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Borussia Dortmund, ¡sálvese quien pueda!

La teoría del caos, o del desorden, enuncia que un sistema que sea caótico puede cambiar su comportamiento futuro debido a una variación minúscula en las características iniciales del mismo. O dicho de otra manera: el batir de alas de una mariposa puede originar un huracán en el otro extremo del mundo. Esta certeza se obtiene de observar sistemas complejos y que se desarrollan en un contexto dónde es casi imposible no recibir estímulos exteriores. Las variaciones de dichos sistemas puedes predecirse ahora con exactitud en la llamada ‘matemática caótica’, que con ayuda de la física cuántica, da ahora resultados tan exactos que podríamos decir que contradecimos la propia teoría, pero esto ya no es una teoría, es un hecho.

Dentro de estos sistemas podemos encontrar el sistema solar, las placas tectónicas, el viento, o el Borussia Dortmund.

En el ecosistema de la ciudad de la cuenca del Ruhr algo se cuece, algo inexplicable y que es digno de estudio por expertos en patafísica. El finalista de Champions League de 2013 parece que ha desaparecido, no hay pasión en el Signal Iduna y lo único que hace ruido es el abrazo cálido de una afición que durante 90 minutos se dedica a apoyar a su equipo sin importar el puesto en el que se encuentren en la tabla. Fútbol es fútbol. Pero en Dortmund las sonrisas y los gritos de alegría hace tiempo que se han quedado mudos, que no existen, sus mayores ídolos se han marchado –Götze y Lewandowski-, o han caído entre lesiones y faltas de ritmo –Reus, Hummels, Gündogan…-. No obstante el BVB no es el equipo que más lesionados a la vez ha tenido esta temporada y no es ni mucho menos una de las plantillas más pobres o de menos calidad de la competición alemana. Quizás el problema sea tan simple y tan superficial y tan obvio que se nos escapa a los ojos de los analistas de fútbol más profundos y sabios. Quizás la verdad se esconde para que lo la vean, pero a veces ella se presenta aunque no la quieran ver y esos, los que no quieren ver, son los  ciegos.


El primero de nuestros culpables son aquellos -todos: desde la directiva a los fans, pasando por jugadores y periodistas-, que niegan tal declive, que no se atreven a echar un vistazo a la caída libre de este coloso de la presión y las contras. A ellos: el primer paso está en reconocer el problema. Tras todo esto vemos a diez jugadores de fútbol que si bien caminan parece que no sonríen, que no disfrutan, no tienen motivación para salir al campo y marcar goles, tiempos pasados fueron mejores, deben pensar. La motivación debe ser uno de los grandes ingredientes en la formula mágica que Klopp trajo consigo del Mainz a este Dortmund del que salvó de una situación que en su momento era crítica pero que comparado con la actual parece un campo de rosas. Constatado el hecho que a los jugadores les falta el incentivo de la motivación ahondemos en las cuestiones tácticas.

En la portería, empezando por el número uno, encontramos a Weidenfeller, un portero que si no brillante, solvente, con capacidad de reacción y con más de mil batallas que harían palidecer a los más expertos bajo palos. Se las sabe todas, pero poco a poco ve más cercana la salida del club para dejar paso a un portero como Langerak que a pesar de cumplir con su papel está muy lejos del nivel al cual un guardameta tiene que rendir en el BVB.


La defensa de un Borussia Dortmund no debe conceder goles de primero de fútbol. La desconexión entre los jugadores que componen la zaga a estas alturas es algo inadmisible pero que se ha visto forzada a ser así debido a las continuas lesiones de uno u otro defensa. Hummels parece que sigue en Campo Bahía disfrutando de ese mundial y pese a sus momentos de lucidez no es ni de lejos el gran central que se mostró en la cita de Brasil del pasado verano. Junto a él han ido cambiando día sí y día también otros como Subotic que viene de una larga lesión, Sokratis que ante la frustración del paso del tiempo en el reloj pierde los nervios y la concentración, y por último Ginter, un central que está algo verde para el nivel en el que se suponía a principio de temporada estaría el Borussia. Este, noten lectores, es uno de los problemas principales de este Dortmund que se caracterizaba por contrarrestar a sus rivales con una capacidad de presión inusual y agobiante. Asfixiante incluso en algunos tramos de un encuentro. Así era el Borussia Dortmund que una vez llegó a Wembley para luchar por la orejona. Pero ahora es todo mucho más inconexo, laxo, sin juntar lineas y permitiendo errores de marca al hombre en balón parado o sin tapar los huecos de manera organizada y sincronizada en una de las mayores gestas de ingeniería alemana aplicadas al fútbol.

Si seguimos hacia adelante en el campo encontramos quizás una de las mayores bajadas de nivel en la plantilla de Klopp que pudiésemos imaginar, Kehl con sus idas y venidas a la enfermería, Gündogan muy lejos de su nivel puntero y con parches como Ginter haciendo las veces de 6 mientras los suplentes habituales, como sería Bender, encadenan lesión tras lesión, está claro que el mediocampo de los aurinegros es una constante batalla entre la contención y el intento de creación. Este no es un problema que sacuda sólo ahora a la entidad, sino que además en Junio verá partir a Kehl que se retira a sus 34 años de edad y si Ilkay Gündogan -el que era llamado a ser uno de los mejores creadores de juego en 2013- no recupera la forma y el ritmo, el Dortmund pierde no sólo dos de sus mejores jugadores, sino también su parte creativa y prácticamente todo su ‘sala de máquinas’.


Seguimos hacia delante, por aquello que la vida es una rueda que gira sin parar. Y en la linea de tres cuartos encontramos la mala suerte, la mala fortuna, mal fario, llámenlo como les de la real gana, pero llámenlo. Reus lesionado de gravedad por tercera ver consecutiva en menos de seis meses, un Mhkitaryan al que parece que le persiguen los fantasmas de la ocasión fallada en le Bernabéu en Champions la temporada pasada, la baja de Lewandowski que se ha intentado suplir con dos delanteros que no acaban de encontrar el feeling en el puesto que les manda Klopp. Un Kagawa que vio mejores días. Aubameyang intermitente y que hace las veces de Spiderman sin concentrarse en la oscura y dura lucha que tienen por delante como club, Además Kuba Blaszczykowski toca por fin el balón tras meses apartado de los terrenos de juego. Arriba todo es imprecisión, ansiedad, anticipación, destiempo… Es como una versión acelerada de lo que tendría que ser un vals coordinado, bello y pulido. Pero todo se hace bajo presión -personal y de la grada-, se hace de prisa, a ‘correcuita’ que diríamos los catalanes. Es un trabajo mal hecho, mal estructurado, ambicioso pero sin el cuidado que requiere acompasar tales talentos.


Y al frente de todo: Jürgen Klopp. Un entrenador pasional, visceral, que ve el fútbol como heavy metal y que con una sonrisa socarrona siempre atiende a los medios de comunicación. Pero ahora su cara es larga, su expresión taciturna y su rabia hace que se le pongan coloradas hasta las orejas. La motivación que él intenta imponer no llega a sus jugadores. ‘Imposible establecer conexión’ debe poner en letras de neón en el Signal Iduna. Sin embargo la ansiedad ha llegado a los nervios y las neuronas de Klopp. Ni con uno más en el cesped acertó a hacer cambios ofensivos para ganar terreno en casa contra el Augsburg el pasado miércoles. Klopp no está fino, pero él fue uno de los primeros en negar el problema que había y atribuírlo a una mala racha, él es uno de los tantos culpables.

Pero por encima de todos hay uno, uno que se tapa los ojos y que no quiere ni oír hablar dela crisis, ese que en pleno apogeo del declive hablaba de los maravillosos esfuerzos de los jugadores en el campo y al que le chirrían los dientes si tiene que articular la palabra crisis. Ese queridos, es Watzke. Para él esto no es más que un bache -que dura ya 19 Jornadas y sumando-, algo de la mala fortuna, algo que le puede pasar a cualquiera. Él es el ciego que no quiere ver y no actúa como presidente de un club puntero como un día se describió el Borussia a sí mismo delante de Europa.

Pero ya basta de cualpables, ya basta de señalarlos unos a otros y de negar la evidencia: El Dortmund es colista de la Bundesliga, con sólo 16 puntos de 57 posibles. Hay algo que no funciona bien en este club. Que alguien haga algo, porque de seguir así será la ley de la jungla en el sistema caótico de la cuenca del Ruhr y se oirá en las gradas gritar: ¡Sálvese quien pueda!

 

Dortmund / Barcelona, 1992. CM de @BayernSphera. Trabajando en el Deutsches Fußballmuseum en Dortmund. "El fútbol es un juego simple: 22 hombres persiguen un balón durante 90 minutos, y al final los alemanes ganan."

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