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Derecho a eutanasia

La luz del Club Joventut de Badalona parece ser que está
apagándose. Casi noventa años de existencia en la alta competición, podrían
estar a punto de irse al traste. Y pese a portar sangre verdinegra por todas y cada una de mis venas y discernir
que la Penya es más que un sentimiento, dudo en pensar, si tal coyuntura es
nociva (como debería ser) o apaciguadora (para mi cabeza).

Sé que muchos socios y aficionados badaloneses querrían saltar a mi yugular
ante tal duda surgida –lo comprendo- pero es echar la vista atrás, concretamente
a la historia reciente del club, y caerme las lágrimas como mares. Soy incapaz de contemplar como dicha institución, la cual ha librado mil y una
batallas épicas, en la actualidad adolece de carisma competitivo.

Una sensación de afrontar cada partido con más optimismo que realidad, para al
final, acumular un nuevo desencanto en mi zurrón.
Admito que rendirse es de cobardes, pero estamos ante un agonizante caso
clínico sin vistas de mejora en el futuro.
Es ver esa ausencia del gen competitivo y esas ganas de luchar hasta la
extenuación, que siempre les había caracterizado, y me desplomo por completo.
Todo esto, consecuencia de proyectos compuestos de notables chavales que suben
de la cantera, pero que están rodeados de mediocres norteamericanos y algún que
otro dinosaurio que viene a Badalona a cavar su tumba deportiva.

Y no es el momento de depurar responsabilidades o señalar
con el dedo a culpables y/o posibles responsables. De eso ya se encargarán los
propios hechos cuando salgan a la luz a través de comunicados o sentencias.

Ahora es el momento de reconocer que esto ya no es lo que
era, que no hay luz al final del túnel, y que estamos tratando con un paciente que
parece sentenciado a morir.Un paciente, que a día de hoy es irreconocible, ya que en tiempos pretéritos
estuvo encarnado en un club que había simbolizado todos los valores del
baloncesto. Un club que, pese a recibir una estacada casi funesta para su devenir histórico
-como fue el triple de Djordjevic- dos años después supo volver con más fuerza que
nunca a una nueva final y proclamarse flamante rey del viejo continente.Un club que le ha ganado ligas al F.C.Barcelona y al Real Madrid, que le usurpó
al TAU su Copa del Rey en Vitoria, o que empezó a escribir sus páginas más ilustres
con un triunfo milagroso, ante el Carrera Venecia, en la final de la Copa Korac
del 1981 (el año de mi nacimiento, por cierto). En definitiva, un equipo que no se cansaba de ganar y que era temido y respetado
allá donde fuera.

Tampoco estoy dispuesto a empezar a nombrar a jugadores y
entrenadores que han engrandecido esta institución. Primero, porque existe el
riesgo que me deje a alguno en el tintero injustamente, y segundo porque quiero
recordar al Club Joventut de Badalona como bloque, como una familia, como aquella
institución heroica que supo hacerse un hueco entre los más grandes a base de
garra, esfuerzo, sacrificio, y comenzando desde lo más abajo, desde su cantera.
Ese equipo que miraba a los ojos de los rivales más atemorizadores sin ningún
ápice de recelo, y que les planteaba una batalla de tú a tú, impidiendo hacer
prisioneros. Un grupo, una coalición, una alianza de pasiones que nunca pasará al olvido.

Y si al final se confirma la fatídica noticia, no habrá otro
club que llene mi corazón dentro del cruel mundo del baloncesto profesional. Soy, y siempre lo seré, un fanático de la Penya que no quiere saber de otros
colores, banderas o escudos; he tenido la suerte de entrenar dos años en sus
equipos inferiores y seguiré guardando como oro en paño, los partidos
históricos que grabé en VHS, mientras me deleitaba con su juego.

Así que, por favor, olviden la cuestión planteada al inicio de este artículo.
Es evidente que no puedo luchar contra mis deseos y que mi corazón es el
comandante de mi cabeza. Ya sé que he escrito algunas cosas duras pero pese a
todo lo citado, ojalá que nunca desaparezca y sigamos viviendo proyecto tras
proyecto.

Porque en esta vida, se podrá cantar, gritar, reír, bailar, llorar…
pero nada como clamar a los cuatro vientos un ¡Força Penya!

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