La afición por un futbolista en concreto puede llegar hasta el extremo. Uno de esos límites a no superar sería el de esta imagen: tatuarse en la espalda el nombre y dorsal del jugador como si la piel se tratara de una camiseta.
Pippo Inzaghi levanta este tipo de pasiones, y aunque su etapa de entrenador del Milan ha sido absolutamente para olvidar, la leyenda de su recuerdo como jugador rossonero no se olvida tan fácilmente. Y para este aficionado, nunca.
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