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Federico Delbonis, el héroe inesperado

El último héroe no fue ‘Delpo’ sino ‘Delbo’. Federico Delbonis ha escrito su nombre con letras gigantes en la historia del tenis argentino y lo consiguió sin levantar la voz y en parte contra todo pronóstico. La gente que se apostaba a ver los entrenamientos de Argentina durante los días previos a la final de la Copa Davis ante Croacia llegó a la conclusión de que Guido Pella iba a ser el segundo singlista del equipo de Daniel Orsanic. Así, Delbonis tendría que esperar, tal como le había sucedido en la semifinal ante Reino Unido, cuando no vio acción pese a haber ganado dos singles en cuartos ante Italia.

Pero Orsanic tenía reservado para el zurdo de 26 años un papel principal: número dos del equipo y encargado de jugar un hipotético quinto punto. Y fue necesario. Así, Delbonis entró en cancha sabiendo de que su raqueta marcaría el destino del tenis argentino. Jugar el quinto punto de una final de la Davis implica una presión tremenda. Pero si encima el tenista es argentino, todo se multiplica. El balance de cuatro finales perdidas, una de ellas de forma dramática, pesa mucho. O pesaba: porque Delbonis reseteó la historia albiceleste de la Davis con su triunfo ante Ivo Karlovic.

«Todavía no lo puedo creer, cuando vi que la pelota se iba me venían quinientas cosas a la cabeza, esta Copa y todo lo que pasamos», dijo el número 41 del ranking mundial después de tirarse al piso del Arena Zagreb y llorar el triunfo más importante de su vida. Zurdo como Guillermo Vilas, el máximo referente del tenis argentino, Delbonis era bastante desconocido para el gran público hasta hace poco tiempo. Parte de eso comenzó a cambiar cuando el 6 de febrero de 2013 en Viña del Mar se convirtió en el primer rival de Rafael Nadal en el regreso del español a la competición tras su famosa lesión de rodilla.

Nadal ganaría 6-3 y 6-2, pero en los primeros compases Delbonis complicó al antiguo número uno del mundo. Cinco meses y medio más tarde, tuvo del otro lado de la red a otro ex número uno, Roger Federer, y esta vez hizo mucho más que complicarlo. Venció al suizo en las semifinales del torneo de Hamburgo. Después comenzó a subir en el ranking, donde este año alcanzó su mejor posición (33), y su raqueta empezó a tenerse en cuenta en el circuito. Tenista formado en tierra, ganó sobre su superficie predilecta los dos títulos que brillan actualmente en su palmarés: Sao Paulo 2013 y Marrakech 2016.

Nacido en la ciudad de Azul, en la provincia de Buenos Aires, Delbonis empezó a jugar al tenis a los siete años y creció con Vilas y Björn Borg como referentes. Ya en el circuito profesional, sus gustos se inclinaron hacia el rey de la arcilla. «Me gustaría parecerme a Nadal, pero más ofensivo», dijo en 2012 en una entrevista en Madrid. «Me gusta mirarlo mucho y lo bien que juega en todo tipo de superficies».

Ahora ya tiene algo más en común con Nadal que el polvo como cancha favorita. Los dos son campeones de la Davis y dieron a sus países puntos decisivos en una final. Tras jugar el partido de su vida en Zagreb, no pudo evitar mantener el perfil bajo que le caracteriza: su voz siempre se escucha suave en las ruedas de prensa, no se altera y reparte el mérito. El triunfo se lo dedicó a todo el mundo: «A mi señora, mi hija, padres. A todo el cuerpo técnico. A todos. Sin ellos nada de esto hubiese sido posible», explicó.

Justo antes de subir al podio a recoger la medalla, los 4.000 argentinos que poblaban las gradas del Arena Zagreb unieron sus gargantas y cantaron: «¡Deeeeelbo! ¡Deeeeelbo! ¡Deeeeelbo!». Él, ‘Delbo’, que no ‘Delpo’, hizo un gesto de que no corearan su nombre, sino el de Argentina, el de todo el equipo. Aunque él fuera el héroe inesperado.

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