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Deportivo Alavés: next goal wins

El que marca gana. Sin querer caer en clichés de encuentros en el parque, con algo más que la reputación en juego, nuestra infancia se resume en eso. Batallas con un pasado inexistente: solo importaba el presente. Nunca tuvo demasiada relevancia los goles que habías marcado, las asistencias o los regates. Contaba ese último tanto. Igual que en la final de la UEFA de 2001 en el Signal Iduna Park, un coliseo demasiado especial. Daba igual lo que habían hecho previamente Jordi Cruyff, Javi Moreno o Iván Alonso. Era ahora o nunca.

El increíble Alavés de Mané ya había hecho historia. Había paseado con orgullo su preciosa bandera por Europa sumando triunfos inimaginables. El cuadro babazorro se había acostumbrado a los viajes exóticos para la época: Gaziantepspor y Lillestrøm fueron sus primeros escollos. Sin embargo, con el paso de las rondas la vida se iba a complicar. Inter y Rayo Vallecano se cruzaron por el camino. Tras un famoso triunfo en el Giuseppe Meazza, Vallecas era otra plaza compleja en la que torear. Sin embargo, una gran victoria en la ida dejó sin historia una eliminatoria que siempre será histórica. Y que los vascos no se olvidan.

Cuando ya llegas a semifinales te lo empiezas a creer demasiado. Estás a dos partidos del sueño y la nube de la final es un sentimiento que te persigue hagas lo que hagas. Ay, la final. Todos queremos jugar una final. El Kaiserslautern era la última piedra. Un rival áspero, duro, que se llevó 9 tantos entre los dos partidos que disputaron. Estaban en el Signal Iduna Park y el Liverpool era su rival.

Algunos ya están acostumbrados a eso de jugar en grandes escenarios, en preciosos lugares, pero para los vitorianos era la primera vez. Quizás por eso, los ingleses se pusieron 2-0 a los 20 minutos. Pero la fe del conjunto de Mané era inquebrantable: remontaron hasta en tres ocasiones para enmarañarse en una prórroga en la que nadie podía con sus gemelos. Había gol de oro. Era un retorno a ese parque en el que tus padres te apremian: hay que irse. Aunque esa vez, quizás la más importante, tocaba perder. Un gol en propia meta de Geli, cuando menos tocaba, dejó al Alavés con las ganas de remontar. Pero ya era imposible. El balón, igual que el jolgorio, se lo llevaban los rivales. Solo había espacio para el lamento.

Imagen de cabecera: Imago

Martorell (Barcelona), 1996. Periodista freelance. Amante del fútbol y loco por la Premier League. En mis ratos libres intento practicarlo.

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