El fútbol es un jungla, especialmente el fútbol profesional y de élite. Estamos tristemente acostumbrados a ver como el dinero y los intereses personales o empresariales se anteponen muchas veces, demasiadas, a la esencia de este deporte. En este fútbol moderno y distópico, tendente a tratar al aficionado como un cliente y al futbolista como una mercancía, es realmente esperanzador el encontrar brotes verdes de vez en cuando.
El más reciente lo ha protagonizado nuevamente Osasuna, y es que el club rojillo anunció ayer la renovación de Darko Brašanac por una temporada, tan solo una semana después que el centrocampista serbio se rompiera el ligamento cruzado y el menisco externo de su rodilla derecha. Comportamiento ejemplar de la entidad navarra.
Esta renovación tiene muy poco de fútbol y mucho de humanidad. El arropar a quien lo necesita cuando más lo necesita no es deporte, es vida. El sentido de la responsabilidad llevada a su máxima expresión. Créanme, los valores eran esto.