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El año de transición y el discurso de Simeone

Si algo tiene Simeone como virtud es que suele ir siempre de cara. Contaba Fernando Torres que uno ha de ponerse siempre el máximo objetivo, porque si se contentaba con ir al ‘5’ raspado, era muy posible que de un traspiés se quedara en el ‘4’, pero si se iba a por el ‘10’, era muy difícil fracasar. Pero una cosa es que el objetivo sea real, y la otra casi utópica. Cuando Simeone habla de presupuesto, no lo hace como excusa para no ir a un asalto de la Liga, sino como realidad. El Atleti está a años luz, por debajo, de las posibilidades de Real Madrid y Barcelona, pero también lo está, por encima, con respecto a Sevilla, Athletic, Real Sociedad o Valencia. Y cuando Simeone habla de año de transición, no lo hace para echar balones fuera, sino porque realmente, cuando uno cambia nueve piezas de una plantilla de 21 jugadores y pierde a su columna vertebral de presente y futuro (Griezmann, Rodri, Lucas) y a su vieja guardia (Juanfran, Godín, Filipe Luis), ese proyecto es imposible, e impensable que marche desde el primer día. Pies en el suelo. El argentino, además, pocas veces se equivoca.

Y por eso, del año de transición ya casi olvidado se ha pasado a uno donde el Atleti está mucho más asentado, donde los refuerzos apenas han brillado por su ausencia en un mercado austero marcado por la pandemia en el que, de no haber ocurrido todo este agujero económico, tampoco se habría retocado demasiado. Porque en apenas un mes y medio de competición, resulta que el Atlético juega mejor (o más bonito, que dicen algunos), saca los partidos adelante, mete goles (su gran asignatura pendiente en los últimos dos cursos) y se pega pocos disparos en el pie. De pronto, João Félix parece ese jugador de 120 millones que no se veía el año pasado, una cosa más que evidente teniendo en cuenta que se trataba de un mirlo de 19 años que venía de una liga menor y con un físico que dejaba mucho que desear, o mejor dicho, que era el cuerpo normal para un chico al que aún no le ha salido la barba.

Y este Atleti, con sus cosas, que las tiene, parece que ahora está más enchufado que en los últimos cursos. “Ahora atacamos más, que es lo que queríais”, dijo ayer en rueda de prensa el montenegrino Stefan Savic, sabedor de la existencia de una corriente numerosa entre la afición que achacaba que el equipo ganara de manera mayoritaria por la mínima. Pero no hay que olvidar que, pese a haber encajado solo dos goles en los pocos partidos jugados, apisonadora de Múnich aparte, este Atleti parece algo más vulnerable a la hora de conceder ocasiones al rival que en otras temporadas.

El Atleti de hoy vuela. Ganar te lleva a ganar. Y el equipo entra en un estado de autoconfianza que retroalimenta las sensaciones y los resultados. Luis Suárez ha caído de pie y es una grata noticia que el equipo no le haya necesitado para ganar en un campo tan difícil como es el de Osasuna. Y no. El Atleti no es favorito a nada. No es ni siquiera candidato. Su pelea sigue siendo la misma que el 23 de diciembre de 2011. Partido a partido. La tercera plaza como objetivo doméstico real y enseñarle los dientes a cualquiera que sea en Europa. Un club que no invierte en fichajes (en los últimos 10 años, el Atleti ha solamente gastado de media 7 millones por curso más de lo que ha ingresado) difícilmente puede pelear todas las temporadas con los equipos importantes del continente, salvo milagro. Seguir molestando arriba, dejándose los menos puntos posibles. Y cuando queden pocas jornadas, ya se verá si la bicefalia que domina con mano de hierro cada Liga ha dejado algunas migajas que poder aprovechar. El año de transición ya pasó. Ahora llega el asentamiento del nuevo proyecto.

Imagen de cabecera: Imago

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