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Copa del Rey

Cádiz y Villarreal, submarino solo puede quedar uno

Es complicado que en el mundo de fútbol, plagado de los motes y apodos más variopintos, existan dos equipos que compartan el mismo. Uno ha competido en Primera División en 15 de las últimas 16 temporadas, llegando a ser subcampeón de Liga o semifinalista de la Champions. El otro, todo lo contrario: solo ha estado en Primera una vez en los últimos 22 años, y deambula con más pena que gloria entre la categoría de plata y la de bronce. Al Villarreal y al Cádiz les separa el éxito, el dinero y las divisiones, pero les une un curioso apelativo: ambos son el Submarino Amarillo.

Y digo “ambos” porque sigue sin estar claro quién es el auténtico. Los cadistas se agarran al argumento de que fueron los primeros en adquirir dicho título, cuando en los años ochenta un equipo formado por Mágico González, Carmelo o los hermanos Mejías se hundía en las profundidades de la tabla en el primer tramo de campaña para reflotar a finales de la misma. Era un equipo simpático, con una afición admirable que todavía hoy sigue recordándose como una de las mejores del fútbol español.

Sin embargo, existen documentos que atestiguan que el Villarreal ya había celebrado su ascenso a Tercera en 1967 con la famosa canción de los Beatles, Yelow Submarine, justo un año después de darse a conocer al público. El club castellonense adquirió el single como himno hasta que se compuso el oficial en 1998. Al ser un club modesto y con escaso renombre, nadie se percató de la existencia de un Submarino Amarillo anterior al Cádiz de los ochenta.

Pero llegó un momento en el que el Submarino ‘gaditano’ encalló en el fondo del mar de forma permanente. Doce años en las catacumbas fueron aprovechados por un Villarreal que logró el ascenso a Segunda B en 1991, y que celebró, como siempre, entonando el Yelow Submarine. Conforme el conjunto de la Plana subía peldaños, el Cádiz los bajaba, hasta que el Villarreal alcanzó la élite y la Tacita de Plata se estrelló en Segunda B.

Fernando Roig comenzó a invertir y convirtió al equipo castellonense en un referente de la Liga española y un conjunto correoso en competiciones europeas. El club no solo continuó con el mismo apelativo que décadas atrás, sino que además presumió de él. Consiguieron que prensa y aficionados al fútbol en general se acostumbraran a llamar al Villarreal por lo que siempre se sintió orgulloso. Además, en la tienda oficial se pueden ver llaveros, huchas y cerámica en forma de submarino. Éste último se entrega como premio al mejor jugador del Trofeo de la Cerámica, que se disputa cada verano con motivo de la presentación del equipo.

El Cádiz volvió a Primera División en la temporada 2005-06, y aunque su paso fue efímero, el compartir categoría con el equipo que se hacía llamar ‘Submarino amarillo’ hizo que saltaran las alarmas. Esa misma campaña, el club gaditano se hizo con el dominio en internet: www.submarinoamarillo.es, al mismo tiempo que su presidente, Antonio Muñoz, declaraba: “De siempre he tenido claro que este sobrenombre es nuestro cuando eludíamos el descenso en la última jornada y así seguirá siendo por los siglos de los siglos”.

Pese a que Roig no le dio importancia, sí la afición grogueta, que junto a la cadista ‘acordaron’ ganarse el derecho a ser el ‘Submarino Amarillo’ en los enfrentamientos directos. Cosas del destino, tanto el partido de El Madrigal como el del Ramón de Carranza finalizaron con empate a uno.

Pronto el Cádiz volvió a Segunda B y el Villarreal, tras un año en Liga Adelante, regresó a Primera y recuperó crédito con la clasificación para la Europa League. La polémica se olvidó al vivir prácticamente en dos mundos diferentes, pero el destino ha querido que ambos se enfrenten en Copa (1-2 para los castellonenses en la ida), reavivando una rivalidad sana, pero que cruje en el orgullo de ambas aficiones. Aquí no valen presupuestos, condecoraciones ni títulos: solo uno puede pasar de ronda, y solo uno podrá ser el Submarino Amarillo hasta que algún día, quién sabe cuando, se vuelvan a encontrar. La batalla está servida.

Alicante, 1991. Mi madre siempre me decía: "No sé por qué lloras por el fútbol, sino te da de comer". Desde entonces lucho por ser periodista deportivo, para vivir de mis pasiones (y llevarle un poco la contraria).

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