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Cambio de ciclo

Es una de las frases más utilizadas después de un resultado impactante. Hemos anunciado infinitos cambios de ciclo en los últimos tiempos, la mayoría no se produjeron. Tendemos a dar por definitivas cosas puntuales, magnificamos las consecuencias de lo vivido buscando una trascendencia aún mayor. También influye que nos cansamos pronto de todo, necesitamos cambios, nuevos estímulos y los ciclos se aguantan cada vez menos.

Es el clima perfecto para ver, en un Clásico que termina 0-4, el fin y el inicio de los tiempos. Si la onda expansiva es demoledora con una simple derrota ante el eterno rival, se multiplica por dos cuando se produce el aplastamiento que el Barça perpetró en el Bernabéu. Quizá influido por esta tendencia, visualizo el cambio de ciclo, pero no de uno, sino de los dos. Eso sí que es llamativo, que ocurra no solo en el que pierde sino en el que gana. Sorprende todavía más que la sensación de fin de proyecto ataña al líder y seguramente campeón del torneo.

Lo del Barça es indudable. No es que lo dijera Piqué que llegó tarde a mi tweet, lo sé, soy ventajista porque él estaba jugando y no tenía el móvil encima; es que el mundo culé necesitaba esta exhibición para acabar con cualquier duda coyuntural sobre la evidente mejoría que Xavi estaba inoculando en el juego. Era el día donde ya nadie iba a poder minusvalorar el efecto del egarense. Porque no hay acciones arbitrales que rascar, ni jugadas que cambian el partido, ni nada que no sea el baño futbolístico sufrido por el futuro campeón. La prueba del algodón, el día de la libertad culé amarrado a una cárcel durante años. No lo esperaba, lo confieso, este resurgir tan inmediato. Aderezo de cierta prudencia la euforia que ahora lleva a pensar que ha vuelto Guardiola. Lo que no se puede disfrazar es la manera en la que el equipo se divierte, porque eso fue lo que hizo en el Bernabéu. Hay mejores jugadores, no es un detalle menor, también un grupo que cree en lo que hace porque eso traspasa y llega. Cualquier otra cosa es una ceguera voluntaria.

Con un equipo que regresa a su esencia y con la tranquilidad de ver un banquillo lleno de niños celebrando los goles y el futuro que ellos mismos van a disfrutar, se cruza de acera y uno se encuentra con un Madrid oscuro, tan negro como su uniforme. Emborrachado de la remontada ante el PSG que aún es difícil de explicar con algún argumento futbolístico, se encuentra con una bofetada de tal calibre que da que pensar. Y los más fríos pueden asumir que un daño tan grande ha servido para no engañarse. Desde que se fue Cristiano, el Madrid ya no tiene a los mejores jugadores del mundo. Ha sobrevivido con mucho mérito a una lenta decadencia que carga sobre los años de sus jugadores referenciales. De no haber sido zarandeado por el equipo que más daño le puede hacer, quizá la neblina hubiera ocultado el bosque.

La llegada de Mbappé es imprescindible y a poder ser no la única. El centro del campo se hace viejo, por bueno que sea. Los laterales ya no están para el primer nivel y solo Vinicius parece ser un plan fiable de futuro en una plantilla corta porque así lo ha decidido Ancelotti. De los 14 que juegan Courtois sería el mejor en su posición y no mucho más. Ni siquiera los meritorios Militao y Alaba creo que den para pelear por ganar el premio de la UEFA. Si acaso Benzema y Modric, que no van a durar toda la vida, como ya no lo hacen Messi y Cristiano. El Madrid quiere seguir siendo el Rey de Europa y para ello va a necesitar mucho más que la mística del Bernabéu. Con eso ganas partidos imposibles, pero los títulos los ganan los que juegan. Y lo que quiere la grada es gritar, pero los goles de los de abajo. Hay cambios de ciclo que se hacen necesarios y mucho mejor si es con títulos que no te lleven a engañarte a ti mismo.

Imagen de cabecera: Getty Images

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