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Desde el minuto uno

El Betis de María Pry no es muy diferente al de Quique Setién. Prima el
juego de toque, sin hacer ascos a las transiciones rápidas, pues cuenta con
jugadoras de mucha velocidad. Es posible que, con balón, sea el mejor equipo de
la Liga Iberdrola sin contar a Atlético y Barcelona. Sin balón… un poco menos.
Es capaz de sumar cuatro victorias consecutivas o siete partidos sin perder,
pero también estancarse y entrar en una espiral negativa de la que es
complicado salir.

En una de esas llegaba el Betis a su choque frente al Fundación Albacete.
Sin ganar en la Ciudad Deportiva Luis del Sol desde finales de enero, la
entrenadora sevillana sorprendió al dejar en el banquillo a Irene Guerrero,
pero más todavía al alinear a Yiyi en el once titular. Para ponernos en
situación: la joven había sido suplente en 20 de las 23 jornadas anteriores. No
sabía que iba a disputar, probablemente, el mejor partido de su carrera.

Yaiza Relea (1997, Madrid), llegó al club verdiblanco en el verano de 2016,
con tan solo 18 años pero apuntando maneras. Tanto en las categorías inferiores
del Rayo Vallecano como en la selección madrileña, la ágil extremo demostró
unas condiciones bárbaras en manejo de balón y desequilibrio por banda. También
en la sub-19 de Azerbaiyán 
(se nacionalizó de la mano de Patricia González, quien fuera su entrenadora en el Rayo), a la que llevó a la Ronda élite previa al Europeo
con cinco goles y tres asistencias en tres partidos, goleadas incluidas a
Bélgica y Gales.

“La vimos en Marbella y nos gustó su picardía jugando, la toma de
decisiones y técnicamente una jugadora que se va a adaptar perfectamente a este
equipo”, dijo María Pry el día de su presentación.  Era el primer año del
Betis en Primera División, y Yiyi había cambiado un club histórico en el fútbol
femenino español por un recién ascendido que, eso sí, presentaba un proyecto
ilusionante a corto y largo plazo.

Su desparpajo, sin embargo, no fue suficiente para ganarse un puesto en el
once titular. Ni entonces, ni la pasada temporada, ni en la actual. Yiyi ha
madurado fuera y dentro del campo, pero su rol sigue siendo el mismo. Es la
jugadora número 12, la electricidad que agita un partido atascado, la llave
para abrir puertas que son difíciles de abrir. Sin embargo, ¿sale rentable
tener una jugadora capaz de eso y más en el banquillo?

La pasada temporada, Yaiza firmó uno de sus mejores partidos saliendo como
titular ante la Real Sociedad. Llegaba sin regularidad, después de una lesión,
y con una competencia más que feroz en la delantera bética: Bea Parra, Priscila
Borja, Paula Moreno, Virgy… En aquel partido marcó un golazo, asistió en otro y
estrelló un balón en el larguero. Es curioso cómo una jugadora de aspecto tan
frágil tenga un cañón así por pierna.

“Necesitaba un partido como ese, no lo voy a olvidar”. Aquella exhibición
no le valió para contar con más minutos ni para entrar en el once con más
asiduidad. La competencia se hizo cada vez más feroz, y si en su primera
campaña llegó a jugar diez partidos como titular, en la 17-18 apenas tuvo
protagonismo. En la presente campaña solo ha formado parte del once inicial en
cuatro ocasiones (Cristina Muñoz es la única que le supera en la plantilla, con
3) y ha salido hasta 18 veces desde el banquillo.

Ante el Albacete, en una situación difícil para el Betis y con varias
jugadoras necesitadas de recargar pilas tras jugar entre semana, Yaiza Relea se
echó el equipo a la espalda. Una cabalgada suya por banda izquierda acabó en
asistencia para Priscila Borja, que hizo el 1-0. Poco después marcaría el
segundo empujando un balón de Virgy. Para poner la guinda, se sacó de la manga
un ‘Yiyazo’ que hizo retumbar las redes de la portería.

Yaiza acaba contrato este verano y la falta de minutos podría llevarle a un
equipo donde pueda demostrar el mismo desequilibrio que destrozó al Albacete.
Pero su gran actuación puede servirle, esta vez sí, para ganarse un puesto en
el once, dotando al equipo bético de frescura en las dos bandas desde el minuto
uno, algo necesario en un estilo que si se pasa de estático, acaba siendo
previsible.

Alicante, 1991. Mi madre siempre me decía: "No sé por qué lloras por el fútbol, sino te da de comer". Desde entonces lucho por ser periodista deportivo, para vivir de mis pasiones (y llevarle un poco la contraria).

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