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Can’t buy you Stones

John Stones era un tipo muy bien cuidado en el Everton. A Roberto Martínez se le caía la baba con las conducciones de su zagal. Siempre limpio, siempre fino, siempre con la cabeza erguida. El de Barsnley era la constatación de que el fútbol inglés se transformaba: los centrales habían perdido su ruda apariencia y se habían convertido en actores de una película de Woody Allen. Solo faltaba que de verdad algunos leyeran a Fiódor Dostoyevski. En el seno de los toffees, sus primeros pasos en la élite, le permitían todo. Aunque tenía sus críticos.

Al actual seleccionador belga nunca se le pudo negar su vena cruyffista. Se equivocaba su zaguero por ser joven y alocado; por arriesgar de manera evidente en zonas que no tocaban. De hecho, los de Goodison Park encajaron algún que otro tanto por tener a un central que, si hacía falta, regateaba a los delanteros más insistentes en la presión. Pero al técnico catalán nunca le preocupó tal cosa. Cada pregunta del periodista de turno, cada crítica del aficionado de la parte azul de Merseyside era evadida con sencillez por su valedor: “Juventud, divino tesoro”. La irreverencia, aunque el cementerio estuviera y esté lleno de valientes, era un tesoro en aquella plantilla. Por ello, quizás, nunca se cumplieron del todo las expectativas con aquel conjunto.

Pese a esos errores puntuales, que muchas veces corregía Phil Jagielka, los rumores sobre su marcha eran insistentes. A Stones le cantaban, robando una melodía a los Beatles, que no se iba a ir ni por todo el oro del mundo. Pero él estaba loco por la música y no precisamente la de su gente. Quería reunirse con Pep Guardiola. Nadie podía culparle de lo que estaba sucediendo. De hecho, el primero que ya se había marchado era su protector. Martínez había sido cesado y de ahí su camada de jóvenes futbolistas, descarados, partían a otros lugares. “Carpe Diem”, decía Robin Williams. Tocaba aprovechar la oportunidad.

En el Manchester City encontró más dinero y, sobre todo, la posibilidad de jugar con y contra los mejores jugadores del mundo. Era irrechazable. Aunque debajo suyo ya no tenía una red de seguridad. De un día para el otro entendió que ya no era tan joven como para poder equivocarse y escurrir el bulto. Todo eso se notó en el verde. En el Etihad no podía hacer lo mismo que en Liverpool. El resultado ha sido un largo proceso que le ha llevado incluso a ser, como en el último mercado, un jugador susceptible a ser traspasado. Sus lesiones, cortas pero continuas, le llevaron a la grada para ver cómo Guardiola se rasgaba las vestiduras con su pareja de zagueros. Muchas veces, el propio Fernandinho o Rodri han tenido que parchear una posición que, este año sí, parece cubierta.

El fichaje de Rúben Días ha otorgado serenidad a los cityzens. A su lado, ha vuelto un Stones más maduro. Los 26 años y las ignominias del destino le han convertido en lo que es: el acompañante del portugués. Hoy solo mira atrás para darse cuenta de que la propia vida es como el fútbol. En cada error, se desarrolla el aprendizaje. Él mismo sabe que nada es para siempre. Su puesto como titular puede tambalearse en cualquier momento, pero nadie le puede discutir su nivel actual.

Imagen de cabecera: PETER POWELL/POOL/AFP via Getty Images

Martorell (Barcelona), 1996. Periodista freelance. Amante del fútbol y loco por la Premier League. En mis ratos libres intento practicarlo.

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