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Fútbol Internacional

Querido fútbol...

Querido fútbol;

Sé que ya nos conocimos un día de Febrero. Entonces hacía frío y tuve que comprarme una bufanda de más. Sé que me ves sonreír y que me late el corazón fuerte cuando nos vemos, cuando escucho tu voz y tu latido. Cuando las caricias al cuero son pausadas o a toda prisa. Querido fútbol, lo sé, yo también lo siento. Pero aún siento más tener que romperte el corazón como tú me has roto el mío. Y lo siento, de verdad.

Lo siento. Siento no poder ir allí donde solíamos gritar. Siento traicionarte por una pantalla fría a la que no puedo arropar con el alma. En la soledad del eco de voces chillonas que no saben apreciarte, entre esfuerzos de marketing poco encubierto y del ruido de las monedas que se embolsan los más grandes. ¿Cuándo nos traicionamos así?

¿Cuándo dejamos de ser nosotros? ¿Cuándo paramos de amarnos sin dejar que nada ni nadie se interpusiera? Ahora sólo nos queda el eventualismo entre botas de colores relucientes y sonrisas falsas llevando logos del tamaño de gigantes en el pecho. Nos queda el encuentro a escondidas, en ocasiones, cuando nadie nos ve, cuando nadie nos mira. Allí, en la esquina de un estadio, a la sombra de una gradería, disfrutando de una discusión temperamental. Recogiendo del suelo al caído y sonriendo al vencido para decirle que no importa, que la jornada que viene será otra. Que esto no se acaba hasta que pita el árbitro.

¿Dónde estás ahora, fútbol? ¿Dónde están nuestras mediastardes al sol de verano o en las fríos de diciembre buscando cobijo en la marea de colores que se pierde en lo que dura un suspiro entre un disparo y el roce del esférico con la red? ¿Dónde ha quedado nuestra pasión por lo que pasa sobre el césped? Siento que ahora, querido fútbol, te preocupas más de exhibir tus méritos en la alfombra roja, de enseñar tus complementos y decirle al mundo lo caros que son, como si llevaras un Channel colgado del brazo, ya no importa la brillantez, sino el dinero. Te vendiste, fútbol. Y no te lo perdonaré.

Escribo desde el corazón que tú rompiste al cambiarme a mí y a todos por las cifras más grandes vistas nunca. Cuando decidiste que eran más importantes las cuotas de pantalla que la sonrisa de un abuelo orgulloso al llevar a su nieto al estadio de toda la vida. Me rompiste el alma el día que decidiste que 30 millones de euros parecen lo más normal mientras los jóvenes se quedan a las puertas de tus templos implorando por ver lo más sagrado que existe. Me rompiste. Y aún así sigo enganchada a ti de la manera más estúpida posible.

Por favor, fútbol. Vuelve. Vuelve a ser el de los domingos, a ser el de la pasión, vuelve a ser el que eras, sin Chanel y sin dinero, pero con la pasión del que conoce el verdadero amor.

carta

 

Dortmund / Barcelona, 1992. CM de @BayernSphera. Trabajando en el Deutsches Fußballmuseum en Dortmund. "El fútbol es un juego simple: 22 hombres persiguen un balón durante 90 minutos, y al final los alemanes ganan."

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