha heredado de los partidos con su selección, en los que quiere dejar bien a la vista ese parche que luce el campeón de la Copa América. Así saltaba Rodrigo De Paul al verde de la que fuera su casa, un césped de Mestalla que le recibió con sensación agridulce. La de aquel chico argentino que lo prometía todo hace algo más de un lustro como mediapunta resultón, pero que no terminó de cuajar en la ciudad del Turia y que ahora es un todocampista cotizado que aún muchos se preguntan cómo al Atlético de Madrid le ha podido salir ‘tan barato’.

Su carisma, su estilo de juego, incluso su imagen y modo de vestir exigen casi de manera unánime que Rodrigo De Paul tenga un apodo a la altura del personaje. Nacido en la tierra del sobrenombre que tuvo al Pelusa, al Apache, al Matador, al Payaso y a la Brujita, entre miles y miles más, el jugador salido de la cantera de Racing de Avellaneda necesita reciclar un apelativo que le haga justicia. La Máquina, como se le empezó a llamar en ciertos sectores del fútbol argentino cuando daba sus primeros pasos como jugador de último pase, quizás le ha quedado desfasado, porque el argentino ha evolucionado como jugador y se ha convertido en una topadora que se baja a excavar al barro, remueve la tierra y la hace luego parecer nueva y limpia. O Bulldozer, que suena más agresivo.

Su llegada al Atleti levantó algunas sospechas que hacían dudar de dónde tenía sitio un muchacho que jugaba por todos lados y que tenía como mejor versión la ocupación del espacio donde Llorente había triunfado. La lesión de este y la ausencia repetitiva de Lemar ha permitido al argentino, que las primeras semanas lo tuvo más difícil, entrar en un XI del que a día de hoy parece imposible verle fuera.

Rodrigo recupera y distribuye. Rodrigo apoya y hace coberturas. Rodrigo manda y comanda. Rodrigo hace el balance, echa broncas a sus compañeros y es el primero en buscarla con los contrarios. Es un perro de presa que se permite, en ocasiones, recuperar aquella versión del pasado e ir hacia adelante y ponerse a regatear. Con él sobre el césped, el Atlético es más equipo que sin él. Genera absolutamente todo y provee todo el equilibrio necesario. Rodrigo impone y se impone.

Ya lo escribía Joel Sierra hace medio año en su última temporada en el fútbol italiano. “Para ser claros desde el principio y lanzar una estadística definitiva: Rodrigo De Paul es, según los datos de Alebia, el futbolista de las grandes ligas que realiza más acciones ofensivas con éxito en su conjunto (regates, centros que encuentran remate y disparos entre palos). Ni Leo Messi, ni Neymar Jr., ni Cristiano Ronaldo, ni Romelu Lukaku, ni nadie.”

Lo sabe Simeone, lo sabe Messi, lo sabe Scaloni. Hasta Suárez, que hace en el Atleti las funciones que en la selección hace el propio Leo. La del mejor socio de Rodri, dentro y fuera del campo. Si a Suárez le falta mate, solo tiene que mirar a Rodri. Si a Suárez no le llega un balón, solo tiene que mirar a Rodri. Por eso, desde Argentina se asevera con que es el 10 de la albiceleste el que exige que en los partidos de selección el equipo lo compongan De Paul, Leo y nueve más. 34 partidos ha jugado De Paul con Argentina y solo han dejado de ganar dos. Curiosamente, el primero que perdió la selección fue el partido inaugural de la Copa América, donde De Paul fue suplente e ingresó al campo con el equipo perdiendo 2-0 y le cambió la cara al equipo de una manera que desde entonces ha sido intocable. De los últimos 24 partidos de la selección, De Paul ha jugado 23 y Argentina, que ha salido campeón de América, no ha perdido ninguno.

Y aunque el 5 rojiblanco se puede mover con soltura en el pivote, como interior en ambas bandas e incluso como enganche, es en la posición de interior derecho donde ha encontrado su hogar en la vida. Ahí descosió la Serie A y ahí ha terminado jugando con Argentina, para ahora asentarse ahí en el equipo rojiblanco.

El domingo, en Mestalla, aquel campo que fue suyo durante casi tres años y ante ese equipo cuyo debut fue amargo, siendo expulsado a los dos minutos de salir, el argentino dio un recital durante 87 minutos. Se marchó al banquillo tocado por un encontronazo y dejando a su equipo con el partido sentenciado, con 1-3 en el marcador. Pero tras su salida el Atlético desapareció, se hundió, y 10 minutos después, en dos acciones que entraron por esa banda por donde De Paul tenía su mapa de calor (en realidad fueron tres, pero una no acabó en tragedia para los rojiblancos), el Valencia puso un empate que sacó a relucir, una vez más, la fragilidad de las costuras de un Atlético que atrás es un flan. Y que Rodrigo De Paul es esencial.

Imagen de cabecera: Getty Images

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