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Fútbol sudamericano

Cuatro Perú-Argentina para el recuerdo

 

La clasificación Sudamericana para la próxima Copa Mundial de fútbol afronta lo que, sin lugar a dudas, serán dos jornadas donde la emoción y el drama se repartirán a partes iguales. Argentina y Perú son dos de las selecciones que llegan a esta instancia final sin tener el pasaje asegurado, y se enfrentan (Jueves, 1:30 CET) en un duelo más que decisivo con la emblemática Bombonera como escenario.

 

1969. Un “zas” en toda La Boca

«Cuando salí de la cancha, pensé que habría una multitud aguardando para lincharnos. Sin embargo, el miedo dio paso al luto. Caminé cinco cuadras sin encontrar a ni una persona».  Alberto Rendo, el mejor jugador sobre el césped del coso de la avenida Brandsen, no fue ajeno al drama deportivo que se vivió en Buenos Aires aquella tarde de invierno austral. La selección albiceleste quedó encuadrada en el aparentemente grupo más asequible para clasificar al Mundial de México de 1970 -aquel que terminaría consagrando a Pelé– junto a Bolivia y Perú.

Muy pronto la realidad golpeó con dureza a la Argentina. En el triangular, jugado a doble vuelta, comenzó perdiendo sus dos duelos en condición de visitante, y tras superar a Bolivia como local, definía a todo o nada contra Perú en La Bombonera. El cuadro peruano tenía al brasileño Didí como seleccionador, y un plantel joven donde destacaba por su presencia en mediocampo Perico León, amén de Teófilo Cubillas, considerado por muchos como el mejor jugador peruano de la historia. Sin embargo, como en esas epopeyas de película, el héroe fue el más inesperado. Cachito Ramírez se destapó como el goleador de aquella noche; sus dos gritos de gol, enmudecieron La Boca. Cuarenta años después, los incas volvían a jugar una Copa Mundial de fútbol. La primera, y la única hasta hoy, que no contó con representación argentina.

La selección peruana prolongó su carnaval un año más, y en México, lejos estuvo de ser una comparsa. Logró clasificar a cuartos de final donde sucumbiría tras un cuajar un encuentro de poder a poder, ante Brasil, mejor dicho, ante Brasil del 70. Palabras mayores.

 

1978. Nunca más

El empeño de la administración de Juan Domingo Perón consiguió que la FIFA designara a la Argentina como sede de la Copa Mundial del año 1978. Doce años después de la nominación, nada quedaba de Perón más allá de la alegoría en el logo, ni, tampoco de la democracia. La Junta Militar asumió de facto todos los poderes de la nación argentina, lo que propició un debate internacional acerca si se debería cambiar la sede del evento. La FIFA decidió mirar para otro lado, postura que, desafortunadamente, mantuvo durante todo el torneo.

La anfitriona estaba comandada en el banco de suplentes por César Luis Menotti, precursor en Huracán del concepto fútbol total que popularizó la ‘Naranja Mecánica’ en el mundial precedente. Lejos estaba la selección albiceleste de acercarse a aquel frenesí de juego. Tras clasificar como segunda de su grupo de la primera rueda, necesitaba liderar su grupo de la segunda rueda para jugar la final. Con tres puntos en el casillero de argentinos y brasileños, se daba la circunstancia de que sería la diferencia de goles frente a sus rivales del tercer encuentro, la que determinaría qué equipo jugaría la final.

Lo que sucedió antes de esos partidos ha copado multitud de páginas y dichos. La FIFA rompió la norma de programar ambos encuentros a la vez, de manera que Brasil enfrentó primero a Polonia. De esta manera, Argentina sabría el número exacto de goles de ventaja que necesitaba en su encuentro ante Perú; en este caso, cuatro. Esta ventaja deportiva fue un juego de triles comparado con lo que sucedió en la previa del Argentina-Perú. El presidente de la Junta Militar, el infame general Videla, fue fotografiado entrando en el vestuario peruano una hora antes del pitido inicial. La versión más aceptada es que parte o la totalidad de los jugadores peruanos fueron sobornados para dejarse perder, algo que fue atestiguado por el arquero rojiblanco Marcos Calderón. Otros cronistas, apuntan a una acción intimidatoria del gobierno miliar hacia los futbolistas peruanos. Sea como fuere, Argentina ganó por seis a cero, en una de las noches más bochornosas de la historia del fútbol. Un título mundial del que muchos argentinos reniegan avergonzados.

 

2009. San Martín, libertador

“Yo soy blanco, o negro; gris, nunca”. Antes de que el mejor futbolista de la historia hiciera su fálica catarsis en sala de prensa, a punto quedó el Diego de manchar su estatua la época en la que dirigió a Messi. De la mano de los dos dieces, la Argentina fue un fiel reflejo del pasional y errático carácter del Pelusa. Las alineaciones y el sistema de juego sufrían constantes variaciones, y como la letra del tango, “el odio y el amor se tocan bajo la mesa”.

La paciencia del hincha argentino fue colmada en Córdoba, tras una penosa actuación ante el eterno rival. Brasil ganó por un gol a tres, y la tribuna, que comenzó gritando por Diego, terminó  encolerizada. En la siguiente fecha, la albiceleste caía a zona de repechaje tras perder con la Paraguay del Tata Martino por 1-0, y la prensa dio vuelta a los crucifijos del D10S, pidiendo su destitución.  En el Monumental, ante Perú, sería otra vez a todo o nada. La selección de la franja roja cuajó unas eliminatorias paupérrimas; era colista con el antiguo jugador del Valencia, Chemo Del Solar, en la conducción técnica.

Fiel a su estilo, Maradona no cedió ni un ápice a los asfixiantes pedidos de prensa e hinchas. Se mantuvo firme en sus decisiones, y una de las más cuestionadas fue la inclusión de un ya veterano Martín Palermo. La lluvia en el Monumental fue testigo de algunas de las más grandes gestas continentales de River Plate, aunque aquí la mística parecía quedarse paseando por los bosques de Palermo. Un gol del Pipa Higuaín puso en ventaja a los locales, hasta que Rengifo emuló a Cachito Ramírez con su gol en el minuto 89.

Arreciaba el temporal sobre Buenos Aires cuando en el minuto 92 todo el Monumental gritó un gol de uno de sus mayores verdugos. El cuestionado Palermo, encontró un rechace que perforó el arco de la Sivorí. Un gol que salvaba a un país, un gol que redimía a un ídolo. La imagen de Maradona lanzándose en plancha sobre el césped fue tapa en todo el mundo. Argentina zafó de la repesca al derrotar en la última jornada a Uruguay en el Centenario, en lo que fue una ominosa clasificación para la selección peruana.

 

1985. Zarpazo Monumental

Dejamos para el final el que pudo ser el precedente más picante entre las dos selecciones, que irónicamente arroja tremendos paralelismos con el partido del próximo jueves. Los dos combinados nacionales peleaban por clasificar al Mundial de México, y ambos dependían de sí mismos para obtener el boleto directo al país azteca, evitando jugar una eliminatoria de repesca con otro rival sudamericano.

Si una selección argentina fue discutida hasta la saciedad fue la de Bilardo. La crítica era tal que el Narigón, astuto y vivo como pocos, sobornaba a los quiosqueros de la calle Corrientes para que giraran los diarios de manera que mostraran la contraportada en lugar de las cabeceras llenas de titulares lapidarios, y así confundir a los miles de viandantes que cada día pasean de camino al Obelisco. Sobre el pizarrón, Bilardo se esmeraba en que todos jugaran para Maradona… sin éxito. Era el apogeo de la enterna discusión entre el juego y el resultado, la otra grieta de la sociedad argentina, la de Menotti y Bilardo. A los supervivientes de la anterior hornada como Passarella y Filliol se sumaban nombres jóvenes del riñón del nuevo técnico como Ruggeri o Burruchaga.

El Perú luchaba por mantener viva la mejor época que había conocido su fútbol, aquella que comenzó precisamente con el gol de Ramírez en 1969. La Bicolor había participado en tres de los últimos cuatro mundiales, amén de levantar la Copa América de 1975. Diez años después de esa proeza, Uribe y Oblitas eran los caciques para conseguir otro hito para su país.

El Monumental colmado fue testigo de excepción de una pugna al límite, que fue más allá del tópico. Lo demostró la grave lesión de Navarro tras una entrada desgarradora del zaguero argentino Camino, a los pocos minutos de juego. Pasculli puso en ventaja a los locales, hasta que Perú consiguió voltear el marcador por medio de Velásquez y Barbadillo. ¿Otra vez como en el 69?

El último aliento argentino llegó en una trepada descomunal de Passarella que colgó una pelota que se paseó por el área peruana. La historia quiso que el actual seleccionador peruano, Ricardo Gareca, empujara a la red ese balón sin dueño.

El empate a dos tantos con el que finalizó la contienda, clasificó a la albiceleste. Ironías del destino, ni Pasarella ni Gareca jugaron el Mundial de México, ese en el que a Andrés Calamaro “le volvió a aplastar ver al gigante”. La otra cara de la moneda, el derrotado Perú; disputó una eliminatoria de repesca ante Chile con idéntico resultado. Fue la última gran oportunidad de acceder a un Mundial… hasta este próximo jueves, gracias a su último verdugo, el Tigre Gareca.

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