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Cuando la Atalanta tiene el día

El pasado sábado la Atalanta doblegó al Milan por 0-3 en el vacío teatral de San Siro y la unanimidad de las crónicas confirmó mis sospechas: todas coincidieron una vez más en que La Dea es imparable ‘cuando tiene el día’. Observo desde hace tiempo la narrativa que rodea al fascinante equipo bergamasco y me resisto a pensar que el consenso sea fruto de la poca originalidad. Es mucho más sencillo: los de Gasperini resultan literalmente ingiocabili si la orquesta juega al unísono. Intratables. Propongo que revisemos la connotación negativa del concepto ‘tener el día’, algo que como advirtió Javier Marías “se consiente a un pianista, a un torero y hasta a Cervantes, pero malamente a un futbolista. Quizá es lo que le falta al deporte para poder ser del todo arte”.

Es arte en movimiento el expresado por la Atalanta sobre el campo. Batir al campeón de invierno supuso certificar la mejor primera vuelta de su historia con 36 puntos (+13 respecto a la 18/19, +8 respecto al curso pasado); notable bagaje para un equipo que suele ofrecer su mejor versión en primavera, cuando siempre tiene el día. En los últimos años, los nerazzurri de Bérgamo abanderan la propuesta moderna de la intensidad colectiva haciendo gala de una interpretación espacial sobresaliente. Sus atacantes brillan cuando pueden correr con sentido y el bloque destaca por ser capaz de acompañar la jugada con muchos efectivos mientras el balón se desplaza con fluidez de un lado a otro.

Que la sonada ausencia del ‘Papu’ haya causado un impacto mínimo es el mejor indicador de buena salud en el engranaje táctico atalantino. Con su jugador franquicia a punto de firmar por el Sevilla, la Atalanta ha mantenido su productividad ofensiva gracias al tridente formado por el delicioso Iličić, el potentísimo Zapata y el sorprendente Matteo Pessina, enésimo joven que emerge a las órdenes del Gasp. Su reciente estado de gracia —para entendernos, tiene el día cada semana— le ha permitido superar en la jerarquía a los Miranchuk, Malinovskiy o Pašalić. La movilidad de Pessina, el trabajo incansable de dos puñales por banda como Hateboer y Gosens y la aportación goleadora del revitalizado Muriel han colocado al equipo a tiro de piedra de la zona Champions.

Precisamente la gran competición europea nos depara un duelo apasionante que pondrá a prueba la madurez del proyecto. La pregunta del millón antes de medirse al Real Madrid está clara: ¿tendrán los de Gasperini el día tanto como para complicar la vida a los de Zidane? Aunque los blancos parten como claros favoritos, un contexto de toma y daca —por increíble que parezca— podría beneficiar al conjunto italiano. Como sugiere el analista Dario Pergolizzi en Ultimo Uomo, “proponer un partido de constantes ataques directos a la Atalanta puede ser contraproducente, ya que el intercambio de golpes pone en valor las características y puntos fuertes del equipo de Gasperini”.

El factor diferencial habla esloveno. El indetectable Josip Iličić vuelve a sentar cátedra desde la trequarti gracias a su envidiable capacidad para incidir tanto abierto en banda como entre líneas, transmitiendo siempre la sensación de poder generar peligro de la nada. Su ubicación variable plantea enigmas tácticos de difícil solución para las defensas, que terminan sucumbiendo al genio aparentemente aletargado. En un conjunto con indudable querencia por la verticalidad y notoria capacidad física para presionar, Iličić es el verso libre que interpreta las necesidades del equipo con balón. Delicado y plástico, cada contacto con el esférico dicta el ritmo atalantino. Como suele decirse de Busquets, mirar a Iličić es ver el partido. O en este caso, saber si la Atalanta tiene el día.

Imagen de cabecera: Marco Luzzani/Getty Images

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