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Tokyo 2020

Bolt desata la locura en el Engenhao

DPA | No eran ni las diez de la mañana y las colas que rodeaban el Engenhao, kilómetricas y coloridas, ya indicaban que algo gordo iba a pasar. ¿La «Canarinha» en juego en el Estadio Olímpico de Río de Janeiro? ¿Algún brasileño en competición? No: Usain Bolt, el hombre que enloquece a todo Brasil, en su debut en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro.

«¡Bolt, Bolt, Bolt!», rugió la entusiasmada hinchada, dos horas y media más tarde, cuando el «Rayo» jamaicano iluminó la pista más que el radiante sol, en su estreno sobre el tartán del Engenhao.

No importó que fueran apenas las series de clasificación de los 100 metros lisos. Ni que todo el mundo diera por descontada la clasificación del hombre más veloz de la historia para las semifinales del domingo.

La apuesta era segura: el seis veces campeón olímpico, lo logró con absoluta comodidad, dejándose ir al final de su serie, la séptima de ocho, con 10,07 segundos, a años luz de su récord del mundo.

Todo dio igual. Semivacío el viernes en el estreno del atletismo en Río 2016, el Estadio Olímpico casi se llenó en la sesión matinal de hoy por y para ver al «Rayo».

«Me siento bien, feliz. Di el primer paso del camino. Ahora se trata de hacerlo bien cuando lleguen las finales«, afirmó Bolt, cuando ya todo, su carrera y su show, habían terminado.

«Siempre se trata de ganar. Es para lo que estoy acá y es por lo que voy», añadió el multicampeón jamaicano, que en Río 2016 aspira a firmar un insólito «triple-triple«: otros tres oros (100 metros, 200 y 4×100) en sus terceros Juegos, tras los conseguidos en Pekín 2008 y Londres 2012.

Fenómeno mundial, Bolt desata la locura entre los brasileños, que parecen admirarlo más que al propio Neymar.

«¿Hoy es el día de Bolt, no?«, preguntó un joven dependiente chino, a primera hora de la mañana, tras el mostrador de un puesto de empanadas. «¿Hoy corre Bolt, no?«, había interrogado antes una ama de casa sesentona que soñaba con ver al seis veces campeón olímpico mientras se dirigía al Boulevard Olímpico.

La pasión por Bolt no entiende de edades ni de género ni de razas. Su grandeza deportiva y su show conquistan a todos por igual.

Y Bolt, más listo que ninguno, alimenta el fenómeno. Porque, cuando a las 12:37 de la radiante mañana carioca, la hinchada rompió a aplaudir ante el anuncio de su serie, Bolt asomó al Estadio Olímpico saludando a la grada cuyo rugido no dejó de aumentar.

Ubicado en la calle seis, el plusmarquista mundial de los 100 y 200 metros se colocó los tacos entre constantes aplausos y gritos. Luego, cuando se lanzó a una pequeña recta para calentar, el público se desató. Bolt respondió dedicándoles un aplauso.

Las cámaras, los celulares y todos los dispositivos se dispararon para intentar captar el momento, que precedió a su presentación.

Cuando la megafonía anunció su nombre y la pantalla gigante del estadio enfocó el rostro del 11 veces campeón mundial, Bolt se peinó su cabeza casi rapada, pasó las manos por su rostro, esbozó una amplia sonrisa, se tocó el pecho a la altura del dorsal y saludó de nuevo con los brazos extendidos.

«¡Bolt, Bolt, Bolt!«, volvió a rugir la hinchada, como si nadie más corriera con él.

Entonces, como en un ritual, el hombre más rápido del planeta pidió silencio con un gesto. El público respetó su petición. La carrera iba a comenzar. Y todos los ojos se centraron en él, en su evolución.

Bolt arrancó mal, como casi siempre. Se destacó en los siguientes 50 metros. Y, con el primer puesto conquistado, se dejó ir en los últimos metros, con absoluta relajación.

Su marca quedó lejos de la del estadounidense Justin Gatlin, su gran rival, que surcó el hectométro en 10,01. Al multicampeón y a la hinchada también eso le dio igual.

Nada más cruzar la meta, Bolt miró hacia el marcador para ver su registro, saludó a sus rivales y volvió a aplaudir al público, antes de regrasar a las entrañas del Engenhao.

Allí, atendió a algunas televisiones y periodistas y, luego, también como un rayo, sin atender más peticiones ni responder a las preguntas lanzadas al aire, desapareció.

«Mañana, simplemente voy a salir ahí y a hacer lo que tengo que hacer«, había dicho antes de refugiarse de nuevo en las entrañas del estadio.

Aunque la cosa se ponga seria, mañana, Bolt también reaparecerá con su espectáculo, su otra marca. En la final del 100, le espera el primer oro de los tres que, unos Juegos más, se ha propuesto conquistar. Y unos 75.000 devotos que aguardan su show.

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